Fairy Tale - Un viaje a otro mundo

Capitulo III - Gintama

            Llorar, eso fue todo lo que hice esa noche. Luego de que el príncipe me contara muchos hechos históricos, y yo contara los que sabía, nos dimos cuenta de que algo raro pasaba, no solo con Cuba sino con el resto del mundo. No eran iguales. Nada lo era. La historia cambió a partir de 1800 aproximadamente, la verdad no puedo comprobarlo pues no sé tanto de historia universal como me gustaría, pero fue a partir de ese año que se notan las diferencias.

            Esa noche me hicieron miles de preguntas durante dos horas completas, mi cerebro casi muere. Me preguntaron las mismas cosas una y otra vez. Una vez el interrogatorio acabó me llevaron a una habitación donde me dejaron con un sirviente, me dijeron que de momento dormiría ahí y que podía pedir lo que deseara. Pensaron que no lo noté pero en el corredor habían muchos guardias, estaba presa. Cuando finalmente me quedé sola lloré como una niña, nada me podía salvar de ese dolor tan atroz que padecí al caer en cuenta de que nadie de mi entorno existía, toda mi vida fue destruida en segundos.

            La culpa de no poder despedirme de nadie, el dolor de que probablemente no volvería a verlos y la incertidumbre de no saber que pasaría conmigo hicieron lo suyo y terminé quedándome dormida mientras lloraba.

            Los días siguientes fueron difíciles, cada cosa que hacía me recordaba a mi hogar y eso me deprimía, fue necesario que un psicólogo me atendiera para que me ayudara a aceptar esta realidad y para que yo dejara de, a cada segundo, buscar alguna forma de regresar.

            Llevo dos semanas exactas aquí y ya conozco a muchas personas. El rey a veces me ve y me saluda aunque yo lo evito bastante, no porque él me desagrade sino por vergüenza y porque  no sé como tratar con alguien así. Isabela fue de lo mejor que me pudo pasar, es un ángel, un ángel con un oscuro secreto que guardar, pero dejando eso de nado es muy normalita.

            Mis días se han vuelto algo locos, trato de conocer más de este lugar para saber porque estoy aquí y como regresar. Exacto, mi psicólogo fue terrible pues no me quitó de la cabeza la idea de regresar a mi hogar, nadie podría. Además luego de conocer más de este sitio descubrí algo muy interesante que definitivamente no pasa en mi mundo.

            — ¿En qué piensas?—pregunta Andrea, está sentado frente a mí con su vista fija en el libro que tiene en las manos.

            Él es… bueno es Andrea, no sé cómo describirlo, físicamente es fácil, cabello largo por los hombros de un negro brillante, casi siempre recogido en una coleta, ojos grises y rasgos finos. Andrea es igual de perfecto que de peligroso, a simple vista es muy atrapante pero distante, como su hermano, el príncipe Airas, aunque a Andrea nadie lo llama príncipe ni nada así, él es diferente. Según todos, simplemente es Andrea.

            Lo conocí la noche después de llegar, y todo fue raro y especial, como él. Sonrío pensando en ese día, fue la primera vez que reí desde que había llegado. De alguna forma ambos nos topábamos siempre, aunque al principio él huía de mi pues decía que yo era una loca, finalmente se acostumbró a mí existencia por lo que me permite pasar las tardes junto a él en la terraza, siempre está aquí para la merienda leyendo algo. Un dato curioso: el condenado lee muy rápido, demasiado.

            —Pienso en la magia—le digo con una sonrisa.

Andrea resopla y esa es la señal de que se molestó por mi comentario.

            —No hay mucho que pensar, algunos la tienen, la mayoría no. Simple—su voz es severa y firme.

            Andrea se parece más al rey que el príncipe Airas, sobre todo por como hablan, tan similar, con tanta confianza y autoridad.

            —Quiero hacer magia—comento con alegría.

            Andrea da un pequeño brinco en el asiento, se queda quieto y da la impresión de ser una estatua, luego de unos segundos levanta la vista del libro y me permite ver sus ojos, esos que me juzgan duramente cuando hablo, sus labios están sellados en una regular línea que poco a poco se va deshaciendo dejándome ver sus dientes.

«Es raro verlo sonreír»

            Me digo a mi misma para justificar el vuelco que sufre mi corazón cuando lo veo hacer esos gestos tan raros que tiene, como arquear una ceja, hacer muecas cunado algo le molesta, y su poco común sonrisa.

            —Tu definitivamente estas de manicomio—dice con burla, arruga un poco su entrecejo como si algo estuviera ocupando su mente— tal vez lleves medicación.

Me rio con falsedad de su mal chiste.

            —No sabía que supieras hacer bromas. Sangron impertinente—murmuro esto último por lo bajito.

            Andrea arquea una ceja como diciéndome “Yo no estoy bromeando” y sé que no lo está, el hijo de su madre puede ser muy pesado si lo desea.

            — ¿Qué tiene de malo? Acaso tu no podrías enseñarme—muerdo mi labio inferior dudando sobre lo que le voy a decir—Me dijeron que tú eres muy bueno con la magia.

            —Quien te lo dijo—la sonrisa se esfuma de su rostro dejando ver algo de enojo.

            —Alguien—esquivo sus ojos.

            Hace una que otra mueca de las suyas y parece tener un debate interno sobre qué hacer a continuación. Al cabo de un tiempo chasquea los dientes y murmura una maldición.

            —Una vez—dice serio—si fallas nunca más hablaras de magia.

            Mis ojos brillan de emoción, la sola idea de poder conocer de magia es una nueva oportunidad para mí, y esa exactamente es la razón por la cual aún creo que podré regresar a casa, en este mundo existe la magia.

«Nunca pensé que desearía volver con tantas ganas a ese socialismo»

            Andrea examina mi rostro y es como si buscara algo en mi interior por lo cual esquivo nuevamente sus ojos, odio mirarlo fijamente, sonará raro pero me siento desnuda ante él y su mirada.



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En el texto hay: romace, amor real, monarcas

Editado: 14.08.2022

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