Una semana había pasado desde la trágica pérdida de la perrita de Joe. Necesitábamos un cambio de ambiente, algo que nos ayudara a sanar y encontrar consuelo. Así que, inesperadamente, Joe nos invitó a mí y al elenco de Stranger Things a unas vacaciones para desconectar y recargar energías.
Nos encontrábamos en un lugar paradisíaco, lejos del bullicio de la ciudad y rodeados de paisajes impresionantes. Joe había organizado todo con su característica amabilidad y generosidad, asegurándose de que todos estuviéramos cómodos y disfrutando de nuestro tiempo juntos.
El ambiente era de relajación y camaradería. Durante el día explorábamos playas deslumbrantes y paisajes naturales, compartiendo risas y anécdotas. Las noches se llenaban de cenas bajo las estrellas y conversaciones que fortalecían nuestros lazos como equipo y amigos.
Joe había demostrado una vez más su habilidad para unir a las personas y crear momentos especiales. A medida que las vacaciones avanzaban, sentíamos cómo la tristeza por la pérdida de la perrita empezaba a ceder ante la belleza del presente y la compañía de quienes nos rodeaban.
La música resonaba animadamente por todo el lugar donde nos alojábamos durante nuestras vacaciones con el elenco de Stranger Things. La noche se había convertido en una celebración espontánea, con risas y conversaciones animadas fluyendo entre todos nosotros.
En un rincón, Finn y Gaten se retaban mutuamente a un juego de ping-pong improvisado, cada uno intentando superar al otro con movimientos extravagantes y bromas exageradas que nos hacían reír sin parar. Millie y Sadie, por otro lado, estaban en la pista de baile, mostrando sus mejores movimientos al ritmo de la música, mientras Caleb y Noah se unían a ellos con entusiasmo, formando un grupo que parecía haber practicado durante años.
Mientras tanto, Joe y yo estábamos en la cocina, intentando improvisar unos cócteles coloridos con lo que encontramos en la despensa. Entre risas y derrames accidentales, conseguimos preparar unas bebidas que, aunque no fueran perfectas, al menos nos hacían reír ante nuestra falta de habilidades como bartenders improvisados.
En otro rincón, Natalia y Winona estaban compartiendo anécdotas divertidas de sus experiencias en el set, mientras David y Charlie intercambiaban bromas sarcásticas que solo ellos parecían entender completamente.
La noche continuó con una energía contagiosa, cada momento lleno de diversión y camaradería entre nosotros. Era un recordatorio de lo afortunados que éramos de poder compartir momentos como estos, lejos de los reflectores y las cámaras, simplemente siendo nosotros mismos y disfrutando de la compañía del elenco que se había convertido en una familia fuera de la pantalla.
La noche había avanzado y la atmósfera festiva entre el elenco y se había intensificado. Joe, con su característica energía contagiosa, había disfrutado un poco más de la cuenta de las bebidas que habíamos improvisado en la cocina. Su risa resonaba por todo el lugar mientras se movía con desenfado entre los invitados.
Sin embargo, la combinación de risas y tropiezos resultó en un momento desafortunado. En un giro inesperado de la fiesta, Joe perdió el equilibrio y terminó cayendo hacia adelante, justo sobre Natalia, quien se encontraba en medio de una conversación animada con otros miembros del elenco. El impacto fue repentino y fuerte, causando que Natalia perdiera el equilibrio y cayera al suelo con un golpe seco.
El sonido de la caída hizo que la música se detuviera por un momento, y todos los ojos se volvieron hacia la escena. Natalia yacía en el suelo, visiblemente aturdida por el golpe, mientras Joe, igualmente sorprendido por lo ocurrido, se disculpaba repetidamente, tratando de ayudarla a levantarse.
—Joe, ¿qué estás haciendo? —preguntó Naty, frunciendo el entrecejo con molestia.
—Lo siento mucho, Natalia. Estoy tan... tan... —empezó Joe apenado.
El resto de la frase quedó en el aire mientras el ambiente tenso se disipaba lentamente. Los demás miembros del elenco se acercaron para asegurarse de que Natalia estuviera bien, mientras Joe, visiblemente avergonzado por su torpeza, se disculpaba una y otra vez, prometiendo ser más cuidadoso.
A medida que la situación se calmaba y Natalia aseguraba a todos que estaba bien, la música y las risas volvieron a llenar el espacio. Sin embargo, el incidente sirvió como un recordatorio de los límites incluso en las celebraciones más animadas, y Joe aprendió una lección valiosa sobre moderación en las siguientes ocasiones.
Viendo a Joe visiblemente avergonzado por el incidente, decidí intervenir. Con determinación, me acerqué a él y le ofrecí ayuda.
—Vamos, Joe. Creo que es hora de un pequeño descanso. Déjame llevarte al baño para que te laves la cara —dije con una sonrisa comprensiva.
Joe, con una mezcla de gratitud y cierta resistencia divertida, se dejó guiar mientras otros miembros del elenco asentían con una sonrisa cómplice.
Con cuidado, lo cargué en mis hombros, asegurándome de que estuviera cómodo mientras caminábamos hacia el baño. El resto del elenco observaba con una mezcla de diversión y apoyo, sabiendo que estos momentos inesperados eran parte de lo que hacía especial nuestra camaradería.
Al llegar al baño, Joe se apoyó en el lavabo y se miró en el espejo con una sonrisa irónica.
—Gracias, linda. Supongo que me dejé llevar un poco —dijo entre risas—. Cuando te portas así, me pareces más linda que siempre. ¿Por qué será?
—Es parte de la diversión, ¿no? Pero ahora, a lavarse esa cara y regresar a la fiesta como nuevo —dije riendo también y luego negué ante sus palabras—. Porque estás completamente ebrio, obvio.
Joe asintió, agradecido por mi ayuda, y comenzó a refrescarse mientras yo permanecía a su lado, asegurándome de que estuviera bien antes de regresar a la celebración.
Mientras Joe se refrescaba en el baño, pensé que todo había terminado; sin embargo, no fue así ya que de un momento para otro su semblante cambió. La palidez en su rostro se acentuó y sus manos temblaban ligeramente. Me di cuenta de que algo no estaba bien.