Fairy Tale - Un viaje a otro mundo

Capítulo II - Imperio

            « ¿Imperio? ¿Monarca de Cuba? Ya claro y yo soy la princesa Diana»

            Comienzo a reír frenéticamente y antes de que me dé cuenta ya estoy de pie y aplaudiendo. No sé cómo lo hicieron pero esta broma quedó muy bien, la mejor que he visto en toda mi vida.

            —Esa fue una buena—le sonrío al disque Monarca. Me volteo en dirección a los otros dos que están en la habitación—Ustedes si fueron unos buenos extras. Mis respetos.

            — ¿Perdón? —el “Monarca” me mira de pies a cabeza como si yo estuviera loca.

            ¿Loca yo? Loco él que dice tales barbaridades. Observo todo el lugar en busca de las cámaras pero no veo nada. El rostro de los extras es muy gracioso, parecen sorprendidos de que haya descubierto la broma, ellos también me miran duda. Vuelvo mi vista al “Monarca” y este tiene una mueca muy rara en su rostro.

            Comienzo a asustarme, ellos no se ríen. Normalmente en estas situaciones cuando te atrapan en la broma te ríes, tampoco veo que nadie aparezca. Con mi mano derecha froto con ansia mi cuello, me entra la duda y el pánico.

            — Es una broma verdad— prácticamente suplico con mi voz quebrada— ¿Verdad?

            Nadie me dice nada, me quedo estática en mi lugar con cada célula de mi cuerpo en estado de shock. Veo junto a la cama una ventana y salgo corriendo hacia ella tratando de ver que hay fuera de esta habitación. Los extras, o guardias, ya ni sé, tratan de detenerme pero los esquivo por otro lugar, la habitación es muy grande.

            Cuando llego junto a la ventana y miro por ella el mundo se me viene encima, me quedo paralizada mirando el hermoso jardín que se inclina ante mí, los guardias en cada esquina y los muros, aun es de día y se ve a algunos sirvientes venir e ir de aquí para allá.

            Me quedó tan ensimismada que no presto atención cunado los guardias vuelven a tomarme de los hombros y me llevan frente al “Monarca”. Mi respiración cada vez es más irregular, mi cuerpo pesa y siento que ya no puedo sostenerme. Alguien dice algo que no entiendo, pareciera que estoy a quilómetros de distancia, me dejo caer y es como si una enorme piedra me estuviera aplastando, no soy capaz de articular palabra y tampoco soy consciente de las voces a mí alrededor. Todo se pone oscuro.

            Comienzo a escuchar ruido a mí alrededor, se siente todo tan lejano. Poco a poco ese ruido se convierte en voces de personas.

            — Fue un shock—dice alguien.

            —Mis guardias examinaron sus huellas y no hay nada, es como si ella no existiera—reconozco la voz del “Monarca”

            Con dificultad trato de abrir mis ojos y un fuerte dolor de cabeza me llega de golpe, suelto un quejido y llevo mi mano a mi cabeza. Trato de observar todo lo que puedo pero solo vislumbro un alto techo y una extravagante lámpara.

            Me siento en la cama y volteo mi rostro hacia las voces que me preguntan cómo me siento. El “Monarca” está sentado en el sofá con su semblante serio, junto a él un joven muy atrapante me mira con diversión. Por inercia llevo mi mano a mi pecho recordando que no traía ropa solo para darme cuenta que de alguna forma llevo un vestido blanco muy suelto, aun siento el frescor en mi entrepierna por lo que deduzco no llevo ropa interior.

            Junto a mi hay un señor haciéndome preguntas que no respondo, me ilumina un ojo con una linterna y me hace otros chequeos. Me quedo callada tratando de asimilar toda esta locura en la que estoy metida. Hace nada estaba en mi casa discutiendo con mi padre sobre mi futuro, y en la noche iría a tomar algo con mis amigos, tenía helado y chocolate esperando por mí en el refrigerador y ahora …. Y mi mamá ¿Cuando la veré de nuevo?

            Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos y como siempre los mocos las acompañan, me volteo en dirección al doctor y con mi mano temblorosa agarro su antebrazo, él no se queja, solo me mira preocupado.

            — ¡Quiero a mi mamá!— pido con la voz rota.

            El doctor me mira con lastima y coloca su mano sobre la mía, me da una sonrisa y sé que él no puede ayudarme. Retiro mi mano y comienzo a llorar a todo pulmón. El doctor me dice que todo estará bien y trata de tranquilizarme, pasa su mano por mi espalda y me pide que deje salir todo. Trato de calmarme y dejar de llorar pero mientras más lo intento más termino llorando, no puedo ni decir una palabra completa pues la voz se me va a cada segundo.

            Pasan minutos y por fin puedo calmarme. En la habitación en la que estoy hay varias personas diferentes, el “Monarca”, el doctor, el chico atrapante, y algunos guardias y otros que no sé quiénes son. Bueno la realidad es que no conozco a nadie aquí.

            Despejo mi mente pues necesito saber más de este lugar y su gente, y para ello debo escuchar a quienes están a mí alrededor. Alguien me pide que me relaje y que solo desean saber quién soy, que nada malo me pasara.

            — ¿Te llamas Ágata Ruiz y tienes diecisiete años?—pregunta una mujer alta junto a mí.

            Yo solo asiento con mi cabeza. Se aleja y hablan entre ellos, me mantengo en mi lugar expectante. Luego de hablar la mujer se vuelve a poner junto a mí, esta vez la detallo bien y veo que lleva algún tipo de uniforme, además de que trae un arma en el cinturón. El Monarca” les ordena a algunos que se retiren de la habitación, entre ellos el doctor, que me mira y me sonríe, creo que trata de tranquilizarme. Solo quedan unos guardias en el fondo de la habitación y cinco personas más.

            Un señor arrastra una silla para sentarse junto al pie de la cama, tiene una libreta en la mano y parece que va a escribir algo pero luego de mirarme unos segundos desiste y la coloca sobre la cama.

            —Hola Ágata—me saluda— Soy el jefe de la Policía Nacional, puede llamarme Hugo.



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En el texto hay: romace, amor real, monarcas

Editado: 14.08.2022

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