Extras •ceo malo•

EXTRA 2 (⁠╥⁠﹏⁠╥⁠)

5 meses después

BASTIAN

Han pasado cinco meses desde que Beckett llegó a nuestras vidas, y el caos es real. Pero también lo es la risa. Y el amor. Y los pañales explosivos a las tres de la mañana. Preparo el desayuno mientras cuido de los niños, Andrea salió con Devora y estoy seguro que algo traman.

—¡Mía, Beckett no es una muñeca, por favor, bájalo del coche de muñecas! — le grito desde la cocina mientras intento que el café no sepa a desesperación.

—¡Pero él quería un paseo! —me responde con su voz más inocente, esa que me hace pensar que probablemente en otra vida fue abogada —, además, Bel dijo que era divertido…

—¡Yo no dije eso! —grita Bel desde el sofá.

Beckett, ya no es una pasa arrugada como le dice Mia. Ahora es una pasa gordita, cachetona y peligrosamente carismática. Mía, en cambio, es como una tormenta con tutú. A veces lo abraza como si fuera su osito de peluche favorito, otras veces le grita "¡No lo mires, es mío!" cuando él fija la mirada en un juguete que ella no ha tocado en tres semanas. Pero lo ama a su manera. Y mi Bel, mas grande y sabia, protectora que me dan celos como es capaz de cautivar a todos con solo hablar y ese “todos” me refiero a su querido amigo Damon que me alegro que esté fuera del país por una temporada.

Una noche, mientras les leía un cuento Mia me destrozo el alma cuando vio a sus hermanos dormidos y como desee ese dia que ella llevara mi sangre también cuando dijo:

—Bel tiene tus ojos, papi y Beckett también, pero cuando él sonríe, yo sí siento que somos iguales.

Esa noche me quedé mirándolos mientras dormían: Bel, con su brazo protector sobre Beckett, y Mía abrazando su muñeco, pero con un pie tocando al bebé como para asegurarse de que no se fuera a escapar por arte de magia.

Soy el padre de tres. Dos que llegaron antes que yo y me eligieron. Y uno que vino de mí, pero que también me eligió con cada balbuceo y sonrisa. Y eso, no lo cambio por nada y menos a la mujer que me dio la felicidad de ser padre y conocer lo que es el amor verdadero, mi vida entera, Andrea.

—¡Papiiiii! ¡Beckett se comió mi galletita en forma de unicornio! ¡Y yo le dije que era sagrada! —grita Mía, indignada.

Me preparo otro café y este doble, mirando al techo unos segundos y ahí vamos otra vez.

—Gaaaah —responde Beckett con su grito de batalla. Está sentado en el suelo, con la cara llena de migas y expresión de completa inocencia.

—¡¿Me estás sacando la lengua?! ¡Eso es una provocación! —Mía lo señala dramáticamente—, ¡Bel, dile algo!

Bel aparece en escena, mi pequeña… Con su Biblia en mano, con cara de monja pacifista y dice con total seriedad:

—No devuelvan mal por mal a nadie, Romanos 12:17.

Mía la mira con una ceja levantada, cruzada de brazos.

—¿Y eso qué quiere decir exactamente?

—Que no puedes devolverle el mal a Beckett, aunque haya destruido tu galleta unicornio. Es lo que haría Jesús.

—¿Y Jesús tenía un hermanito que se comía sus cosas? —refunfuña.

—Probablemente sí. Y lo perdonó. Porque el amor es más importante que una galleta con escarcha —responde Bel, como si eso cerrara el caso.

Solo suelto a reír y las dos me miran con molestia.

—¡Era escarcha rosa, mami y yo, caminamos mucho para encontrarla! —Mía grita.

Beckett, ajeno al drama, aplaude. Literalmente.

—¡No me mires con esos ojos grandotes! —dice Mía, pero su voz ya no suena enojada, sino resignada.

—El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta —Bel vuelve a recitar, y yo siento que si alguna vez ella funda una iglesia, yo seré su primera oveja.

—Bel, no quiero más versículos —gruñe Mía, lanzándose sobre el sofá como si su mundo acabara de colapsar—, quiero justicia. Y otra galleta.

Desde la cocina, yo hago lo que cualquier padre sensato haría: agarro el paquete de galletas y le esparzo brillantina comestible.

—Aquí tienes, mi gruñona —le digo y peino su cabello con mis dedos.

Beckett gatea a toda velocidad hacia mí, con esa habilidad de bebé ninja que asusta. Lo levantó justo a tiempo.

—No, señor. Ya tuviste tu cuota de azúcar y drama por hoy —le digo, mientras él lanza su cabeza hacia atrás en un mini berrinche teatral y comienza a llorar.

—¡Papi, te manipula con esos cachetes! —acusa Mía, como si ella no lo hiciera, ya tengo canas por ella y Beckett que solo es un bebe de meses.

—Sí…, pero son cachetes muy poderosos —digo, besándole uno.

Bel se sienta a mi lado, con su Biblia abierta y una sonrisa en los labios, y el bebe se acuesta en mi pecho atento a su hermana mayor, que le lanza besitos.

—¿Puedo leerles algo bonito?

—¿Incluye vengarse de hermanitos glotones? —pregunta Mía, esperanzada.

—No. Pero habla del amor. Del verdadero.

—A ver, Bel —le digo y no puedo evitar el nudo en mi garganta.

«Quisiera detener el tiempo»

— El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso y no se irrita ni guarda rencor…

Mía suspira, entendiendo lo que quiere decir su hermana con el versículo.

—Bueno… Está bien. Lo perdono. Pero que no se le ocurra comerse mi chocolate ese sí es sagrado.

Años después

Cumplir quince años es una bendición hermosa, un regalo directo de Dios. Me ha permitido vivir llena de amor y de una familia que no cambiaría por nada del mundo.

Hoy me preparo para consagrarme al Altísimo, para guardar mi vida y mi corazón solo para él, como muestra de agradecimiento por todo lo que ha hecho por mí…, y por mi madre. Él nos transformó la vida, y también puso a nuestro lado a un buen hombre, uno que ha hecho feliz a mamá, y que nos ha amado a Mía y a mí como si fuéramos sus propias hijas. Mi padre…, ese hombre que no me dio la vida, pero me la iluminó… Es la persona que más amo en esta tierra, después de Dios y mamá.



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En el texto hay: familia, amigos de infancia

Editado: 14.04.2025

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