Fábulas de Catopolis

La fábula de los gatos gemelos y el cocodrilo

Hace mucho tiempo, antes de que los siete reinos existieran, había un hermoso bosque cerca de una cordillera montañosa que ahora se le conoce como «la sierra del alba». En él, vivían diversas criaturas que siempre estaban en armonía, que preferían no pelear ni hacer destrozos mientras pudieran. Tal era el caso de las bestias gato, las cuales vivían en uno de los claros del bosque, mismo que era liderado por una gran pantera de nombre Shakar.

Shakar era un líder justo, noble y estricto. Nadie podía mover un sólo bigote sin la autorización del gran felino, y siempre estaba al pendiente de cada uno de los gatos que se encontraban bajo su mando, sobre todo de los más jóvenes, pues tenían ese espíritu rebelde que ponía en peligro su seguridad, así como la de la manada.

De todos los chicos, los más traviesos eran un par de gemelos idénticos, de pelaje dorado, blanco y negro, cuya apariencia era casi idéntica, excepto por sus ojos, cuya heterocronía era opuesta. Ambos gatitos, Ghen y Mhel, nacieron al mismo tiempo de su madre, y habían siempre estado juntos desde entonces.

Los chamanes describieron a Shakar que, sin dudas, los gemelos eran una señal divina de prosperidad, por lo que trató de protegerlos siempre tanto como pudo. Les daba todo en la garra, pero era muy estricto a la hora de sus tareas y deberes. Nunca les quitaba el ojo de encima y los ponía a hacer tareas sumamente complicadas en conjunto, tratando de hacer que su sincronía creciera todavía más.

Un día, cansados de los mandatos de Shakar, ambos pequeños pidieron a su madre salir jugar a las cercanías del rio, a donde la mujer debía ir para recolectar agua y beber de ella los adultos que la acompañasen.

La gata, hipnotizada por los bellos rostros de sus hijos, pidió permiso a Shakar para que ambos fueran con ella. Al principio, la pantera no deseaba que se alejaran de su vista, pero vio que ya eran grandes y no tan ingenuos. Creía fervientemente que habían aprendido ya lo básico de su manada y que no causarían problemas si iban con su madre, la cual era una fiel servidora del reino. No obstante, tampoco era tonto.

—Pueden ir contigo —habló regio la pantera, algo que alegró a la gata—, sin embargo, serán tu total responsabilidad, y lo que les pase, te ocurrirá a ti diez veces —esto alertó a la mujer, misma que, de inmediato, se retractó por temor.

Cuando los gemelos supieron esto, se molestaron demasiado. Mhel llamó a su madre cobarde, algo que se ganó un zarpazo de la progenitora, uno que casi le crea una cicatriz.

Molesto, el gemelo lastimado corrió a su hogar, seguido por Ghen, el cual se disculpó con su madre.

Pasó una semana, y nuevamente era hora de ir al rio. Decepcionada de sí misma, y arrepentida, la madre volvió a pedir permiso, y la advertencia fue dada una vez más, pero ahora ella iba decidida, por lo que no esperó a decirles a sus gemelos que podían acompañarla.

Ambos estaban sumamente felices. Iba a ser la primera vez que por fin iban a salir, algo que jamás habían experimentado antes. Así que, contenida la emoción, se prepararon y atendieron cada indicación de la gata que trataba de no quitarles el ojo encima en cada momento.

El rio era enorme. Brillaba muchísimo con la luz del sol y su agua era completamente cristalina. Tanto así, que se podía ver perfectamente a través de la misma. Había muchos peces, anfibios y de más criaturas nadando por todos lados. Esto llamó la atención de los gemelos, y por instinto Ghel trató de atrapar un pez, mas su madre lo detuvo, alterada.

— ¡No! Son muy pequeños para pescar —instruyó la gata con la mirada puesta en Ghel—. Ya tenemos pesca, nosotros vinimos por agua. Tomen hasta quedar saciados, porque volveremos tan pronto tengamos las tinas llenas. Me van a ayudar cada uno con una —alertó la madre, para pronto ambos bajar la mirada y las orejas, retirada la mayor del lugar para tomar agua junto a ellos.

Los pequeños, un tanto intimidados, saciaron su sed. Mhen notó entonces que su hermano parecía un tanto molesto, porque obviamente las cosas no estaban yendo como las imaginó.

Al terminar de beber, justo al lado del rio, ambos gemelos jugaron unos minutos mientras se recolectaba el agua, y una vez llenas las cubetas, se les ordenó dejar el recreo para regresar al claro con el líquido de una vez.

Ambos gatitos hicieron caso, mas algo extraño sucedió. Ghel escuchó un pequeño chistido provenir del agua. El pequeño volteó y no vio nada ahí, tan sólo el fluir del rio y unos cuantos peces, por lo que no prestó atención y se reunió con los demás cuando su madre lo llamó, sacándolo del trance en el que se había metido él solo.

Al llegar, Shakar revisó a ambos cachorros. Notó que todo estaba bien con ellos, sólo que estaban agotados por el esfuerzo que era traer el agua y se burló de ambos de momento.

— ¿Aún quieren ir por el agua? —Preguntó la pantera, y ambos pequeños respondieron afirmativamente, cosa que molestó al felino negro, algo que alteró el ambiente tranquilo de la manada—. Yo creo que mejor no. No volverán a salir hasta que tenga más edad —dichas esas palabras, el líder caminó hacia su hogar, molesto Ghel ante esa declaración egoísta.

Durante la noche, el pequeño gato no podía dejar de pensar en el chistido que escuchó. Algo dentro de él le decía que no lo imaginó, que algo había ahí. Mas ahora iba ser más que imposible regresar al rio, así que decidió tratar de olvidarlo.

Pasó el tiempo, y ambos gatos ya no eran cachorros. Al menos no tanto, pues por primera vez, Shakar les dio permiso de volver a salir, sólo que esta vez a pescar, junto con otro grupo de fuertes gatos que los iban a instruir en la labor.

Esto puso muy felices a los gemelos, más porque los habían restringido demasiado desde la ocasión anterior, y poder regresar al rio, ahora a cazar, parecía un gran alivio para ambos.

Al llegar, uno de los mayores les explicó la técnica, el movimiento, la astucia y el objetivo de la pesca. Todo aprendido magistralmente por ambos gatos, quienes empezaron su labor de manera eficiente y casi nata, algo que sorprendió a los demás, por lo que los dejaron hacer su trabajo por su lado.




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