Tres años después
Inglaterra
Ainara cortó la llamada de Carol, su nueva niñera y que, al parecer, dejaría de serlo a por como se escuchaba al teléfono, cuando solicitó verla,
Miró a su compañera de trabajo y le señaló el teléfono.
—¿La niñera?
La pregunta de su amiga le hizo a Ainara asentir con su cabeza, recostando su cabeza en su brazo que reposaba en el mostrador.
Exhaló un suspiro, mientras regresaba el aparato a su bolsa.
—Debo marcharme. Puedes, por favor... —dejó la frase a medias, pues su amiga la entendía. No era la primera vez que debía escaparse del trabajo.
—¿Otra niñera escapada? Al parecer tu peque sigue haciendo de las suyas.
—Ni lo menciones. Desde que cerraron la guardería, no hay ni una niñera que aguante sus travesuras. En fin, es demasiado inteligente que a veces hasta yo me sorprendo. Bueno, voy a informarle a Santiago lo que sucede. En la computadora está la información de los pacientes que están a mi cargo. Ya hice las curaciones y revisiones correspondientes, solamente debes estar pendiente por si necesitan algo. —decía Ainara, mientras tomaba sus cosas—. En cuanto solucione todo, vendré, te debo una comida por todos los favores que me haces.
—Acepto esa comida, pero si vienen junto a unos tragos no me quejo.
—Los tragos te debo, pero la cena es segura —dijo Ainara, guiñándole un ojo, antes de abrazar a Danna. Una morena de exuberantes curvas y cabello largo y negro como la noche misma que desde que Ainara había empezado a trabajar en el hospital como enferma, fue la persona quien la ayudó en todo y que aún lo sigue haciendo—. Gracias por todo. Trataré de no demorarme.
—Ve tranquila, no hay problema.
Ainara esbozó una sonrisa de agradecimiento, mientras sacudía su mano a modo de despedida, y avanzaba hasta el consultorio de Santiago.
En cuanto estuvo frente a la puerta, dio unos golpes que fueron contestados con el permiso de Santiago.
—Debo irme a casa —informó, sacando su cabeza por la apertura que dejó al abrir la puerta—. Otra niñera que obtuvo sus travesuras.
Santiago negó con su cabeza, al tiempo que se levantaba y avanzaba hasta donde Ainara, donde tras estirar su mano, la tomó de la cintura, haciéndola internarse en su consultorio.
—Ve tranquila a verla, después me encargaré de buscarle una nueva niñera —informó y la abrazó, para después de inclinarse hasta su altura, besó su mejilla—. Tengo una reunión con el director del hospital y creo no poder volver a casa con ustedes. Llévate el auto y yo iré luego
—¿Una reunión? ¿Algo grave?
—Nada grave, tranquila.
Ainara asintió con su cabeza y elevó sus brazos para enredarlos al cuello del hombre.
—No me demoro, tal vez podamos ir a comer algo antes de que vayas a tu reunión, ¿te parece?
—Lo que digas, corazón. Sabes que me encanta comer con ustedes y... —calló cuando unos golpes en la puerta, provocó que la pareja se alejara y girara a mirar quién era.
—Doctor, llegó la paciente de las diez.
Ainara miró a la mujer, para luego otorgarle una sonrisa a ella y a Santiago, para después alejarse y salir del consultorio y después del hospital, donde seguidamente se dirigió hasta el auto.
Mientras iba manejando hasta donde ahora era su casa, recordó, como los días, meses y años que transcurrieron, fueron de una manera que ahora los veía tan lejanos; incluso como si nunca hubieran ocurrido.
Desde aquel día en que Ainara tomó la decisión de marcharse dejando atrás todo, inclusive a su amor; un amor que casi la mataba, habían sido dolorosas a la par de desesperantes, cuando en las noches la soledad era su única compañera y su bebé en su vientre que se movía cuando ella la acariciaba, era su única salvación, además de Santiago quien estuvo con ella como un amigo incondicional sin atreverse a faltarle el respeto, sus sentimientos que antes eran como una turbulencia en un mar embravecido, sin embargo, ahora podía decir que estaba en paz.
No obstante, en aquel entonces, creyó que no soportaría por mucho tiempo lejos de su familia, pero cuando su memoria le hacía rememorar que, no solamente el desamor de Dante iba a matarla, sino que su tío y las persecuciones, cambiaba de parecer, obligándose a acostumbrarse a estar bien.
Cuando llegó a Inglaterra y después de pasar por aquellos momentos, empezó a trabajar como ayudante en el hospital donde trabajaban Santiago, pero había empezado a gustarle atender a pacientes, por lo que después de que su embarazo estaba a salvo, comenzó a estudiar, convirtiéndose ahora en una enfermera.
Ahora, no solamente compartían trabajo, sino que, hace un año, habían comenzado a vivir como una pareja. A pesar de que Santiago jamás se aprovechó cuando se encontraba en momentos difíciles, voluble que caería sin miramientos en una trampa, si no más bien estuvo con ella siendo un amigo incondicional, aunque nunca dejó de demostrarle lo que sentía por ella con un detalle para hacerla sentir bien, hasta que al final, cuando se sintió lista para empezar de nuevo le dio una oportunidad a la que no se arrepentía, porque ahora aseguraba que estaba feliz.