Extraordinario en la vida ordinaria

Capítulo 49. Preguntas que abren el futuro

Tras una cálida y conmovedora visita de sus familiares más cercanos —su esposa Valentina, su hijo Alexander y su hija Oksana—, Matviy pareció despertar de un largo período de semidormido. Sus sonrisas, caricias y miradas, que combinaban amor, orgullo y ansiedad por él, se convirtieron en una nueva fuente de energía. Sintió el fuego que ardía en su pecho, el que antaño lo había ayudado a superar los retos más difíciles. Y este fuego ya no solo lo reconfortaba, sino que lo impulsaba hacia adelante.

Ese día cambió algo en su interior. A sus cincuenta años, no se sentía viejo ni agotado; al contrario, parecía que comenzaba una nueva etapa en su vida. No solo servicio, no solo el cumplimiento de sus deberes, sino la creación real de algo importante que podría cambiar el futuro.

En los últimos años, había reflexionado cada vez más sobre el desarrollo tecnológico, pero ahora estas reflexiones habían tomado la forma de un objetivo específico. Estaba especialmente interesado en el papel de la inteligencia artificial en el ámbito de la seguridad. Matvey vio cómo el mundo cambiaba rápidamente: los riesgos aumentaban, los ciberdelitos se volvían más sofisticados y los intentos de infiltrarse en instalaciones estratégicas se volvían más complejos y bien planificados.

Los métodos de seguridad modernos ya no eran suficientes. Las cámaras grababan, pero no analizaban; los sensores se activaban, pero no entendían el contexto. El factor humano, a pesar de su experiencia y atención, tenía sus límites: fatiga, distracción, sobrecarga. Se necesitaba algo completamente diferente.

Matvey decidió: crearía un sistema de seguridad de nueva generación. No solo una "alarma inteligente" o cerraduras automáticas, sino un socio inteligente en el sector de la seguridad. Un sistema que no solo reaccionara a las amenazas, sino que también pensara, predijera, analizara y formulara preguntas como lo hace una persona, pero cientos de veces más rápido y con mayor precisión.

—¿Y si el propio sistema de seguridad pudiera hacer preguntas? —se preguntó pensativo, mientras caminaba por la sala—. Por ejemplo: ¿quién entró? ¿Tiene derecho? ¿Ha cambiado su ruta en comparación con visitas anteriores? ¿Su comportamiento cumple con los estándares de seguridad?

Su idea era simple y a la vez revolucionaria: el sistema no espera a que algo suceda, sino que interroga activamente cada movimiento, cada acción. Se suponía que sería un verdadero control en vivo, en el que la inteligencia artificial actúa como un empleado inquisitivo y meticuloso, nunca distraído ni cansado.

Empezó a tomar notas en un cuaderno:

> «La seguridad inteligente no se trata solo de cámaras y sensores. Es la capacidad de pensar y cuestionar en tiempo real. Sin emociones, pero con lógica, flexibilidad y profundidad de análisis».

Ya había visto cómo funcionaría: un empleado entra en el área; el sistema compara automáticamente su rostro con la base de datos, evalúa su forma de andar, analiza su voz y también comprueba si se ha desviado de su ruta habitual. Si incluso un parámetro excede los límites habituales, el sistema inicia una investigación adicional y toma una decisión: dejar entrar, detener, llamar a seguridad o bloquear el acceso.

Era importante que este sistema aprendiera. Cada día, cada situación debía enriquecer su experiencia. Los errores deberían convertirse en lecciones, las decisiones correctas deberían fortalecer los algoritmos. No debería ser solo un conjunto de reglas, sino un mecanismo de pensamiento capaz de actuar proactivamente.

Sentado frente al ordenador que Natalia Alekseevna le regaló, comenzó a diseñar la arquitectura. El elemento central sería un módulo de autoaprendizaje capaz de trabajar con grandes cantidades de datos en tiempo real. Quería que el sistema fuera capaz de reconocer incluso pequeños cambios en el comportamiento de las personas, por ejemplo, caminar demasiado rápido, cambiar el tono de voz o intentar evitar las cámaras.

Su plan era ambicioso: combinar análisis de vídeo, reconocimiento facial y de voz, análisis de patrones de comportamiento, verificación de documentos en tiempo real y predicción de amenazas. No se trataría solo de "seguridad", sino de una defensa inteligente y proactiva.

Matvey sabía que le esperaban meses, si no años, de trabajo. Pero ahora contaba con lo que lo impulsaría a seguir adelante: la confianza en sí mismo y el apoyo de su familia. El día que los vio, se dio cuenta de que todo lo que hacía solo tenía sentido cuando servía para proteger a sus seres queridos.

Cerró su cuaderno y miró pensativo por la ventana. Kiev comenzaba a oscurecerse tras él, y las luces de la ciudad parpadeaban como señales de un futuro aún por crear.

Este era el comienzo de un gran trabajo. Sus preguntas ya volaban hacia el futuro, buscando respuestas. Y Matvey estaba dispuesto a hacer todo lo posible para que estas respuestas formaran parte de un nuevo mundo: seguro, inteligente y humano.




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