Al día siguiente, Faddei estaba en el baño, recién salido de la ducha. Adormilado, se lavaba los dientes, escupía en el lavabo y se enjuagaba la boca cuando escuchó un suave golpe en la puerta. Con el ceño fruncido, se acercó y la abrió, encontrándose con Natalia, también medio dormida.
—Dmitri dice que ya vayamos a Australia —comentó ella, con la voz rasposa por el sueño.
—Está bien, ya me cambio —respondió Faddei, cerrando la puerta.
—Esperaré aquí afuera —afirmó Natalia, recostándose contra la pared del pasillo.
Después de unos minutos, Faddei salió del baño, ya vestido con su disfraz naranja con franjas negras y toques blancos, la capucha/máscara colocada pero sin cubrir aún su rostro.
—Listo —dijo, su mirada seria y concentrada.
Ambos bajaron del edificio y se dirigieron rápidamente al jet privado que los esperaba. La aeronave despegó con rumbo a Sydney, Australia. Durante el vuelo, la tensión y la anticipación llenaban el ambiente, aunque apenas intercambiaron palabras, concentrados en la misión que tenían por delante.
Al aterrizar en Sydney, fueron recibidos por el mismo Camaro que habían usado anteriormente, ahora reparado y listo para la acción. Se subieron al coche, Natalia al volante y Faddei en el asiento del copiloto, y se prepararon para enfrentar el siguiente desafío en su lucha para detener el ataque inminente.
La ciudad de Sydney se extendía ante ellos, un nuevo escenario para su misión. Con el rugido del motor del Camaro resonando en sus oídos.
—¿A dónde vamos? —preguntó Faddei, dudoso, mientras se abrochaba el cinturón.
—Ahí no estoy segura —contestó Natalia, frunciendo el ceño.
—¿Hay alguien aquí lo suficientemente importante para Ravageclaw? —cuestionó él, buscando alguna pista en su mirada.
—Sí, lo hay —respondió ella, recordando de repente a esa persona crucial—. Arranca, yo te guío.
—Está bien —dijo Faddei, asintiendo.
Con un rugido del motor, Faddei arrancó el Camaro y lo condujo a toda velocidad por la ciudad. Natalia le daba indicaciones rápidas y precisas, guiándolo por calles concurridas y vueltas cerradas. Faddei manejaba con destreza, esquivando el tráfico y manteniendo el coche bajo control.
Finalmente, llegaron a una casa en un tranquilo barrio residencial. El contraste con la urgencia de su misión era notable. Natalia y Faddei salieron del Camaro y se dirigieron a la puerta principal. Natalia tocó el timbre con firmeza, y después de unos momentos, la puerta se abrió lentamente.
Unos señores de cincuenta y tantos años los recibieron, su expresión llena de sorpresa y confusión.
¿¡Qué quieren aquí!? - exclamó intrigada preguntando - ya le dijimos a usted y a su escuela de inadaptados que no - agregó la señora confundiendo a Faddei y a Natalia con otras personas, tratando de cerrar la puerta con fuerza, pero Faddei la detuvo en el acto, su mano firme impidiendo que cerrara la puerta por completo.
—Señora, no hemos venido por eso. Somos los agentes Mirage y Grigger. Su hijo está en problemas —respondió, su tono serio pero calmado.
—¿Ahora qué hizo? —preguntó el señor, asomándose detrás de su esposa.
—Nada, alguien lo busca. Debemos ponerlo a salvo —contestó Natalia, tratando de calmar la situación.
—¿Quién lo persigue? ¿Quién quiere a mi pequeño? —cuestionó la señora, con la preocupación evidente en su voz.
Natalia y Faddei intercambiaron una mirada significativa antes de sugerir entrar y explicar la situación adentro. Sin esperar una respuesta, se metieron en la casa, seguidos por los padres preocupados.
A lo lejos Ravageclaw los observaba frustrado.
Una vez dentro, Faddei y Natalia les contaron a los padres lo que estaba sucediendo. Les explicaron sobre la amenaza que pendía sobre su hijo y la necesidad urgente de protegerlo. Después de un momento de shock y confusión, los padres asintieron, aceptando la gravedad de la situación.
Finalmente, fueron guiados al cuarto del chico. Allí, conocieron a un adolescente de once años, caucásico, con pelo castaño y ojos café clarito.
—¿Zack? —preguntó Natalia, acercándose mientras abría la puerta.
—¿Qué? —cuestionó adormilado, volteando hacia la puerta—. Ya le dije a ese vaquero y a su gente que no quiero ir con ellos —agregó mientras se levantaba, aún somnoliento.
—No venimos en su nombre, Zack —dijo Faddei, entrando en la habitación.
—¿Faddei? —cuestionó el adolescente, levantándose extrañado y emocionado.
—Ese soy yo —respondió Faddei con una sonrisa.
—¿En serio eres tú? —preguntó Zack, emocionado.
—Eso creo —respondió Faddei, bromeando.
Zack lo abrazó emocionado.
—Eres mi ídolo. Supe de ti cuando peleaste contra Titaness y cuando luchaste al lado del tipo con una "S" en el pecho —mencionó, con los ojos brillantes de admiración.
—Guau, eso fue hace mucho —contestó Faddei, con una sonrisa nostálgica.
—Ven —dijo Zack, agarrando su mano y llevándolo hasta una caja con periódicos—. Siéntate —sugirió.
Faddei se sentó, intrigado por lo que Zack tenía que mostrarle. El adolescente sacó unos periódicos viejos de la ciudad de León y otros de la ciudad de Sydney, y se los enseñó a Faddei.
—Guau, estos son muchos acontecimientos de muchos años —dijo Faddei, examinando los periódicos con interés.
—Así es —afirmó Zack, asintiendo con la cabeza.
—Guau, ¿cuándo peleé contra "la hiena" por primera vez? —murmuró Faddei, perdido en sus recuerdos.
—¿Cuándo fue eso? —preguntó Natalia, acercándose a ellos con curiosidad.
—Ah, como por el año dos mil quince, creo —comentó Faddei, tratando de recordar.
—Sí, en ese año —afirmó Zack, confirmando la información.
—¿De dónde o cómo conseguiste tantos periódicos? —le preguntó Faddei a Zack, intrigado por la colección.
—Pues tengo mis trucos —respondió Zack, con una sonrisa enigmática.
De repente, Zack extendió la mano y con un gesto sutil, un puño de agua se materializó frente a ellos, flotando en el aire como una esfera. Con un poco de concentración, Zack manipuló las moléculas de agua y las transformó en un juguete, que flotaba sobre su palma. Con un movimiento ágil, lo pasó a Natalia, quien lo recibió asombrada.