Extraordinario en la vida ordinaria

Capítulo 18 MATEO VA A SERVIR EN EL EJÉRCITO

De repente, en primavera, apareció una orden del Ministro de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética para reclutar a graduados de instituciones de educación superior en las fuerzas armadas. Matvey, como muchos de sus compañeros, fue llamado a filas y, a pesar de su pasión por el boxeo, tuvo que abandonar el ring.

"Bueno, muchacho", dijo uno de sus compañeros cuando Matvey recibió la citación, "ahora es hora de servir. El boxeo será un recuerdo, ¡y comienza la verdadera lucha!".

Matvey sonrió, pero una sombra de tristeza brilló en sus ojos. Sabía que el servicio era otro mundo. Fue destinado a servir en el Báltico, en la región de Kaliningrado, donde ascendió al rango de soldado raso.

El sistema militar se dividió rápidamente en categorías:

— "Abuelos": soldados experimentados que, tras la baja, continuaban sirviendo, con extraordinarios conocimientos y autoridad;

— "Sinvergüenzas": aquellos que habían servido un año y medio y de quienes el servicio "dependía"; — "Fantasmas": nuevos reclutas que acababan de llegar y aún le tenían miedo a todo.

Desde el primer día, Matvey dejó claro que era imposible comunicarse con él usando los puños. Durante el primer turno de entrenamiento conjunto, uno de los soldados que formaba parte de los "Canallas" intentó expresar su desconfianza:

— ¿Seguro que piensas que aquí todos somos como tú?

Matvey se acercó, apenas audible, pero respondió con firmeza:

— No hablo con los puños. Si alguien tiene dudas, que las demuestre en el campo de batalla.

Después de eso, varias veces durante las inspecciones, fueron los "canallas" quienes intentaron incitar a Matvey al conflicto. Él respondió rápidamente: unos cuantos golpes precisos, y cualquiera que se atreviera a acercarse demasiado era enviado a un turno "aleatorio". Así fue como los soldados que ya conocían su trabajo comenzaron a tratarlo con tanto respeto en el campo de batalla.

Seis meses después, ascendió a sargento subalterno y fue nombrado oficial de reconocimiento de la guardia. Su disciplina, agilidad y experiencia en combates callejeros dieron sus frutos. Un año después, Matvey fue ascendido a sargento y nombrado jefe de la guardia.

En una ocasión, durante otra revisión de funciones, uno de los soldados, un recluta de la categoría de "espíritus", preguntó con cautela:

— Camarada, ¿cómo llegó a ser jefe de la guardia tan rápido? Acabo de llegar y apenas sé dónde guarda sus armas…

Matvey se inclinó hacia él, con una mirada serena pero severa:

— Escuche, joven. Llega un momento en la vida de todos en que hay que aprender a defenderse. He pasado por todo: desde una infancia difícil hasta una trayectoria de servicio difícil. Aquí, en la guardia, todos deben estar alerta, porque cada error puede costarles la vida. Se aprende, y quizás algún día lo entiendas: la disciplina y la honestidad son lo que realmente importa.

El servicio le proporcionó a Matvey no solo un ascenso, sino también una sólida comprensión de su propia fuerza. Su puesto como jefe de la guardia cumplía con los más altos requisitos: allí todos manejaban armas, y el jefe debía ser estricto, pero justo. Fueron estas cualidades, templadas por años de vivir sin padres y constantes pruebas, las que lo ayudaron a convertirse en quien fue.

En el ejército, Matvey aprendió no solo táctica y disciplina, sino también a ser justo y responsable. Recordaba cada día difícil en el que tuvo que tomar decisiones difíciles, y siempre encontraba la fuerza para responder por sí mismo.

“Sabes, muchacho”, dijo un compañero durante una cena conjunta, “aquí todos somos diferentes. Pero quien es responsable de sus actos merece respeto. Has demostrado que puedes controlar no solo tu cuerpo, sino también tu alma”.

Matvey respondió en voz baja:

—Gracias, camarada. Simplemente hago lo que siempre he hecho: defenderme a mí mismo y a los demás. El servicio enseña más que simplemente blandir un arma. Te enseña a ser un hombre de verdad.

Sí, el servicio no solo le proporcionó un nuevo estatus y rango, sino que también fortaleció su mente.




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