Faith estaba terminando con su último paciente cuando Benedit se acercó a ella sonriendo con coquetería.
El chico esperó a que acabara y la siguió hasta el vestuario.
—Benedit, es el vestuario femenino. No puedes entrar. ¿Por qué me sigues? —Le inquirió la muchacha con la mano apoyada en el pecho del joven para frenar su caminata.
—Quiero preguntarte si hoy podríamos almorzar juntos. Lo hemos pospuesto muchos días y me apetece mucho ir contigo —contestó él ilusionado por la pequeña esperanza de que aceptara.
—Esta semana es complicada. ¿Te parece si lo dejamos para la siguiente?
—Vale. ¿Qué es lo que te tiene tan ocupada?
—No es de tu incumbencia, ¿no crees? —le inquirió ella al ver el rostro serio del joven—. Te veo mañana.
Faith entró en el vestuario dejándolo solo en el pasillo, se cambió con rapidez y salió chocando con Benedit que continuaba en el mismo lugar.
—Empiezas a preocuparme —le dijo el muchacho siguiéndola con un poco de dificultad.
—No lo hagas. No es nada malo y, mucho menos, ilegal —respondió ella saliendo del edificio para dirigir sus pasos hacia el aparcamiento.
—No puedo evitarlo. Eres mi… amiga y no quiero que te pase nada.
—No va a pasarme nada. Sé defenderme solita. Gracias por tu preocupación, pero estoy muy bien. Tengo que irme.
Se montó en el coche, arrancó el motor y se alejó despidiéndolo con un movimiento de mano. La chica lo miró por el retrovisor y sintió que un escalofrío le recorría de pies a cabeza. ¡Por los dioses! Ese chico no le daba buena espina y no sabía por qué.
Aparcó cerca del hotel, bajó hasta el sótano y los integrantes del grupo la recibieron con un aplauso cuando cruzó la puerta.
La joven se quedó petrificada y con las mejillas sonrojadas por la vergüenza que aquello le estaba dando.
—¿Habéis hecho algo y aplaudís para que no me enfade? —Supuso la muchacha caminando hacia donde estaba sentado Kwan.
—¿Tan malos crees que somos? —Le inquirió Eun-Ji con una sonrisa mientras se preparaba para continuar ensayando.
—No lo sé. Ya estoy acostumbrada a mis hermanas y desconfío, sobre todo de la más pequeña.
—¿De cuántas hermanas estamos hablando?
—De tres. La más pequeña os conoce y me va a acompañar al concierto. Casi me mata a besos cuando le enseñé la foto de las entradas —la joven quitó la venda del tobillo de Kwan, le hizo un pequeño masaje con una crema y volvió a vendarle.
—¿Por qué no la traes mañana? —Le preguntó Eun-Ji caminando hacia ella para coger una botella de agua.
—Puede darle un ataque al corazón cuando os vea —se rio la muchacha quitando la crema de sus manos.
—Intentaremos que no pase. Tráela mañana.
—Está bien. ¿Seguro que no os importa?
—Por supuesto que no —dejó la botella en el suelo, al lado de la pata de la silla donde ella estaba sentada y regresó para continuar con el ensayo.
Los minutos pasaron y uno de los camarógrafos que grababan todo lo que los chicos hacían en el día, se resintió de las lumbares. Se acercó a la fisioterapeuta y le preguntó si podía ayudarlo.
Faith se frotó las manos para calentarlas, puso un poco de crema en ellas y le hizo un masaje al hombre.
El camarógrafo casi gemía al sentir cómo sus músculos se destensaban donde la chica ponía sus dedos.
Eun-Ji los observó desde el centro de la sala y fulminó al chico con la mirada. Éste pareció darse cuenta y dejó de hacer los ruidos que parecían gemidos.
En cuanto la fisioterapeuta terminó, el hombre le dio las gracias y se alejó de ella para volver a coger la cámara y continuar grabando.
Las locuras de los integrantes de la banda continuaron hasta casi la noche y a la chica ya le dolían las mejillas de tanto reír.
Min Ki le entregó las entradas a su amiga con una sonrisa antes de que se marchara y ella las guardó en su cartera con cuidado.
—Recuerda traer a tu hermana mañana —le dijo Eun-Ji al lado de su compañero, despidiéndola, aunque no quería que se fuera.
—Lo haré. Hasta mañana. Descansad y no dejéis que Kwan desobedezca mis órdenes.
—No te preocupes, las llevará a rajatabla. Me ocuparé de ello.
—De acuerdo. Nos vemos.
Todos los presentes en la sala se despidieron de ella y la chica se marchó con una gran sonrisa de oreja a oreja.
Le encantaba pasar aquellas horas con ellos. Eran muy divertidos y se preocupaban de que estuviera cómoda y no le faltara ni agua ni comida.
Dejó el coche delante de su casa, entró en la vivienda y subió la escalera para ver primero a su hermana pequeña.
—Summer —la llamó desde la puerta—. ¿Tienes algo que hacer mañana a las cuatro?
—No. ¿Por qué? —La adolescente siguió escribiendo en su tableta digital.
—Quiero presentarte a unas personas. Te recogeré en casa cuando termine en el hospital.
—¿Qué personas? ¿Y para qué quiero conocerlas? —Inquirió la muchacha terminando los deberes de ese día.
—Unas personas que quieren conocerte. Te aseguro que no querrás volver a casa cuando las veas. Díselo a mamá cuando te recoja del instituto.
Faith entró en su habitación cuando su hermana se encogió de hombros y se dio una ducha antes de meterse en la cama. Cerró los ojos y se durmió en menos de lo que canta un gallo. Estaba exhausta.