N/A: Hola!! Empecé a escribir esto y no sabía cómo parar! Un poco cargado quizá pero espero que os guste, igual son añadidos a la novela. Retos más bien. Alguien me comentó que la boda de ellos sería épica. ¡Pues vamos allá!
********
Isabella
Aguanto la respiración y encojo el estómago con todas mis fuerzas, los dedos se me ponen blancos de tanto apretar el cabezal de la cama.
No puedo más, se me saltan las lágrimas, suelto el aire jadeando por el esfuerzo, la persona detrás de mí también jadea.
—¡Isabella! ¡Que no te sirve! ¡Que el cierre no sube! —chilla mi prima Lorena ya histérica.
Me sobo la cara nerviosa e intento recuperar el aliento ¡Una semana! Una sola semana en la que me relajé un poco ¿y ya no me entra? ¡No, imposible! —gimoteo— esto no me puede estar pasando.
—Vamos otra vez, Lorena —exijo inspirando con fuerza
—¡Estoy cansada, Isabella!
Mi prima se deja caer en la cama de la lujosa habitación del hotel costero que escogimos para celebrar la boda
Miro a mi alrededor buscando algo de apoyo, pero mis primas me esquivan la mirada, como yo, cada vez tienen menos esperanza de que no tenga que salir allá fuera en pijama.
Mi mamá y Kamille se llevaron a los niños hace casi una hora, cuando empezaron a llorar al ver que su mamá hacía ruidos extraños y lloraba, así que no las tengo para que me den alguna súper idea.
Se escuchan unos suaves golpes en la puerta y luego una voz masculina se cuela por ella.
—Eh… cuñadita, no es por meter presión ni nada de eso; ¿pero te arrepentiste acaso? Mi hermano está que se jala los pelos y creo que tu papá está un poco borracho… ¡¿sabes que llevas media hora de retraso?!
Soy yo quien me jalo de los pelos, literalmente, lo hago.
—Entra…
—¿Qué?
—¡Que entres, Sebastián! —Sebastián abre y entra, se le ve un poco asustado, más al ver cómo lo miro— acércate, párate frente a mí y cuando te diga, pon las manos en mi cintura y aprieta con fuerza.
Abre los ojos como platos y niega con las manos y la cabeza
—Sé que soy más guapo que Nate y reconozco que tus primas están como un tren y que quizá no hubo tiempo para despedidas de solteras pero… ¡Me niego a hacer cosas indecentes con ustedes! ¡Eres como mi hermana!
Estoy tan nerviosa e irritada que ni siquiera me lo pienso cuando me saco un zapato y se lo lanzo a la cabeza.
—Escúchenme bien —siento tanta rabia e impotencia que la mandíbula me tiembla—no he soportado ser la burla de toda la ciudad, la villana de toda la empresa, un embarazo de trillizos, un balazo, casi morir en un salón de parto y ser madre 24 horas de tres niños hiperactivos ¡para que ahora me venga a rajar por un estúpido vestido! —miro a Sebastián y lo señalo con el dedo— así que tú… ¡Ven aquí! —señalo a mis primas— ustedes, ¡prepárense para jalar y subir el zíper cuando Sebas apriete!
Milagrosamente todos me obedecen y se ponen en posiciones.
—Tres, dos ¡Ya! ¡Ahoraa…!
—Ahhh. Ahhhh —no sé por qué, todos gritamos mientras forcejean.
Yo por mi parte me aguanto del hombro de Seb y de Jimena mientras aruño y casi muerdo cuando Sebas me aprieta al punto en el que creo me va a partir las costillas; pero luego se escucha un zip y todos se queda en completo silencio
—¡Subió! —Amalia es la primera en hablar —¡subió el zíper. Lo logramos!
Mientras ellas chillan de felicidad, a mí el mundo empieza a darme vueltas.
—Isa… ¿Estás bien? —me pregunta Sebas agarrándome por los hombros descubiertos.
—Papá —alcanzo a balbucear y Sebas asiente antes de salir corriendo a buscar a mi padre
Mis primas empiezan a notar que no estoy tan bien.
—Isa…
Dando cortas inspiraciones y más tiesa que un palo, señalo mi zapato y luego mi cabeza. Una de mis primas me trae y me pone el zapato mientras otra intenta arreglarme el recogido, se miran una a la otra nerviosas pero ni se atreven a decir nada
Yo estoy que lloro, esto es un horror, esto es un infierno… ¡Ni siquiera me atrevo a hablar! ¿Cómo me haré para decir los votos y el sí quiero?
***
Un poco más, aguanta solo un poco más, Isabella.
Camino bien despacio, casi recargando todo el peso de mi cuerpo en el brazo de mi papá mientras llegamos al inicio de la senda que marcan los pétalos de rosa sobre la arena blanca, pétalos que se extienden hasta la pequeña plataforma de madera suspendida sobre el agua.
Es de tarde, el sol ha empezado a ponerse en el horizonte, el cielo malva se refleja en el agua serena de la playa mientras una suave brisa hace ondear los tules del sencillo arco frente al que Nate me espera.
Suspira con alivio cuando me ve y se peina nerviosamente el cabello y se acomoda el cuello de la camisa.
Su atuendo es sencillo: un traje color nácar hecho a medida y una camisa blanca sin corbata. El mío también es bastante sencillo, supuestamente, porque el corpiño ceñido hasta la cintura para luego caer en una cascada de tul blanco, me está trozando la vida, ¡literalmente!
Empiezan a sonar los violines y caminamos despacio por la senda detrás de las primitas de Nate que llevan las velas. Mi papá a duras penas contiene las lágrimas y por el rabillo del ojo veo a mis hermanos intentando contener a los trillizos que se retuercen e intentan correr hasta la senda; yo solo tengo ojos para él, el hombre que me espera ansioso al final de la senda.
Casi no puedo respirar y veo punticos blancos por todas partes, pero sus ojos brillosos y su pequeña sonrisa hace que mi corazón arda de dicha y que se me salgan las lágrimas.
La plataforma se tambalea precariamente cuando ponemos los pies en ella, siento que me mareo pero rápidamente paso del brazo de mi papá a la mano de Nate y quizá la aprieto con demasiada fuerza.
Nos acomodamos, el pastor comienza a hablar, Nate no deja de mirarme con una sonrisa en la cara; mi corazón empieza a latir muy de prisa y cada vez es menos el aire que llega a mis pulmones