Fall: El manuscrito de Clarie Lawrence

Capitulo I: pasado

*Cuatro años antes*

Otoño, octubre 31

Hayes Hale

Me miro a mi mismo en el espejo, definitivamente el disfraz de vampiro me sienta muy bien.

Sonrío al ver mi reflejo, estoy seguro que terminaré en la cama de alguien hoy, no hay duda.

Me aseguro de aplicar todo mi frasco de loción, escucho a Harry quejarse desde el sofá de la sala.

—¿Irás a esa fiesta a por una chica o irás a espantar cucarachas? Porque hermano, esa loción es fuerte.

—¿Qué haces? ¿Escribes otra novela de romance erótico?—bromeo.

—¡Te dije que no es erotismo!—se excusa, escucho a  papá Edward reír.

—Hijo, ya te dijimos que no nos importa que escribas erotismo en cuanto a ti te guste...

—¡Claro que nos importa!—papá Robert le da un golpe en el hombro a papá Edward—No quiero que mi hijo ande por ahí escribiendo cochinadas, no sé que le enseñas, Edward, pero no me gusta.

Rio viendo a mis padres, ambos se sonríen entre sí, el amor entre ellos se percibe en el aire a pesar que la mayoría del tiempo estén gritándose por la "mala" educación que papá Edward nos da.

—¿No irás con Hayes, Harry?—papá Robert  mira a mi hermano—. Creo que podrías divertirte con él.

—Uhm no, tengo una historia que acabar ¡Estará muy interesante! Además estoy seguro que mi hermano se irá a follar a alguien por ahí y no quiero terminar regresando solo.

Le lanzo una mala mirada a mi hermano a través del espejo aunque no iba a contradecirlo, él  tenía razón.

La ama de llaves entra corriendo a la sala, comienza a mover sus manos de manera dramática dándos a informar que se trata de una emergencia.

—La señorita Lina llegó—informa agitando sus manos—Y está tratando de arrancar la decoración de la entrada pues dice es halloween y no navidad.

Escucho a papá Edward gruñir.
—Robert, te dije que era muy temprano para poner decoración navideña.

Rio tomando mis pertenencias.
—Ya sacaré a Lina de aquí—digo haciendo referencia a mi amiga—¡Nos veamos!—me encargo de besar la mejilla de todos, incluyendo a la ama de llaves.

—¡Usa condones, Hayes Hale! No quiero tener nietos—escucho gritar a mis padres.

Sonrío negando con la cabeza: como si eso pudiera llegar a pasar.

No tardé mucho en llegar junto a mi amiga Lina quien me esperaba fuera de mi casa junto con otra chica, ambas iban disfrazadas de monjas. Pero Lina tenía un vestido demasiado corto, teniendo en cuenta que ella es como mi hermana, la venita de los celos y sobreprotección me pedía a gritos que trajera una sábana y la cubriera de pies a cabeza. La otra chica en cambio, lleva puesto un vestido de monja extremadamente largo, fácilmente podrías confundirla con una real.

—Lina, te dije que esta no es una buena idea, a la iglesia y a mis padres no les gusta celebrar esta fiesta—escucho a la chica hablar con una voz dulce. Ni ella ni mi amiga parecen reparar mi existencia.

—Ay por favor relájate, Cecile. Libérate un poco—responde mi amiga con esa sutileza que la caracteriza.

Carraspeo llamando su atención, la primera en verme es la chica extraña, su mirada dulce e inocente me analiza totalmente y yo sonrío.

—Buenas noches—saludo.

—Hola, Hayes. Luces como un puto esta noche, me gusta—mi amiga saluda.

—Ya lo creo, ¿Quien esta dulzura que viene contigo?—pregunto haciendo referencia a la chica al lado de Lina.

—Ella es Cecile, es una chica de la escuela y es religiosa pero quiere divertirse con alguien y como yo sé que tú eres un puto al que no le importa nada, creí que serías una buena opción como cita.

Omito la parte donde me llama "puto" y tomo la mano de la chica para besar su dorso, si bien me encantan las mujeres también me doy el deber de tratar a las chicas con delicadeza y ternura. No importa con cuántas esté, todas merecen el mismo trato.

—Es un placer conocerte, Cecile yo soy...

—Eres Hayes Hale—me corta la chica—Tú... tú eres escritor, tienes un par de libros publicados, muy buenos... Sé quién eres.

—Así que eres una lectora... interesante. No te preocupes, Cecile yo me encargaré de darte mucha diversión esta noche, mucha más de la que puedas imaginar.

(...)

Noviembre 22

Suelto un suspiro al ver a la castaña frente mí, sus suaves movimientos de cadera me ponen más caliente de lo esperado.

Quiero golpear a mi yo del pasado, pues hace no más de tres semanas aseguré que nunca me acostaría con una chica religiosa. Pero aquí estoy, con Cecile sobre mi en una habitación de hotel. Esta era la quinta vez en el mes en el cual estábamos enrollandonos.

—Si la iglesia se entera—solotó un gemido mientras hablaba—Me echarán.

Nos hago cambiar de posición estando ahora ella debajo de mi.
—Nadie se enterará, tranquila.

—Estoy tranquila, muy tranquila—aseguró.

Me tomé a mi mismo listo para entrar en su interior. Pero me detuvo.

—No, espera espera—me hace quitarme de encima de ella—No me estoy sintiendo bien... Yo—ni siquiera terminó la oración cuando salió corriendo al baño.

La seguí y tomé su cabello en cuanto comenzó a vomitar, hice una mueca pues me resultaba asqueroso. Una vez terminó de vomitar la ayude a ponerse en pie y caminar hasta el lavado.

—¿Que te sucede?—pregunto, me resultaba preocupante pues esta era la quinta vez que vomitaba.

—Yo...no sé, llevo días así y...tengo un retraso.




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