Faith (melodía de amor 1)

Capítulo 13

La chica abrió los ojos lentamente y miró a su alrededor alzando la cabeza. Le dolía horrores.

Las paredes de madera de una cabaña aparecieron delante de ella y recordó lo que había pasado. ¿Quién la había llevado a ese lugar? ¿Y para qué? 

Intentó quitar las ataduras de sus manos, pero los nudos estaban muy fuertes y los de los pies igual. 

No escuchaba ningún ruido, salvo el piar de los pájaros en el exterior. ¿Estaba sola? 

—¿Hola? —Preguntó la joven con la voz rota. 

No hubo ninguna respuesta y se dispuso a saltar con la silla, a la que estaba atada, hacia la encimera de la cocina donde había varios cuchillos. 

Dio pocos saltos cuando escuchó que la puerta de entrada se abría dejando paso a alguien. Se quedó quieta, petrificada y asustada en el sitio. Observó con atención y sus ojos se abrieron como platos al reconocer a su captor. 

—¿Benedit? —Lo llamó desde la cocina, sentada en una mesa cuadrada de madera de roble—. ¿Qué estás haciendo? 

—Ya te dije que no dejaría que te fueras. Tu novio tendrá que marcharse sin ti —contestó él dejando un macuto encima del sofá antes de dirigirse hacia la cocina para sentarse enfrente de ella. 

—Vendrá a buscarme. 

—Puede intentarlo, pero no te encontrará. Nadie conoce este lugar. ¿Sabes? Recién levantada estás preciosa —le dijo con una voz dulce. 

—Benedit, esto es una locura. ¿Qué te hace pensar que te saldrás con la tuya? 

—Es posible, no obstante, yo te tendré y él no. Acabarás amándome, te lo aseguro —la mano del chico se alzó para acariciar el rostro de la joven. 

La fisioterapeuta volteó la cara para zafarse de ese gesto y lo miró con desprecio. 

El chico le dedicó una leve sonrisa, se levantó y se dispuso a cocinar. 

“¿Qué hago ahora?”, pensó la muchacha controlando las lágrimas que insistían en salir. 

***

Los minutos pasaban muy lentos mientras la familia y los miembros del grupo esperaban la llegada de la amiga de Faith. 

La policía no dejaba de investigar en la habitación de la chica, además de hacerles muchas preguntas a cada uno de ellos. 

—¿Qué más quiere saber, comisario? —Le inquirió Eun-Ji sentado al lado de su suegra—. Ya le hemos dicho lo que sabemos. Solo queda su amiga, que está por llegar. ¿Podría salir a la calle y buscar a mi novia? 

Alguien llamó a la puerta y Seung abrió con rapidez esperando que fuera la compañera de la fisioterapeuta y que les diera alguna pista de dónde podría estar. 

Una chica morena de ojos verdes apareció ante sus ojos y ésta entró al ver a Horace detrás del chico. 

—Horace, siento haber tardado. ¿Qué ha pasado? —Quiso saber la recién llegada pasando su mirada por todos los presentes. 

—Eso es lo que queremos saber, Lisa. ¿Sabes si mi hija iba a ir a algún lado? ¿Algún viaje inesperado? 

—No. Espero estar equivocada, pero si ha desaparecido, tal vez Benedit tenga algo que ver en ello. Está obsesionado con ella y no le ha gustado nada que se vaya del hospital. 

—¿Quién es ese Benedit? —Se interesó Eun-Ji al levantarse del sofá con más preocupación de la que ya tenía. 

—Tú debes de ser su novio. Es un compañero del hospital. Desde que empezamos a trabajar allí le ha gustado y ella siempre le ha dado largas. Estas dos últimas semanas he tenido que acompañarla por todo el hospital porque él la acosaba. Hace tres días la acorraló en el ascensor.

—¿Por qué no sé nada sobre todo esto? —La interrogó con los ojos abiertos como platos.

—Le dije que te lo comentara, pero no quería preocuparte. 

—Pues ahora estoy más preocupado. ¡Por los dioses, la ha secuestrado! —exclamó el joven demasiado nervioso para ser racional. 

—¿Sabe dónde podemos encontrar a ese sujeto? —Le preguntó el comisario a la chica con el móvil en la mano. 

—Vive en la urbanización de al lado. Tal vez esté en su casa, aunque lo dudo. No es tan idiota. 

—Mandaré una patrulla allí, por si acaso. ¿Algún sitio más que pueda recordar? 

—Ahora mismo no. Deme unos minutos para pensar. 

—Siéntate. ¿Quieres tomar algo? —Le ofreció Horace guiándola hasta el sillón para que se pusiera cómoda. 

—No, gracias. 

***

Hyacinth, Maedow y Summer se sentaron en un banco del parque con unos cucuruchos en las manos y miraron hacia el estanque que estaba enfrente de ellas. 

Los patos cruzaban de un lado a otro con tranquilidad y las chicas los seguían con la mirada casi perdida. 

Las tres estaban nerviosas, inquietas y muy preocupadas por su hermana mayor, pero debían contener las emociones a raya y mantener la esperanza de que la policía la encontraría en menos de lo que cantaba un gallo. 

Intentaban disfrutar del helado, sin embargo, el sabor no era igual al de otras veces. No era lo mismo comer esa delicia sin su hermana y no les gustaba ni un pelo tener ese sentimiento. 

—La van a encontrar, ¿verdad? —preguntó Summer sin dejar de mirar a una mamá pata que paseaba con sus hijos por la orilla del estanque. 

—Por supuesto. La policía es muy eficaz y la traerán de vuelta, esté donde esté —contestó Hyacinth partiendo la galleta de cucurucho para lanzarla hasta la mamá pata que lo picoteó. 

—¿Y si es demasiado tarde? 

Las dos mayores miraron a la adolescente con las lágrimas resbalando por sus mejillas, tragaron la congoja que se les atascó en la garganta y se abrazaron formando una piña. 

No podía pensar en esa opción. Si llegaban a esa conclusión, su mundo se derrumbaría por completo y sus vidas no tendrían sentido alguno. 

—La traerán de vuelta, sana y salva —concluyó Maedow con seguridad, la seguridad que ella misma cuestionaba en su mente. 

Continuaban abrazadas cuando una voz que la jugadora de voleibol conocía la llamó al acercarse a ella con una gran sonrisa:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.