Febrero 19
3:45 a.m
Hayes Hale
El dolor en mis muñecas me hacía quejarme, mis párpados se sentían pesados pero no podía dormirme, no podría dejarlos. Prometí que jamás iba a dejar que nadie dañara a mis hijos, cosa que era graciosa pues todos estábamos en riesgo.
Gotas caían sobre mi, las paredes de piedra húmedas me hacían temer un poco más por la situación en la que me encontraba, pues la salida de esta caverna era muy complicada.
—Es divertido saber cómo llegaste hasta este punto ¿No lo crees, Hayes?—su voz cerca de mi oído me hace sobresaltarme—No debiste romper ese papel. Ahora ¿Con cuál de tus hijos deberíamos empezar a jugar?
Su aura negra se movía de una lado a otro, alrededor de mis hijos haciéndolos gritar del miedo y haciendo que yo luche con todas mis fuerzas. Las otras personas se unen y comienzan a moverse alrededor de mis niños.
Quiero decirles a mis hijos que todo estará bien, quiero decirles que papá los salvará, que nada les pasará.
Pero mis palabras se cortan en cuanto uno de ellos es tomado por nuestros verdugos. Isaac grita y trata de luchar, trata con todas sus fuerzas de soltarse de entre los brazos de esa horrible persona que lo sostiene.
—¡Déjalo! ¿Qué crees que haces con mi hijo? ¡Suelta a mi hijo! Tú, maldi...
—Sh, sh—mis palabras se pierden en cuanto veo que pasa en la mejilla de mi hijo un cuchillo—Tú lo decidiste así, Hayes. Ahora...vamos a jugar.
El agudo chillido de dolor que emite Isaac hace que todo en mi se estremezca.
Mi boca se abre en asombro y dolor en cuanto la sangre de mi hijo salpica en mi rostro, el cuerpo pálido de Isaac cae al suelo. Los lloriqueos de Eleanor me hacen perder la cordura.
—¡No! ¡No!—mis ojos se cierran tratando de creer que todo es un sueño, pero no puedo despertar—¡Isaac! ¡Isaac! Mataron a mi hijo ¡Lo mataron!
Solo entonces todos dejan de moverse para mirarme a mí, todos incluidos mi hija me miran.
—No asesinaron a Isaac—Eleanor habla haciéndome sentir confundido pues nunca ha hablado tan perfecto.
—Tú lo mataste, Hayes—completa uno de ellos.
Frunciendo el ceño bajo mi mirada a mis manos, el cuchillo está entre mis manos y el cuerpo de mi hijo por mis pies. Miro horrorizado el pequeño cuerpo.
—¡Isaac! ¡Isaac!
Todos sueltan risas de burlas mientras yo trato de tocar a mi hijo pero al hacerlo, más sangre salpica pues todo lo que logro es enterrar el cuchillo en su interior una y otra vez.
—¿De quién fue culpa esto?—pregunta uno de ellos con voz escalofriante.
—¡Hayes!
—¡Hayes!
—¡Hayes!
(...)
5:45 p.m
—¡Despierta Hayes!—me sobresalto cuando alguien grita a mi oído. Por acto casi automático lanzo un golpe al aire impactando en la entrepierna de la persona que me ha despertado.
Miro a mi alrededor en busca de mis hijos atados pero solo encuentro los cuadros que se encuentran decorando en mi oficina.
—¿Qué mierda, Hayes?—Un gemido de dolor sale de entre los labios de Anthony.
Me levanto espantado y al mismo tiempo aliviado. De estar en mi oficina y no en una húmeda y fría caverna con uno de mis hijos muerto y la otra acusándome de su muerte.
—Oh, lo siento yo...tuve un sueño muy raro.
—Ya lo creo—a pasos lentos Anthony camina hasta sentarse en una de las sillas frente a mí escritorio—Estabas gritando "Isaac, Isaac" durante un rato, todos se fueron y creí que tú también. Me diste un buen susto.
Asiento lentamente con tranquilidad de saber que ese horrible sueño había terminado. Me encamino hasta la cafetera de mi oficina, con calma me sirvo una taza de café caliente en lo que aprovecho de abrir las persianas de la ventana.
El clima en Londres era frío, las nubes grises en el cielo le daban un cierto toque misterioso. Llevo mi vista a la calle donde el bullicio es perceptible. Los claxon de algunos autos me aseguran nuevamente que ya he dejado de soñar y cuando Anthony se aclara la garganta llevo mi atención a él.
—Oh y estabas babeando manuscritos—Anthony estira su mano y toma un papel de sobre mi escritorio, toma una profunda respiración antes de leer el título del manuscrito:
«El manuscrito de Clarie Lawrence»
Lo escucho leer el título y casi escupo mi café. Anthony lee en silencio una parte del manuscrito. El asombro en su rostro es palpable.
—Oh vaya, esta es...una historia muy intensa. Deberías leerla—trata de pasármela pero yo retrocedo espantado—¿Qué te pasa? Es muy buena... incluso me dió un escalofrío.
Miro el papel confundido, recuerdo claramente haber mandado a la trituradora ese papel, pero ahora está nuevamente frente a mí, con la misma decoración del papel siendo claramente el mismo manuscrito que destruí pero ahora está nuevamente intacto.
—Esto...esto no tiene sentido yo... destruí ese papel hace semanas...
Muevo mi cabeza sacando las ideas tontas que aparecen en mi mente, conveciendome que esto no es real y que probablemente sea otro papel.
Tomo el papel de las manos de Anthony y comienzo a leer el manuscrito. Me sorprendo cuando descubro que efectivamente es el mismo, las manchas están en el lugar exacto dónde estaban cuando yo lo destruí.
Las palabras salen de mi boca casi involuntariamente.
—¿Crees en los fantasmas, Anthony?
Observo a Anthony quien me mira curioso.
—Los religiosos creen en un Dios al cual nunca han visto ¿Por qué no deberíamos creer en fantasmas también?
Bufo.
—Esto es diferente, sabes que yo no soy religioso... Pero esto no tiene sentido.