Extremo amor

Capítulo [4] Caprichoso destino

Pasado

Dante miró la tarjeta que aquella mujer le había dejado, para proceder a tomarla entre sus manos y dado a la tenue luz, apenas pudo leer su nombre.

—Samantha Smith. —susurró y lo repitió en su mente, sonando conocido aquel nombre, sin embargo, en ese momento, le importó muy poco aquello y tampoco se exprimió el cerebro tratando de recordar quién era esa mujer.

Su mente ahora mismo se encontraba en un solo sitio y era en donde reposaba su Camelia y su pequeño que no le importaba y tampoco quería pensar en algo más.

Tras guardar la tarjeta en el bolsillo de su saco, le dio otra calada a su cigarro, terminando el contenido de su vaso, lo elevó al mozo para que se lo llenara.

Supuestamente hace tres años había sido su duelo, pero no recordaba cómo lo vivió en ese momento, sin embargo, ahora iba a perderse en el alcohol para tratar de olvidar lo que su atormentada mente le hacía, ya que no estaba solamente, el hecho de qué perdió a su familia, sino ese grito de aquella mujer resonaba constante, casi al punto de enloquecerlo porque al no recordara nada, le sonaba molesto, por lo tanto, después de aquel trago, vinieron muchos más, al punto de embriagarse entre sus recuerdos y el alcohol que le hicieron derramar algunas lágrimas de dolor.

Se levantó, pero el mundo giró a su alrededor, por lo que volvió a sentarse, al tiempo que cerraba sus ojos y después de un momento, lo intentó, logrando hacerlo esta vez. Después de pagar, salió y no sabía si fue efectos del alcohol o su muy vívida imaginación, pero la rubia loca del bar se encontraba recostada en un auto. 

Masculló una maldición, porque cuando la luz del cigarrillo demostrando que era inhalado, le indico que era verdad que estaba ella allí. La ignoró y tambaleándose un poco, continuó su camino. Casi de inmediato escuchó el repiqueteo de los tacones a su lado.

—¿Por qué me sigues? —interrogó Dante, pestañeando varias veces para mantenerse atento—. No me interesas. Creo que quedó claro en el bar.

—Tampoco me interesas o bueno, un poco. No quiero estar sola esta noche y mirando entre todos en el bar, eras lo mejor que había allí. Así que —se encogió de hombros y le dio otra calada al cigarrillo—. No me interesa algo serio, de verdad lo digo. Pero en realidad no quiero estar sola.

—Al contrario de ti, quiero estar solo, esa es la diferencia. Vete a buscar a alguien que pueda ser tu compañía, que a mí no me interesa serla —siseó con la voz más fría que pudo articular—. No me molestes más —ordenó, deteniendo sus pasos y girando a mirarla. La detalló, advirtiendo como su rostro no demostraba ninguna expresión, algo que le pareció interesante, aun así, se giró y continuó su camino, afilando su oído por si la mujer lo seguía, pero no escuchó nada.

Mientras avanzaba hasta algún lado, los cielos se oscurecieron, comenzando a llover, pero en esos momentos todo le importaba poco, así que continuó su camino.

Cuando llegó a su casa, estaba totalmente empapado, además de sentirse mejor de su borrachera, por lo que, recordando las palabras de Karina, se dirigió hasta su despacho y cuando se acercó hasta este, observó el sobre y tras sentarse, procedió a leerlo.

En cada línea escrita podía distinguir el dolor, provocando que su estómago se contraiga y más cuando observó el papel con rastros de lágrimas en él.

—¡Ah!, ¡maldita sea! —estaba molesto, pero sin saber los motivos de por qué, y cuando una a romperla, no pudo hacerlo, pues una lágrima había caído en la hoja, así que, se tocó la mejilla y soltó otra maldición, para guardarla en el cajón.

Metió su mano al bolsillo del saco para buscar un cigarrillo, encontrándose con la tarjeta de esa mujer y mientras la gritaba entre sus dedos, procedió a llamarla.

>>¿Aún te sientes sola?

Dijo Dante cuando la llamada fue abierta, de inmediato escuchó un suspiro del otro lado de la línea y cuando iba a cortar, escuchó la voz de la mujer.

<<¿Tú deseas compañía?

 

 

♤<☆>♤

Presente 

Dante siguió con su escrutinio a la pequeña que había chocado con él y que, por alguna razón, sus ojos le llamaron mucho la atención, puesto que se miraba en ellos.

—¿Quién eres? —interrogó Dante, pero tal vez formuló la pregunta muy fuerte porque la pequeña comenzó a sollozar con fuerza—. Oye, deja de llorar, no quise ser duro. Ah, quiero decir, ¿dónde están tus padres?

Danielle suspiró, al tiempo que negó con su cabeza y frunció su boca haciendo una mueca divertida, mientras se limpiaba las lágrimas.

Dante miró con atención sus regordetas manos, pareciéndole, extrañamente... lindas.

—Si supiera —hizo silencio cuando pensó cómo seguir la frase—, mis papis, no sé dónde están —volvió a callar, para seguir meditando en lo que seguirá diciendo—, si lo supiera, iría a ellos.

Dante, que no había sido el único en escucharla, en ese momento escuchó las risitas por las palabras inteligentes de la pequeña, además del acento Inglés que le hacía sonar más especial, provocando que él también esbozara una sonrisa.




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