ELLA:
Te amé, y por desgracia aún te amo.
«Porque somos quienes somos».
Esas fueron sus últimas palabras. Una frase breve pero dolorosa, como echar alcohol sobre la herida abierta. Una despedida. Una excusa vil para su cobardía.
Él no lucho por lo nuestro, llanamente huyó cual un cobarde. Pero el amor que sentía, y por desgracia, siento, me cegaron a la verdad.
¿Él me amó? Sí.
Nunca dudaría de su amor. Dudar de su amor sería cuestionar todos aquellos sentimientos y momentos vividos.
Porque alguien embriagado con el dulce veneno del afecto puede desnudarte el alma y no el cuerpo con una mirada. Que el permanecer abrazados en una cama, solo mirándose, agite más tú corazón que un momentáneo acto de placer. Que su mera presencia en la misma habitación sea más acogedora que cientos de personas a tu alrededor. Solo alguien que te ama puede llevarte al borde del precipicio y hacerte sentir segura, porque sabes que estará ahí para salvarte.
¿Me amó lo suficiente? No.
Alguien que ama lucha por lo que quiere contra todo. No importan las adversidades, siempre, siempre mirará adelante. Las cosas podrán destruirse frente a él o desvanecerse como agua entre las manos pero volverá a empezar hasta lograrlo.
Alguien que ama se queda a tu lado cuando todos te dan la espalda. Ofrece su hombro para que llores y te consuela hasta que te sientes mejor.
¡Alguien que ama no te abandona!
No olvida sus promesas y juramentos, dejando que se los lleve el viento. Entiende el significado de un «para siempre» y, por ende, que no se dice a la ligera.
¡Alguien que ama no es un cobarde!
Y eso es lo que eres.
Me llevaste al borde del precipicio y, al final, me soltaste y caí, perdiéndome en el oscuro abismo que es tu amor.