No me jodas

El timbre resonó de manera inesperada, interrumpiendo el silencio que había envuelto la conversación tensa que teníamos con Joe. Ambos nos miramos con sorpresa, sabiendo que Stefanie, la vecina entrometida, no solía aparecer a esa hora sin razón alguna.

—¿Quién será a estas horas? —murmuré con nerviosismo mientras me levantaba para atender la puerta.

Joe, rápido de reflejos, se escondió en el armario más cercano, olvidando momentáneamente que estaba lleno de polvillo por la mudanza.

Cuando abrí la puerta, Stefanie me miró con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar su excitación.

—¡___, cariño, necesito mostrarte algo urgente! —exclamó, esperándome suavemente hacia adentro de la casa.

Joe, oculto en el armario, contuvo el aliento mientras escuchaba la conversación desde su escondite. Sin embargo, el polvillo del armario le hizo estornudar involuntariamente, un estallido que resonó en el pequeño espacio.

Stefanie se sobresaltó al escuchar el estornudo y agudizó el oído.

—¿Qué fue eso? —preguntó, comenzando a mirar a su alrededor con curiosidad.

—¿Hay alguien más aquí? —Tragué saliva nerviosamente, tratando de mantener la calma.

—¡No, claro que no! Debe haber sido un ruido de afuera —respondí apresuradamente, intentando desviar la atención de Stefanie.

Pero la vecina, conocida por su determinación, comenzó a husmear por la casa, abriendo puertas y revisando cada rincón. Joe, viendo la situación complicada, decidió salir sigilosamente del armario y se deslizó bajo la cama justo a tiempo.

Stefanie, sin encontrar a nadie en los lugares obvios, se acercó a mi habitación y empujó la puerta con curiosidad. Su mirada se posó rápidamente bajo la cama, donde encontró a Joe, quien la observaba con una mezcla de sorpresa y resignación.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Stefanie, llevándose una mano al pecho—. ¡Es usted, Joe Keery! ¡He escuchado tanto sobre usted!

Joe, avergonzado pero tratando de mantener la compostura, asintió con una sonrisa incómoda.

—Sí, soy yo —respondió con calma, consciente de que la situación estaba fuera de su control.

Me quedé observando la escena con incredulidad, hasta que decidí intervenir.

—Stefanie, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Y por qué estás metiéndote así en mi casa? —pregunté con tono firme, tratando de recuperar el control de la situación.

Stefanie, sin perder la compostura, sacó su teléfono y me mostró la pantalla con una sonrisa triunfante.

—¡Mira lo que encontré! Esta foto se ha vuelto viral. ¿Podrías explicarme qué hacía Joe Keery bajo tu cama si no hay nada entre ustedes dos? —dijo con una ceja levantada, esperando una explicación.

Joe, respirando hondo y con determinación, se puso de pie y se acercó a mí y a Stefanie.

—Es complicado, Stefanie. Pero nosotros tenemos nuestras razones —dijo con seriedad, mirándome con un gesto de apoyo.

Sentí el peso de la situación, tomé una decisión.

—Lo siento, Stefanie. No puedo explicártelo todo ahora mismo —dije con calma pero con firmeza. No me gustaba mentir, pero en este momento era importante—. Pero te prometo que todo se aclarará pronto.

Stefanie, aún intrigada pero complacida con haber descubierto el secreto, asintió lentamente.

—Lo entiendo, ___ —dijo finalmente, guardando su teléfono—. Pero espero que entiendas que solo quiero lo mejor para ti.

Joe, aliviado por mi apoyo y la comprensión de Stefanie, asintió con gratitud.

—Gracias, Stefanie —dijo sinceramente—. Lo aprecio.

Con eso, Stefanie se despidió con una sonrisa y se marchó de la casa, dejándonos en un silencio incómodo pero lleno de complicidad y entendimiento.

Después de que Stefanie se marchara y la situación se calmara, miré a Joe con una mezcla de diversión y reproche en los ojos.

—¡Joseph David Keery! —comencé con voz suave, pero con un deje de picardía—. ¿te escondiste en el armario y causaste todo ese alboroto solo para terminar bajo la cama de mi casa?

Joe, sabiendo que había sido atrapado en una situación incómoda, intentó mantener la compostura.

—Bueno, no fue exactamente mi mejor idea —admitió con una sonrisa incómoda, mientras se acomodaba el cabello—. Pero Stefanie apareció tan repentinamente...

Elevé una ceja, cruzándome de brazos de manera juguetona.

—¿Y todo ese polvillo del armario? ¿Estabas practicando para alguna película de comedia? —pregunté con una sonrisa burlona.

Joe, reconociendo la justa reprimenda, se acercó a mí con una expresión de disculpa.

—Lo siento, ___ —dijo con sinceridad—. No quise causar tanto revuelo. Pero Stefanie y su curiosidad...

Ya no podía seguir conteniendo, así que se me escapó una risita.

—Solo tú podrías terminar escondido en mi armario o abajo de mi cama —comenté, suavizando el tono con una sonrisa cómplice—. Pero la próxima vez, quizás deberías pensar en un escondite más estratégico.

Joe asintió, apreciando mi humor ante la situación.

—Tomaré eso en cuenta para la próxima vez —respondió con un guiño.

Ambos compartimos una risa cómplice, dejando atrás la tensión del momento anterior y fortaleciendo el vínculo entre nosotros.

Cuando todo el caos terminó, decidimos que lo mejor para calmar las aguas era preparar una deliciosa comida, además, ya era hora de almorzar, así que eso sería algo maravilloso.

Decidimos que lo mejor para almorzar sería una pizza casera, así que nos pusimos manos a la obra en la cocina. Con Joe reunimos los ingredientes necesarios con entusiasmo, listos para embarcarnos en la aventura culinaria.

—Vamos a hacer nuestra propia pizza desde cero —propuso Joe, con una sonrisa animada.

Asentí emocionada.

—¡Me parece genial! ¿Por dónde comenzamos?

Ambos comenzamos a preparar la masa, mezclando la harina, el agua y la levadura en un despliegue de entusiasmo y risas. Sin embargo, la cocina pronto se convirtió en un desastre: harina esparcida por la encimera, masa pegajosa que se nos escapaba de las manos y casi incendiamos accidentalmente un paño de cocina.