Era un sábado por la tarde cuando decidí hacer la típica compra semanal en el supermercado cercano. Con mi lista en mano y mi carrito en la otra, me adentré en los pasillos, buscando los ingredientes para la cena de esa noche.
Entre estantes de cereales y góndolas de productos enlatados, sentía cómo el anonimato me envolvía cómodamente. Sin embargo, todo cambiaría en cuestión de minutos.
Al doblar hacia el pasillo de las carnes, noté que un grupo de personas parecía mirarme de manera curiosa. Al principio pensé que era pura coincidencia, pero pronto me di cuenta de que se acercaban hacia mí con una sonrisa nerviosa en sus rostros.
—Disculpa, ¿eres tú...? —empezó a decir una chica joven, apenas conteniendo la emoción.
De repente, me rodearon más personas, todas con miradas expectantes y teléfonos en mano. Mis pensamientos se revolvieron mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo; luego recordé que la nueva temporada estaba siendo furor y recién iba por el segundo capítulo.
—¿Podríamos tomarnos una foto contigo? ¡Nos encanta Emily de Stranger things! —exclamó otro chico, extendiendo su teléfono hacia mí.
Asombrada y aún algo desconcertada, accedí con una sonrisa. De repente, me encontré firmando autógrafos improvisados en hojas de cuaderno y posando para selfies mientras sostenía una bandeja de bife.
El bullicio atrajo más curiosos, y pronto el gerente del supermercado se acercó con una mezcla de sorpresa y alegría.
—Parece que hoy tenemos una celebridad entre nosotros —dijo con una risa nerviosa, intentando mantener el orden en el pasillo.
Después de unos intensos minutos de encuentros y saludos, finalmente logré retomar mi lista de compras y continuar con mi día. Mientras caminaba hacia la caja registradora, reflexioné sobre lo efímero de la fama y la extraordinaria manera en que la vida puede sorprenderte en el pasillo de carne de un supermercado.
Con la mente llena de la lista de cosas por hacer, me dirigí hacia las cajas registradoras, esperando poder salir rápidamente y continuar con mi día.
Mientras esperaba en la fila, absorta en mis pensamientos, noté que alguien detrás de mí estaba mirándome fijamente. Al principio, pensé que se trataba de un grupo de fans, pero luego eso se desvaneció. Al girar lentamente para ver quién era, me encontré con unos ojos negros que reconocí de inmediato: era Ben Barnes, el actor que tanto admiraba de niña y del que casualmente había estado viendo sus películas la noche anterior.
—Disculpa si esto suena extraño, pero... ¿Eres tú? —me preguntó Ben con una sonrisa tímida.
Apenas podía creer que estuviera frente a mí en la fila del supermercado. Si Joe estuviera aquí, seguro ya lo hubiera matado. Traté de mantener la compostura mientras asentía con una mezcla de sorpresa y emoción.
—Sí, soy yo —respondí, intentando sonar lo más natural posible.
Ben pareció aliviado y continuó con una propuesta que me dejó aún más perpleja.
—Verás, tengo un pequeño problema en casa y noté que eres bastante hábil en resolver ese tipo de situaciones... ¿Te importaría si te acompaño y me ayudas a resolverlo? —dijo con una expresión ligeramente nerviosa.
Mi mente dio vueltas mientras intentaba procesar la petición. Aquí estaba Ben Barnes, solicitando mi ayuda. Respiré hondo y asentí, incapaz de rechazar una oportunidad tan surrealista.
—Claro, estaré encantada de ayudarte —respondí, sintiendo una mezcla de nerviosismo y entusiasmo.
Terminamos de pagar nuestras compras y salimos juntos del supermercado, mientras mi corazón latía con fuerza por la inesperada aventura que acababa de comenzar.
El día había transcurrido con una normalidad apacible hasta que me senté en el asiento del copiloto, en el auto de Ben, mi teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo. Era una llamada entrante de Joe, un buen "amigo" con el que solía compartir momentos de confidencia y risas. Con una sonrisa, contesté esperando una charla amena.
—¡Hola, Joe! ¿Cómo estás? —dije con entusiasmo, mientras me acomodaba mejor en el asiento.
Sin embargo, antes de que pudiera decir mucho más, Joe pareció interrumpirme abruptamente.
—¿Con quién estás? —preguntó Joe con un tono de voz que denotaba una mezcla de sorpresa y molestia.
—Estoy... sola aquí en el auto —respondí confundida, intentando entender qué podría haberlo molestado.
—No me mientas. Escuché claramente la voz de Ben Barnes de fondo. ¿Estás con él en lugar de estar conmigo? —dijo Joe, ahora claramente molesto.
Mis ojos se abrieron de par en par mientras trataba de articular una respuesta coherente. No podía creer lo que Joe estaba insinuando.
—Joe, espera. No es lo que parece —traté de explicar rápidamente, intentando calmar la situación.
—No me digas nada más. Si prefieres estar con él, está bien. No quiero interponerme —dijo Joe con un deje de decepción en su voz antes de colgar abruptamente.
Me quedé sin poder decir nada y mirando al frente, sintiendo una mezcla de incredulidad y pesar. ¿Cómo había llegado Joe a esa conclusión tan errónea? Me apresuré a llamarlo de nuevo, pero solo obtuve su buzón de voz.
Con el corazón apesadumbrado, me acomodé una vez más en el asiento, reflexionando sobre cómo un simple malentendido podría cambiar tanto las cosas. Mientras tanto, la voz de Ben Barnes continuaba resonando en mi mente, recordándome la extraña cadena de eventos que acababa de desencadenarse.
Después del inesperado malentendido con Joe, me acordé de que estaba en el auto con Ben Barnes a mi lado, sabiendo que escuchó toda la conversación. Aunque intenté disipar la tensión, su mirada comprensiva revelaba que había escuchado más de lo que quería admitir.
—¿Estás bien? —preguntó Ben con cuidado, su voz resonando con una preocupación genuina mientras estiraba su brazo para poner un poco de música.
Respiré profundamente, indecisa sobre cómo abordar la situación. Decidí ser honesta con él, sintiendo que podía confiar en su amabilidad.