Extraordinario en la vida ordinaria

Capítulo 46. Delitos contra la tecnología

Poco después de varias semanas de silencio, Matvey notó que había un aire de alarma. El sistema que había estado construyendo, ladrillo a ladrillo, comenzó a emitir sutiles señales de interferencia. No eran críticas, no causaban pánico, pero... Matvey sintió que no eran coincidencias. Su intuición, la que nunca le había fallado, se avivó de nuevo.

Esta vez, se enfrentó a unos ladrones que no eran comunes. Eran profesionales tecnológicamente armados que sabían exactamente dónde atacar. Y todo empezó con lo más simple, a primera vista.

Un día, a plena luz del día, el sistema dio una señal de alarma: alguien había cegado el sensor de movimiento infrarrojo con un haz infrarrojo de enfoque estrecho. El sensor quedó "cegado", pero solo por unos segundos. Suficientes para comprobar la reacción del sistema, pero no para detectar al delincuente. Matvey llegó al lugar al instante, pero no pudo detectar al intruso. Sin embargo, comprendió que era un desafío.

No se quedó callado. Simplemente llamó al dueño de la empresa delante de todos, incluyendo al personal de seguridad y al personal, y, con la máxima seriedad, le pidió una lista de empleados con acceso a la zona de seguridad, con características profesionales. Fue una maniobra psicológica: reducir el círculo de sospechosos y demostrarle al posible delincuente que estaba bajo vigilancia.

La lista arrojó resultados interesantes: cinco personas tenían experiencia militar o formación técnica en radioelectrónica. Pero no había pruebas directas. Solo una corazonada, lógica y... tiempo.

Más tarde, alguien intentó silenciar el wifi. Y, efectivamente, varias cámaras miniatura ubicadas en zonas de difícil acceso dejaron de transmitir vídeo. Sin embargo, Matvey lo había previsto: todas las cámaras tenían copia local de la grabación en memorias flash integradas. También había cámaras fijas conectadas a la alimentación por cable y a un servidor local con protección contra sobretensiones e intentos de piratería.

También instaló sensores inerciales que respondían no solo al movimiento, sino también a la vibración; incluso el intento de acercarse a los cables o a la carcasa de la cámara activaba la alarma. Además, el sistema se actualizó con la última tecnología. Implementó:

Algoritmos inteligentes de reconocimiento de comportamiento que analizaban no solo la presencia de movimiento, sino también trayectorias sospechosas o acciones anómalas: movimiento lento, evasión de cámaras, retraso en la "zona ciega".

Una red local de transmisión de datos por fibra óptica, fiable e inaccesible a la interceptación externa.

Geocercas con balizas BLE, que permitían rastrear qué personal se encontraba cerca de un sensor específico en el momento del incidente.

Un sistema de energía de respaldo con doble fuente (batería y panel solar), oculto en el techo.

Trampas de señales: cables falsos y cámaras falsas que conducían a puntos de acceso falsos. Si el delincuente tocaba estas zonas, el sistema se activaba incluso sin hackear.

En la lucha entre el delincuente y el atacante, la victoria se ganaba por poco. Matvey comenzó a pasar la noche en las instalaciones, analizando registros, configurando sistemas de autoaprendizaje y consultando con especialistas en ciberseguridad. Comprendió que esta era una guerra no solo por la propiedad. Esto fue un desafío a su profesión, a su vocación: ser defensor.

Una noche, una inteligencia artificial detectó un movimiento inusual: alguien evadió las cámaras del pasillo siguiendo una trayectoria inusual. Matvey reaccionó de inmediato. Resultó que uno de los empleados llevaba un pequeño silenciador en el bolsillo: un dispositivo casero basado en un código abierto de internet. Fue detenido, pero resultó que solo estaba revisando el sistema… a instancias de otro.

Esta fue la primera pista. Más tarde, otro empleado desapareció del trabajo sin siquiera cobrar su salario. Se encontraron fotos de los esquemas del sistema de CCTV en su teléfono, que estaba en el taller.

Matvey no se limitó a proteger las instalaciones. Demostró que incluso en una época en la que el crimen usa gafas de realidad virtual y dispositivos láser, la mejor herramienta es una persona reflexiva, honesta y perseverante.

Se consolidó en lo principal: ninguna tecnología puede reemplazar el corazón, la mente y la conciencia. Y mientras esté de servicio, las instalaciones estarán seguras.




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