Extraordinario en la vida ordinaria

Capítulo 40: La verdad ha triunfado

Los seis meses de hospitalización transcurrieron en paz para Matvey, incluso con alegría a su manera. Regresó a su Rivne natal, lo cual fue un gran placer, donde las mañanas comenzaban no con el sonido de una puerta de carga, sino con un suave saludo de buenos días de su esposa e hijos. Su cuerpo se recuperó poco a poco y su alma descansó del ambiente envenenado en el que había tenido que vivir las últimas semanas de trabajo.

Pasó mucho tiempo en el jardín, sentado en un viejo banco bajo un manzano. Los pensamientos fluían con tranquilidad, y Matvey, por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía mirar su vida desde la distancia. Lo ocurrido con Nadia y Viktor aún le dolía, pero ahora veía en ellos no solo dolor, sino también una lección. Digan lo que digan, incluso las situaciones desagradables pueden convertirse en un punto de crecimiento si se aceptan con dignidad.

Todas las mañanas leía la Biblia y oraba. A veces simplemente permanecía en silencio ante Dios durante un largo rato, sintiendo que ese silencio curaba mejor que cualquier medicina. No pedía venganza, sino sabiduría: poder dar el siguiente paso correctamente y no amargarse. Porque lo peor que le puede pasar a alguien después de un golpe es permitir que este le cambie el corazón para mal.

Cuando llegó el día de su regreso, Matvey, tras hacer las maletas, subió a un minibús rumbo a Kiev. El viaje fue largo, pero esta vez no miró por la ventana sin pensar. Sintió que no solo iba a trabajar, sino a una nueva etapa en su vida.

Al cruzar el umbral de la sala de seguridad, lo primero que sintió fue alivio. El ambiente había cambiado por completo. No había Nadezhda, ni rastro de la tensión que antes flotaba en el aire. Todo parecía tranquilo y serio. Libros de contabilidad limpios yacían sobre la mesa, las llaves colgaban cuidadosamente en ganchos y aún quedaba té caliente en el termo.

Resultó que Nadiya ya no trabajaba allí. Natalia Alekseevna, a pesar de su reticencia inicial a intervenir, se dio cuenta de que, tras aquellos acontecimientos, la cooperación entre ellos era simplemente imposible. Y, sin embargo, Matvey no se permitió el lujo de presumir. Es más, dio un paso que muchos habrían considerado extraño: ayudó a Nadiya a encontrar un nuevo trabajo. Llamó a una vieja conocida, llegó a un acuerdo por ella, y una semana después trabajaba cerca, con el mismo sueldo.

"Sabes, Matvey", le dijo su nuevo compañero Vasyl al enterarse, "no todo el mundo haría eso".

"Ese no es el punto, Vasyl. El punto es no caer más bajo que antes", respondió con calma.

Vasyl resultó ser un hombre de carácter diferente. Tranquilo, trabajador, sin intrigas ni conversaciones innecesarias. Proviene de un pueblo cerca de la capital, pero la vida no lo ha malcriado especialmente. Un hombre muy inteligente, exprofesor de una escuela rural. Trabajar en la base fue una verdadera salvación para él, y apreciaba cada turno. No hubo crisis nerviosas, situaciones incómodas ni contratiempos con él. Todos cumplían con sus tareas con claridad, y esto creó el ritmo de trabajo que Matvey tanto deseaba y que no existía cuando trabajaba con Nadiya.

Poco a poco, en esta nueva paz, Matvey volvió a prestar atención a cosas que antes se habían perdido entre las preocupaciones. Sacó su Samsung Note 2 —una compra que había deseado en su día— y exploró sus capacidades con curiosidad. Algunos se rieron de que el teléfono estuviera anticuado, pero para él era una verdadera "ventana al mundo". Aprendió a usar aplicaciones, descargó libros, leyó artículos sobre tecnología e incluso probó a trabajar con hojas de cálculo.

Entendió: el mundo cambia rápidamente y quienes aprenden rápido tienen ventaja. Las tecnologías modernas, internet, incluso la inteligencia artificial, todo esto despertaba en él no miedo, sino curiosidad. Porque Matvey creía firmemente: la herramienta no es la culpable de cómo se usa. Lo que importa es quién la tiene en sus manos.

«Si controlas la herramienta, te sirve», le gustaba repetirse mientras hojeaba otro artículo en su teléfono. «Pero si confías completamente en ella, empieza a controlarte».

Y en esto vio un cierto paralelismo espiritual: solo hay uno que realmente controla la vida de una persona: Dios, e incluso Él le da a cada persona el derecho de elegir el bien o el mal. Todo lo demás son solo medios auxiliares, talentos otorgados por Él. Y sería un pecado no usar estos talentos para el bien.

Así que dedicó cada minuto libre a crecer, no solo profesionalmente, sino también espiritualmente. Porque ahora Matvey sentía: la verdad había triunfado no solo en la historia con Nadia y Viktor. Había triunfado en su corazón. No permitió que la maldad ajena lo quebrantara o lo hundiera. Y esta fue la mayor victoria. Y lo más importante, defendió su honor y el de su esposa, pasara lo que pasara.

Y por delante... aún le quedaban nuevos desafíos. Pero estaba listo. Porque sabía: con la verdad en su corazón y con Dios en su vida, ninguna adversidad es terrible.




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