Extraordinario en la vida ordinaria

Capítulo 53 — Buenas tecnologías de defensa

En la sala subterránea del centro técnico reinaba un silencio sepulcral, casi como el de un templo. Solo sombras infrarrojas y el resplandor azul de los hologramas se deslizaban por las paredes metálicas, creando la sensación de estar en otra dimensión. El zumbido del sistema de ventilación sonaba como un órgano distante, y una tenue luz proveniente de varios lados delimitaba el círculo formado por la gente.

Matvey invitó a quienes más confiaba: ingenieros, guardias de seguridad, filósofos e incluso a un poeta que una vez escribió poemas sobre antiguos castillos y puentes, pero que ahora se había convertido en su asesor de ética.

Levantó la mano, atrayendo la atención:

—Quiero que entiendan no solo cómo funciona nuestro sistema, sino por qué funciona. No solo con la mente, sino con el corazón.

Cruzaron los dedos y el primer holograma apareció en el aire: la silueta de una persona que entró lentamente en la habitación. A su alrededor comenzaron a formarse finas líneas: ondas de aire que divergían como en un mar invisible.

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1. AeroScan: tocando el espacio mismo

—Este es nuestro AeroScan —dijo Matvey—. No mira a la persona. La siente.

—¿Cómo exactamente? —preguntó el guardia de seguridad Oleg, agarrando la tableta.

El ingeniero Ilya, un hombre delgado con un mono azul oscuro, dio un paso al frente:

—Usamos microsensores de presión, turbulencia y temperatura —explicó— que detectan los más mínimos cambios en el volumen del espacio. Cada paso es una onda. Cada respiración es un cambio de presión. Lo registramos en tres dimensiones con una precisión de milimicrones.

—Entonces, ¿esto es… cómo ver con los ojos cerrados? —aclaró el poeta, observando distraídamente el holograma.

—Exactamente —sonrió Ilya—. Si estuvieras en una habitación oscura, sentirías que alguien se acerca. Solo que lo hacemos desde la distancia, sin luz, sin sonido.

—¿Y qué hay del ruido del viento o la lluvia? —Oleg no dudó.

—No importa —respondió Matvey—. No oímos el ruido, sentimos el roce del espacio. Y no se puede fingir.

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2. Captura Gravio: la suave fuerza de la detención

Matvey chasqueó los dedos y el holograma cambió. La persona corría, intentando escapar, pero el espacio a su alrededor brillaba, como si un rayo invisible hubiera aparecido en el agua. Sus movimientos se ralentizaron, sus piernas parecieron extenderse hasta el suelo.

—Captura Gravio —dijo Matvey—. Este es nuestro método para detenernos sin sufrir daño.

—¿Una trampa? —sugirió uno de los filósofos.

—No —objetó Ilya—. Es un aumento temporal de la gravedad local. No bloqueamos el sistema nervioso, no golpeamos, no agarramos. La persona simplemente siente que su cuerpo se ha vuelto diez veces más pesado.

—Y no pueden escapar —añadió Oleg—, pero tampoco están heridos.

—Los parámetros bioestables se mantienen normales —confirmó Ilya—. Pulso, respiración… todo está estable. No estamos luchando contra el cuerpo, simplemente deteniendo el movimiento.

Matvey hizo una pausa:

—Y lo más importante: GravioCapture se activa solo tras una orden humana: "Permiso Gravio". La IA escucha, prepara, ejecuta. Pero no decide. La decisión es solo de la persona.

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3. ¿Por qué es esto un avance?

El nuevo holograma se ha dividido en dos partes. A la izquierda, el sistema antiguo: cámaras, alarma, guardia con porra. A la derecha, AeroScan y GravioCapture, sin violencia innecesaria.

—Mira —comenzó Matvey—. La seguridad tradicional reacciona tras una infracción. Detectamos una amenaza incluso antes de que sea visible.

—Antes, para detener a un infractor, era necesario usar la fuerza —añadió Oleg—. Aquí, solo hay espacio.

—Y lo más importante —enfatizó Matvey—, la IA no es una regla. Es solo una herramienta, un espejo de la voluntad humana.

Miró a todos en el círculo, deteniendo la mirada:

—La seguridad del futuro no es miedo ni control. Es confianza sustentada por la responsabilidad. No ponemos trampas, creamos marcos. Si una persona no tiene malas intenciones, ni siquiera notará nuestra presencia.

El poeta dijo en voz baja:

—Has creado algo… como un jardín invisible. Aquí solo crece lo que no se destruye.

Matvey sonrió.

—Quizás así es como debería construirse el futuro. Las tecnologías pueden servir al bien. Lo principal es que la persona siempre esté en el centro del sistema.




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