Faith (melodía de amor 1)

Capítulo 1

Enero, 2021.

El concierto había llegado a su fin y los siete chicos que integraban el grupo se despidieron de las miles de personas que los miraban aplaudiendo, gritando y vitoreando con entusiasmo.

Entraron en el camerino compartido y se sentaron en los sofás, cansados de tanto bailar y cantar. Necesitaban unas vacaciones, pero aún les quedaban varios conciertos por delante.

Los siete tenían los ojos cerrados cuando escucharon la melodía del móvil de uno de ellos a lo lejos.

Todos alzaron las cabezas para mirarse entre sí, hasta que uno de ellos se levantó para coger el teléfono de su bolso. Descolgó y salió del camerino para poder hablar con más tranquilidad.

—¿Qué tal el concierto? ¿Te ha dolido el hombro? —le preguntó una voz femenina por el otro lado del auricular.

—El concierto ha sido espectacular y el hombro me duele un poco. Creo que vas a tener que echarle un vistazo —contestó el chico con una leve sonrisa y tocando su hombro dolorido con la otra mano.

—Ya te dije que no lo forzaras. Eres un terco. ¿Cuándo puedes venir y te lo miro?

—Mañana llegaré. No sé cuánto tiempo estaremos.

—Llámame en cuanto puedas e iré a donde estés.

—¿Te vas a convertir en mi fisioterapeuta privada? —le inquirió con diversión.

—Si es necesario, lo haré. Cuídate.

—Tú también. Nos vemos —se despidió el chico.

Colgó la llamada, se dio media vuelta para regresar al interior del camerino y se sobresaltó al ver a sus compañeros asomando las cabezas por el hueco de la puerta.

—¿Qué hacéis ahí? —quiso saber el joven con el semblante serio.

—¿Tienes novia? —preguntó el líder del grupo con una sonrisa traviesa.

—No. Solo es una buena amiga. Mi fisioterapeuta para más detalle —respondió caminando hacia ellos para cambiarse de ropa y regresar al hotel para descansar.

Sus seis compañeros lo siguieron con la mirada, sorprendidos por la poca expresión en el rostro de su amigo. No era un chico de muchas palabras, no obstante, más de una noche lo habían escuchado hablar con alguien durante más de una hora e, incluso, reír a carcajadas. Se encogieron de hombros y lo imitaron. También estaban deseando descansar en la cómoda cama del hotel, por lo que no indagaron mucho más en el tema.

***

Al día siguiente, cogieron el vuelo que tenían programado a las diez de la mañana y aterrizaron tres horas más tarde en el aeropuerto de Notbosa, isla Kakó.

Parecía que habían tenido suerte y los periodistas no estaban esperándolos. Se montaron en los coches y pusieron rumbo hacia el hotel.

El cantante estaba dejando sus cosas en la habitación asignada cuando preparó el móvil para hacer una videollamada a su amiga. Estaba sacando su ropa de la maleta cuando la chica contestó:

—¿Cómo estás?

—Bien. Ya estoy en la ciudad. ¿Cuándo tienes libre?

—Mi turno termina en dos horas. Mándame la ubicación y me encontraré contigo allí —respondió la muchacha tomando un sorbo de café.

—No sé si estaré en la habitación o ensayando. Avísame cuando salgas y te confirmo.

—De acuerdo. Por cierto, me alegra mucho poder verte en persona después de tantos meses —le aseguró ella dedicándole una sonrisa.

—Yo también. Nos vemos más tarde.

Cortaron la llamada y el chico salió de la habitación para encontrarse con sus compañeros en el dormitorio de su manager y, así, conocer lo que le deparaba el día.

***

La chica terminó con su último paciente del día, se cambió de ropa y salió del hospital mandando un mensaje a su amigo.

Caminó hacia su coche esperando la contestación cuando alguien la llamó:

—¡Faith!

Miró a su espalda y se encontró con uno de sus compañeros del hospital.

El chico moreno de ojos y piel y cuerpo musculado se acercó a ella con una gran sonrisa en los labios y le preguntó:

—¿Te apetece almorzar conmigo?

—Lo siento, Benedit. Ya he quedado. En otra ocasión, ¿vale?

—Claro, sin problema. ¿Necesitas transporte? —el muchacho se había desilusionado con la negativa de la muchacha, pero no desistiría en su empeño de conquistarla.

—He traído mi coche. Gracias de todas formas —el móvil sonó cuando le llegó un mensaje—. Perdona, tengo que irme.

—Nos vemos mañana —le dijo observando cómo la chica se alejaba hasta su vehículo.

La joven puso el GPS para llegar a la ubicación de su amigo y arrancó el motor.

Condujo hasta la dirección indicada, aparcó en la calle trasera y entró en el hotel. Caminó hacia el ascensor y pulsó el botón con una S en relieve.

El cubículo se paró en el sótano y la muchacha siguió la música que escuchaba al final del largo pasillo. Abrió la puerta con cuidado y buscó con la mirada a su amigo. Éste estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de espejo y mirando los pasos de baile que sus compañeros hacían.

La chica cerró la puerta detrás de ella, en silencio para no molestar, cogió su móvil y le mandó un mensaje a su amigo: <<Ese pelo azul oscuro te queda muy bien>>. Vio cómo él lo leía y alzaba la vista para buscarla.

El chico se levantó al divisarla en la puerta y se acercó a ella sonriendo bajo la mirada estupefacta de sus seis compañeros que dejaron de bailar.

—Por fin nos vemos —le dijo él abrazándola.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez —añadió ella sonriendo contenta—. ¿Te duele o tienes alguna molestia en el hombro?

—Un poco de molestia, por eso he dejado de ensayar.

—¿Puedes escaparte unos minutos para echarle un vistazo?

—Claro. Vamos, en la habitación estaremos más cómodos.

El joven abrió la puerta para marcharse con ella cuando escuchó unos carraspeos a su espalda y una voz masculina que lo llamó:




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