Faith se despertó temprano, se vistió y puso rumbo hacia el hospital. Aún quedaba una hora para que su turno comenzara, por lo que aprovechó para ir a hablar con su superior y comunicarle que se iría en dos semanas.
Entró en el despacho, se sentó enfrente de su jefe y le dijo:
—He venido para comunicar que me iré del hospital.
—¿Por qué? ¿Ha ocurrido algo? —Se interesó el hombre de pelo blanco y regordete.
—No, claro que no. Me han ofrecido otro empleo y he decidido aceptar.
—¿No hay nada que te haga cambiar de opinión?
—No, lo siento.
—Tus pacientes lo van a sentir más. Te adoran. No sé cómo haré para explicarles tu marcha.
—Mis compañeros también son buenos. No creo que me echen de menos.
—Está bien. Empezaremos a tramitar tu baja. Al menos tendremos dos semanas más para poder encontrar una sustituta y seguir disfrutando de tu compañía. Te echaremos de menos —le comentó el hombre estrechando la mano de la chica con una sonrisa en los labios.
—Y yo a vosotros. Gracias por todo.
La joven salió de la estancia y se encontró de frente con Benedit que la observó con sorpresa.
—¿Qué haces aquí? —Quiso saber el chico.
—Voy a dejar el hospital. Me han ofrecido otro empleo —contestó ella dando un paso hacia atrás para alejarse de él.
—¿Qué? ¿Por qué? —Le preguntó empezando a ponerse nervioso.
—Porque es mi vida y elijo lo que me dé la gana.
—¿Es por ese tío? —Le inquirió agarrándola de los brazos para acercarla a él. Su rostro reflejaba su furia.
—Benedit, me estás haciendo daño. ¿Y de qué chico hablas?
—Con el que te vi regresar a tu casa después de tu visita al estadio.
—¿Me seguiste? —Ahora entendía esa extraña sensación de que alguien la vigilaba.
—Estoy preocupado por ti. Creí que te estabas metiendo en problemas y te seguí para protegerte. Faith, te amo. Desde que empezaste a trabajar aquí hace tres años. No te vayas, por favor.
—Benedit, lo siento. No puedo corresponder a tus sentimientos porque mi corazón ya está ocupado.
—¿Vas a trabajar con él? —La pregunta se había quedado atascada entre sus dientes apretados por la rabia.
—Eso no te importa. Suéltame, me haces daño —le pidió ella intentando zafarse del agarre.
—No voy a dejar que él se salga con la suya. No te dejaré ir —le advirtió soltándola cuando la puerta del despacho se abrió para dejar salir a su jefe.
El hombre se quedó observándolos durante unos segundos y dijo:
—Benedit, tenemos un nuevo paciente. Vamos.
El aludido asintió y se dirigió por el pasillo hacia la consulta. El superior miró a la chica y se acercó a ella.
—¿Te encuentras bien? —Le preguntó en un murmullo.
—Sí, gracias. Tengo que ir a trabajar.
—Faith —la llamó el hombre—. Ten cuidado. Desde hace unos días estamos teniendo quejas de él.
—Lo tendré en cuenta. Gracias de nuevo.
La joven dio media vuelta y se dirigió hacia el ascensor para subir a su planta y empezar su jornada laboral teniendo cuidado de no encontrarse a Benedit demasiadas veces en la mañana.
***
La muchacha había sido escurridiza a la hora de ver a su compañero de trabajo y escapar de su campo de visión. Con razón no le daba buena espina ese chico. Estaba obsesionado con ella.
Salió a desayunar con sus compañeras y recibió un mensaje cuando el camarero le entregó el café con leche. Sacó el teléfono del bolsillo de la chaqueta del pijama blanco y sonrió al ver el nombre y la foto de Eun-Ji.
<<Estoy aburrido sin ti>>, leyó la chica y abrió la foto que él le mandó con los labios fruncidos y mirando por la ventana de la habitación del hotel.
<<Estás loco. ¿No estáis ensayando?>>, le preguntó ella haciendo que sus pulgares vuelen por la pantalla del móvil.
<<Aún no. ¿Cómo te va la mañana?>>, quiso saber él.
<<Bien. Ya he avisado de mi marcha y, ahora, estoy en mi descanso para desayunar>>.
<<En ese caso voy a dejar que te alimentes. Cuídate. Hablamos esta noche>>, le dijo él con un emoticono de un beso.
La joven dejó el teléfono en su bolsillo y desayunó contenta de hablar con él. Les contó a sus amigas sobre su nuevo empleo, pero omitió para quién trabajaría, excepto a su compañera Lisa.
***
Las horas pasaban lentamente en el trabajo y a Faith se le estaban acabando las posibles huidas de Benedit. El chico parecía estar buscándola a cada minuto y empezaba a sentirse demasiado incómoda.
¿Por qué no le dejaba en paz de una vez por todas? Había más chicas en el hospital que seguro estarían dispuestas a ser su novia.
Terminó de hacerle el masaje a su último paciente y, en cuanto salió de la habitación, su compañero estaba allí con cara de pocos amigos. La esperaba para intentar hacer que cambiara de opinión con respecto a su nuevo trabajo. No quería perderla por ningún motivo y, aún menos, por culpa de otro tío que se le había metido en el camino.
El chico se acercaba a ella con pasos firmes y grandes zancadas. Estaba a solo un metro cuando Lisa la agarró del brazo y se la llevó al vestuario.
—Estoy muy contenta de que vayas a trabajar con tu novio. No todas podemos hacer lo mismo —le aseguró su amiga sacando la ropa de su taquilla.
—Yo también. Estos días se me van a hacer eternos.
—Lo sé. A mí se me pasan las horas lentísimas cuando no estoy con mi novio, así que, imagínate tú sin que él pueda siquiera venir a recogerte. ¿En qué país está ahora? —Quiso saber la chica atando los cordones de sus zapatos.
—En Draulen. Lisa, no le puedes decir a nadie quién es él. De momento queremos que sea un secreto, sobre todo, por las fans.