Seena, la madre de Faith, entró en la habitación de su primogénita y la llamó para que se preparara. Eran las ocho y media de la mañana y debían irse dentro de unos minutos hacia el polideportivo.
La chica se desperezó en el interior de la cama y se levantó para lavarse la cara y cambiarse de ropa. Era demasiado temprano, pero quería ver el partido de su hermana, sobre todo, porque podría ser el último en mucho tiempo.
Se puso unos pantalones vaqueros, un jersey de punto con una camiseta interior blanca, se calzó con unas botas de media caña y se atavió con el abrigo y una bufanda. Bajó la escalera con el bolso colgado de su hombro, saludó a todos los presentes y entró en la cocina para tomar un vaso de leche antes de salir.
—Summer y Maedow irán contigo, Faith. Nosotros nos vamos ya para que Hyacinth pueda prepararse y calentar bien antes del partido —le informó Horace, su padre, mientras cogía las llaves de su coche del bol que descansaba encima del zapatero de la entrada.
Los padres de la chica y su segunda hermana se marcharon y Faith se acercó a la escalera para llamar a su tercera hermana:
—¡Maedow, date prisa o llegaremos tarde!
—Ya voy. ¿Me dejas una mochila pequeña? —Le preguntó desde el descansillo de la primera planta.
—Cógela del armario. ¡Aligera!
La joven bajó las escaleras corriendo, se puso la mochila en la espalda y siguió a sus hermanas hasta el coche.
La fisioterapeuta dejó el vehículo en el aparcamiento del polideportivo y las tres corrieron hacia el interior para ver el calentamiento de ambos equipos.
Se sentaron en las gradas, en la segunda fila, detrás de sus padres, y animaron a Hyacinth con un pequeño baile que siempre hacían en esos momentos de partidos.
***
A las diez en punto el partido dio comienzo y las tres hermanas animaron a la jugadora. Hicieron su baile especial y gritaron cuando la chica marcó.
Faith estaba concentrada en el partido, pero algo le decía que alguien la observaba. Otra vez esa sensación que no le gustaba ni un pelo. Se deshizo del escalofrío que recorrió su cuerpo y se propuso centrar toda su atención en su hermana.
De nuevo estaba inmersa en ello cuando alguien le rozó el brazo con demasiada confianza. La chica miró a su derecha y un hombre ataviado con una gorra de béisbol, una mascarilla y unas gafas de sol la miró. Se inclinó hacia ella y le susurró:
—¿Quién es tu hermana?
Los ojos de ella se abrieron de par en par al reconocer la voz de Eun-Ji y le sonrió. Se acercó a él un poco más y le señaló a la chica con el número siete en la espalda.
—¿No tenías que estar en un avión? —Quiso saber contenta de tenerlo a su lado.
—Nos vamos esta noche, así que, he decidido venir a ver a tu hermana y pasar el resto del día contigo. Por cierto, no he venido solo —le dijo señalando con un movimiento de cabeza a la fila de atrás.
La joven miró y vio a los otros seis chicos con la misma máscara que su novio. Ellos la saludaron con un movimiento tímido de las manos y aplaudieron cuando el equipo de Hyacinth volvió a marcar. Sin embargo, la jugadora se llevó la mano al antebrazo y Maedow observó que estaba sangrando.
—Enseguida vuelvo —les informó a sus hermanas antes de lanzarse a la pista y correr por el filo hasta su hermana.
El grupo las contempló a ambas desde la distancia, impresionados por el parecido entre las cuatro chicas. Era imposible que fueran todas tan hermosas.
Maedow curó la herida de su hermana, la vendó con firmeza y regresó a las gradas para continuar animando mientras Hyacinth entraba al partido y marcaba una vez más.
—¿Qué ha pasado? —Le preguntó Faith a su tercera hermana cuando llegó hasta ella.
—Nada importante. Se ha hecho una pequeña herida con la red cuando ha rematado —explicó la joven con su mirada celeste clavada en el partido.
La fisioterapeuta asintió y continuó animando a su segunda hermana haciendo el baile con las demás y con los chicos cuando cogieron el ritmo.
***
El partido finalizó y toda la familia de Hyacinth gritó y saltó de alegría al ver que habían ganado con una gran ventaja de puntos. Se acercaban a entrar en las semifinales y todas las jugadoras del equipo estaban dispuestas a llegar a la final.
Los espectadores salieron del polideportivo y los chicos se quedaron con las hermanas hasta que los padres llegaron.
Faith los presentó sin alzar mucho la voz y los integrantes del grupo se descubrieron un momento los rostros para que pudieran verlos.
—¿De ellos fue el concierto de ayer? —Quiso saber Horace pasando su mirada de uno a otro.
—Sí, papi. Estuvieron genial —respondió Summer con emoción.
—¿Y qué pensáis hacer ahora? Nosotros vamos a celebrar la victoria de nuestra hija en el jardín de casa.
—Será un placer asistir a esa celebración, si ustedes nos invitan —contestó Eun-Ji con educación y suavidad.
—Por supuesto, era una invitación. Vamos a ir preparando la barbacoa. ¿Te llevas tú a tus hermanas? —Le inquirió a la fisioterapeuta para que esperara a la jugadora.
—Claro, id delante —convino la muchacha con una sonrisa. Estaba segura de que su madre recogería toda la casa antes de que ellos llegaran.
La pareja se despidió y los demás esperaron a que Hyacinth saliera del polideportivo para regresar a la casa y almorzar.
***
Todos estaban apoyados en los coches y riendo por las ocurrencias de cada uno de los chicos, hasta que Hyacinth salió acompañada de sus compañeras de equipo y se acercó al aparcamiento con el ceño fruncido al ver a tanta gente.
Sus hermanas la alabaron mientras caminaba hacia ellas, se abrazaron formando una piña y saltaron haciendo el grito del equipo: