Extremo amor

Capítulo [2] De regreso.

Tres años atrás.

En cuanto Ainara regresó a su casa, fue directamente a su habitación, dejándose caer a la cama, donde se permitió derramar las últimas lágrimas por Dante, porque después de ese día, ya no lo haría más, pero antes de marcharse, meditó que debía dejarle una carta de despedida a Dante, aunque no se la mereciera.

Se levantó de la cama y se dirigió hasta su escritorio y de este sacó una hoja y con un bolígrafo, comenzó escribir:

 

A ti que creíste que alejarme era lo mejor para los dos, pues déjame decirte que ahora veo que estabas en lo correcto. En su momento me sentí devastada, pues quería un futuro contigo; de verdad que lo quería mucho. Me imaginaba a nosotros juntos hasta el último de nuestros días, donde los dos nos perdíamos en la mirada del otro. Sin embargo, ahora me encuentro añorando lo que pudo ser y no fue, siendo consciente de nuestra trágica situación y como al parecer tendremos nuestros propios finales felices por separado.

Me alejo y también te olvidaré como tanto lo deseas. Desapareceré tal y como lo hicieron tus recuerdos de mí, de tu memoria.

Sé que tal vez no leas esto y aunque no lo hagas, llevaré estas letras tatuadas en mi memoria y esta es mi última confesión de amor.

Sé feliz, Dante.

Ainara...

Ainara mientras estaba escribiendo la carta para Dante, le fue inevitable no derramar algunas lágrimas, por lo tanto, en la hoja con sus letras, había dejado algunas gotas en esta.

La dobló y tras guardarla en un sobre, la dejó en la mesa, para seguidamente caminar hasta su guardarropa y sacar su maleta. Santiago le había dicho que el viaje sería para el día siguiente, por lo que no podía demorarse mucho.

Mientras guardaba la ropa, su madre entró apresurada, llamándola. 

—¿Qué se supone que haces, Ainara? Y, ah. —jadeó Maritza al ver como su hija empacaba sus cosas—. ¿A dónde se supone que vas, hija?, ¿por qué empacas?

Aunque Ainara escuchó las preguntas formuladas de su madre, las ignoró, ahora dirigiéndose hasta los cajones de su ropa interior para así mismo guardarlas en la maleta. 

Maritza, al verse totalmente ignorada, se apresuró a tomar la mano de su hija y detener lo que hacía.

—Responde —exigió, haciéndola girar—. ¿Qué está sucediendo? ¿Dante te hizo algo más?

Ainara cuando escuchó nombrar a Dante, en ese momento le prestó atención.

—He decidido alejarme por un tiempo. Es por mi bien y el del bebé, mamá. Por favor, apóyame en esto. Necesito alejarme de todo esto. —comentó, ocultando sobre que era siendo perseguida y claramente siendo una amenaza para su vida—. Prometo que estaré bien. Además, me iré con Santiago —cerró sus ojos —. Es decir, Santiago es quien me lleva, pero yo quiero irme con él. 

—Ainara, no sé si sea correcto, porque estás casada. Se ve mal.

—Me voy a divorciar de Dante —dijo, dejando en silencio a su madre—. Él perdió la memoria de los últimos tres años. No me recuerda para nada, mamá —Ainara inevitablemente sollozó, dejándose caer a la cama, al tiempo que cubría su rostro—. Mamá, antes de seguir haciéndome daño, estoy segura de marcharme. 

—Ainara.

La aludida destapó su rostro, para mirar a su madre.

—No quiero hacerte sufrir mamá, pero creo que es la mejor decisión que puedo tomar.

—¿Estás segura de lo que quieres hacer? Sabes que siempre estaré de tu lado y esta no será la excepción y, pese a que siento dolor porque te alejarás de nosotras, tampoco puedo exponerte a más sufrimiento. 

—Mamá —gimió dolorosa, recostándose en el pecho de su madre, como cuando era pequeña.

En ese momento un sollozo se escuchó, llamando la atención de la madre e hija, que giraron a mirar, encontrándose con que Amelia se encontraba de pie en la puerta, cubriendo su rostro.

—¿Es verdad que te vas?

Ainara lentamente asintió, comenzando a explicarle todo a su hermana, desde la perdida de memoria y el ofrecimiento de Santiago.

—Es por mi bienestar y el del bebé. Por favor, hermana —la miró con súplica, esperando su reacción, a lo que en respuesta, Amelia se acercó hasta ella y la abrazó.

Esa noche, después de que sollozaran porque eran conscientes de que se separarían, sin saber cuándo volverían a estar juntas. Así que, las tres juntas, durmieron en la cama de Maritza, rememorando a tiempos de antaño.

Cuando el sol aún no salía, Ainara se despertó y llamó a Karina, a quien le explicó lo que había sucedido con Dante cuando los habían dejado a solas, para después pedirle que dejara la carta en el escritorio de Dante y que cuando sepa su dirección, ella le haría saber para qué le envíe los papeles del divorcio.

Estaba decidida a olvidar a Dante y lo lograría.

Cuando terminó la conversación y se despidió de su amiga, observó a su madre y hermana descansar, haciendo una silenciosa despedida, pues debía estar en el aeropuerto y el taxi le había informado de su llegada.




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