Extras. El ladrón y el príncipe sapo.

EXTRA. 7. CUPIDO Y EL CONTRABANDISTA DE ESPECIAS.

DANTE.

Ni siquiera estaba seguro de por qué me encontraba regresando a ese lugar. Claro que había una deuda que cobrar por todas las especias que se habían hundido en el agua, y que, debido a eso, finalmente me había visto obligado a cumplir con las responsabilidades que tanto estuve aplazando.

Ser un contrabandista fue un juego al inicio. Algo que me ayudó a no tener que lidiar con mi realidad; sin embargo, con el paso del tiempo conseguí buenos clientes, y de alguna forma le tomé cariño a lo que hacía. No obstante, en cuanto mi madre se enteró de que mi mercancía estaba perdida, volvió a insistir en que, como el mayor de mis hermanos, mi deber era hacerme cargo del negocio, que consistía en criar y vender caballos. Aunque aquel trabajo no me desagradaba, tomar la posición de mi padre, me hacía sentir como si finalmente aceptara que él se había ido. Como si estuviera dispuesto a dejar que lo poco que quedaba de él se desvaneciera, cuando en realidad era todo lo contrario, pues lo extrañaba, y no me creía capaz de ser el encargado de mi familia.

Para cuando consideré dar marcha atrás, la puerta ya había sido abierta, dejando a la vista al rubio, quien me observaba con una mezcla de irritación y nerviosismo.

—¿Qué haces aquí?—cuestionó el hombre.

—Traigo el Greenro para tu hermana —respondí, levantando la pequeña bolsa de papel donde aquella hierba verde se encontraba—. Además, te recuerdo que tenemos asuntos pendientes, así que espero que no pensaras que lo había olvidado.

—Desearía que lo hubieras hecho—soltó sin mucho entusiasmo.

—Ciertamente, eres más agradable cuando estás ebrio —dije, recordando todo lo que habíamos conversado la noche anterior en el bar.

—Tú eres igual de desagradable, de ambos modos —respondió sin cambiar su actitud, y no pude evitar sentirme ofendido.

—Veo que hacerte viejo te vuelve insoportable —dije, esperando que aquello lo molestara.

—¿Seguirás con eso?—cuestionó irritado—. Solo nos llevamos un par de años, la cosa es que tú eres demasiado inmaduro para la edad que tienes.

—Y tú, demasiado bajo para ser mayor —me burlé, inclinándome ligeramente hacia él, sin poder evitar sonreír.

Cupido estaba por responder cuando Tiberia llegó hasta donde nos encontrábamos.

—¡Dante, veo que trajiste lo que necesitaba! —la chica sonrió ampliamente.

Tanto físicamente, como en actitud, Tiberia parecía ser todo lo contrario a su hermano. La menor era demasiado energética y alegre, mientras que Cupido se mostraba más serio. Además, ella tenía un largo cabello café y ojos de un tono casi amarillo.

—¿Estás bien?—el rubio se acercó a ella, con expresión preocupada, pues Tiberia tenía aspecto desaliñado. Su cabello estaba despeinado, su ropa sucia y además se encontraba con Vladimir, quien llevaba uno de sus grandes brazos vendados.

Me sorprendía ver al chico en compañía de Tiberia, pues aunque trabajaba para otras personas, no parecía gustarle estar rodeado de gente, sino que más bien era un tipo que disfrutaba de su soledad, y siendo honesto, alguien que intimidaba demasiado. Por eso aún no podia creer que él me hubiese ayudado la noche anterior al salir del bar.

—Estoy bien —respondió la más baja tomando la bolsa de entre mis manos—. Solo me estoy acercando aún más al erradicador.

—Sigues con eso, y a mis espaldas —contestó Cupido, con tono de indignación. —Es peligroso que vayas por tu cuenta.

—No estaba por mi cuenta, fui con Vladimir —se defendió la chica, señalando al de tatuajes con la cabeza, para después regresar su atención a la bolsa de papel.

—Quien no es más grande que tú —le recordó el rubio.

—Es más grande que todos aquí —se mofó Tiberia.

—Sabes que me refiero a la edad—dijo Cupido aún con seriedad.

—Dijiste que 5 años no eran mucha diferencia, así que debería dar lo mismo si va con él o contigo —intervine para molestarlo, y Tiberia hizo un gesto dándome la razón.

Cupido me lanzó una mirada de enojo, mientras se cruzaba de brazos.

—Doce años, si lo son—debatió.

—De acuerdo —respondió Tiberia, quien no parecía querer alargar la discusión—. Te diré a la próxima, ahora ya debería preparar la pócima, aún debo dejar que repose al menos 24 horas, así que no hay tiempo que perder.

—¿Todo un día?—cuestioné con asombro, pues tenía curiosidad por saber lo que pasaría cuando la chica lograra rastrear al asesino.

—Un potenciador de magia requiere de paciencia —dijo Tiberia mientras se dirigía hacia la puerta. —¿Te veo después?—cuestionó cuando notó que Vladimir estaba por marcharse.

—No vayas sola—respondió el tipo únicamente.

—No, claro que no lo hará —intervino Cupido con tono de advertencia.

—Te buscaré entonces —soltó la chica, sonriendo ampliamente, y el de tatuajes finalmente se retiró.

—¿En serio te gusta ese tipo, verdad?—cuestioné observando con curiosidad a la más baja.

—Creo que nunca he sido muy sutil —respondió, entrando a la casa, y deteniéndose cerca del marco de la puerta.

—Me sorprendió escucharlo hablar —admití—. Hasta ayer hubiese pensado que no tenía lengua. En fin, creo que tú también le gustas.

—Tienen poco de conocerse, no pueden saber eso —intervino Cupido con incredulidad.

—No habría manera de que tú lo sepas— canturreó la menor.

—¿No estás casado, anciano?—cuestioné con diversión. — A tu edad eso es muy raro.

—No tengo porque responderte—soltó con enojo.

—Y aun así lo estás haciendo—contesté con satisfacción.

—Mi hermanito es un tipo solitario —habló Tiberia—El día que no aleje a alguien será un milagro.—añadió observando al mayor—En fin, me iré a lo mío. Eres bienvenido a quedarte, pero quizás no sea muy divertido, podrías perder un ojo o tener algún otro accidente. —Tiberia soltó una risita y finalmente entró a la casa.

—Creo que es hora de que te marches —dijo Cupido, observándome con impaciencia.




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