Fake News

Una visita en el hospital

Cuando Joe Keery me llamó anoche, su voz estaba cargada de urgencia y miedo. "Tuve un accidente", fueron las únicas palabras que logró decir antes de que el llamado terminará. El sonido de neumáticos chirriando y metal retorciéndose resonaba en mi cabeza mientras corría hacia el hospital, todo era parte de mi imaginación, ya que nunca había escuchado lo que ocurrió.

La noche había sido larga y angustiosa. Cada minuto se sentía como una eternidad mientras esperaba noticias sobre su estado. Finalmente, con el amanecer, decidí que no podía esperar más. Con el corazón en un puño, me dirigí hacia la sala de emergencias, luchando contra la ansiedad que amenazaba con paralizarme.

El hospital estaba tranquilo a esa hora de la mañana, solo interrumpido por el suave murmullo de los enfermeros y el zumbido distante de las máquinas médicas. Busqué desesperadamente la habitación de Joe, tratando de ignorar el nudo en mi garganta.

Finalmente lo encontré, pálido y con vendajes visibles. Su rostro se iluminó débilmente al verme entrar, y una mezcla de alivio y preocupación brillaba en sus ojos cansados.

—Lo siento —murmuró débilmente, como si aún estuviera procesando todo lo que había sucedido.

Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que la realidad del accidente y la cercanía del peligro se asentaran entre nosotros.

—No importa —dije finalmente, tratando de sonar reconfortante a pesar de mis propios miedos—. Lo importante es que estás aquí, Joe. Estás aquí.

El alivio inundó mi ser cuando vi a Joe Keery en la habitación del hospital, apenas con algunos rasguños visibles y vendajes mínimos. Una sonrisa incontenible se dibujó en mi rostro mientras mis ojos se llenaban de lágrimas de felicidad.

—No puedo creer que estés aquí, Joe —exclamé, sintiendo cómo se disipaba la tensión que había dominado mis pensamientos desde la noche anterior.

Él me devolvió la sonrisa, débil pero genuina.

—Estoy bien, de verdad —aseguró, su voz resonando con un tono de alivio similar al mío.

Nos abrazamos con cuidado, como si el contacto físico pudiera sellar la certeza de que todo estaba bien. Sentí su calor y su respiración regular, confirmando que, a pesar del accidente, Joe estaba ileso en su esencia.

—Gracias por venir —dijo Joe después de un momento, rompiendo el abrazo con ternura—. Significa mucho para mí que estés aquí.

Asentí, sintiendo cómo la gratitud y la felicidad se mezclaban dentro de mí. Verlo tan cerca, con apenas unos arañazos como recordatorio de lo frágil que puede ser la vida, me recordó cuánto significaba para mí su bienestar.

Justo cuando la calidez de la conversación con Joe empezaba a aliviar mis preocupaciones, el médico entró en la habitación con una sonrisa tranquilizadora.

—Joseph, estás listo para irte a casa —anunció, su voz resonando con la certeza de que Joe estaba en camino hacia una recuperación completa—. Solo te tuvimos una noche por observación, pero estás bien y puedes volver.

El alivio volvió a inundarme. Ayudé a Joe a levantarse con cuidado, asegurándome de que se sintiera apoyado en cada paso del camino hacia la puerta de salida. Juntos, recogimos sus pertenencias y revisamos las instrucciones del médico, absorbiendo cada palabra para asegurarnos de que todo estuviera en orden.

—Gracias por todo —dijo Joe mientras caminábamos hacia el estacionamiento, su tono lleno de gratitud y algo de incredulidad por lo rápido que había cambiado todo desde la noche anterior.

—No tienes que agradecer —respondí con una sonrisa—. Estoy feliz de que estés bien y de poder ayudarte.

El sol brillaba afuera, iluminando nuestro camino hacia el coche. Ayudé a Joe a sentarse con cuidado en el asiento del pasajero, asegurándome de que estuviera cómodo antes de cerrar la puerta con suavidad.

Con un suspiro de alivio, me dirigí al volante, lista para acompañarlo a casa y asegurarme de que su recuperación continuara sin contratiempos.

Conduje con precaución hasta el domicilio de Joe, asegurándome de que cada giro y cada frenada fueran suaves para no incomodarlo. Al llegar, ayudé a Joe a bajarse del coche y caminamos juntos hasta la puerta de su casa.

Una vez dentro, Joe se giró hacia mí con una expresión agradecida.

—¿Podrías quedarte un rato más? —preguntó, su voz aún algo débil pero llena de determinación—. Hay algunas cosas que aún necesito hacer y tu ayuda sería invaluable.

Asentí con una sonrisa.

—Claro, estaré aquí todo el tiempo que necesites.

Pasamos la tarde organizando papeles, asegurándonos de que los medicamentos estuvieran a mano y preparando algo de comida ligera para él. La conversación fluía entre nosotros, mezclada con momentos de silencio reconfortante mientras Joe se recuperaba lentamente de los eventos del día anterior.

Al final del día, cuando la luz del sol comenzaba a desvanecerse, Joe me miró con gratitud en sus ojos cansados.

—Gracias por quedarte —dijo sinceramente—. No sé qué habría hecho sin ti hoy.

—No tienes que agradecer —respondí suavemente—. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.

Con eso, nos sentamos en el sofá, compartiendo el silencio cómodo de la amistad y la solidaridad en tiempos de dificultad.

Mientras Joe y yo estábamos hablando sobre algunas cosas del set de Stranger things , escuchamos el tintineo familiar de las campanillas del cuello de las perritas. Con un ladrido emocionado, las tres bolas de pelo salieron disparadas desde la sala de estar hacia donde estábamos.

—¡Mis chicas! —exclamó Joe con una sonrisa, pero luego su expresión se tornó preocupada al ver lo entusiasmadas que estaban las perritas por reunirse con él.

Con cuidado, me acerqué a sus niñas mientras aún saltaban de alegría a su alrededor.

—Chicas, vamos afuera —les dije con calma, intentando no perturbarlas demasiado mientras las guiaba hacia la puerta trasera que daba al jardín.



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En el texto hay: stranger things, actriz famosa, joekeery

Editado: 16.06.2025

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