Falla de amor

Pastelito de la Discordia.

Los ruidos de la calle, junto con la suave luz del sol que entra por la ventana, hace que me despierte.

Perezosamente recargo mi cuerpo contra la cabecera de la cama, acomodo unos mechones que cubrían mi cara y doy un bostezo.

Fijo mi vista en un afiche que esta pegado en la pared, es la portada de un libro, mi libro, el primero que se publicó en fisico hace un año. Varios recuerdos del día que Jack me lo dio vienen a mi mente, sobre todo la felicidad y seguridad que sentí ese día, el día que mi sueño se empezaba a materializar, no pude dejar cambiar mi expresión de satisfaccion por una de frustración, recuerdos de ayer inundaron mi cabeza.

—¿Como carajos llegué a esto? —mi ronca voz inundó la habitación.

Bueno, por lo menos no todo está perdido, aún tengo unas 5 o 6 semanas antes de dar todo por hecho, así que tengo que dar lo mejor de mi, no sabes con quién te metiste Pink Rose.

Salgo de mi apartamento y cierro la puerta.

—Aggh mierda.

Las llaves que deberían haber caído en mi mochila, resultaron en el suelo gracias al empujón que alguien me dio. Con mis llaves nuevamente en mis manos, levanto mi vista para encontrarme a una señora lidiando con una caja, la pone en el suelo y se fija en mi.

—Lo siento, esto pesa y en verdad no te vi, lo siento mucho, ¿estas bien?

Sus hermosos ojos azules reflejaban un poco de preocupación, parece que decía la verdad.

—Tranquila, no pasó nada —con una suave sonrisa le respondo.

Fue cuando desvíe mi mirada hacia la derecha que me di de cuenta que la caja que llevaba no era la única y que está iba para el 506.

—¿Es usted la nueva inquilina de este apartamento? — dije en un tonl de curiosidad mientras hacía un recorrido con mi mirada por las cajas y maletas junto a la puerta.

—Algo así, la verdad es... –nuestra conversación se vio interrumpida por un hombre de unos 40 años de edad, al parecer era el conductor del carro de mudanzas.

Me acomode la mochila y me despedí de la mujer, se veía ocupada así que no quize molestarla, al fin y al cabo si ella era la nueva inquilina, más tarde nos encontraríamos.

Baje rápidamente las escaleras ya que el ascensor aún no se había arreglado, llevaba así una semana, fue difícil instalar uno, y ahora que está, su funcionamiento es pésimo.

Después de unos minutos llegue a la cafetería que estaba a dos cuadras del edificio. Es muy tranquila y el olor a café que se siente al entrar calma hasta la persona más agitada.

La puerta se cerró detrás mío, dejando el eco de la campanilla que anunciaba quien entraba o salía. Me acerque al mostrador y vi la tarta de arandanos que tanto quería, la pedí para llevar junto con unos cupcakes que le regalaría a dos amigas que tenia en el edificio.

Mientras las empacaban, decídi ir a otro pequeño mostrador giratorio de pastelitos y galletas.

Los que estaban a mi vista no me apetecían así que le di la vuelta. Mientras elegía cuál tomar, alguien se acercó, pero no le di importancia hasta que nuestras manos se juntaron cuando tratamos de tomar el mismo pastelito de mora.

Nunca me había gustado enfrentarme a otra persona, pero por el pastelito lo valía.

—Lo siento, pero, podrias soltarlo.

Miss ojos que seguían fijos en el pastel vieron como tensaba su mano. ¿Acaso no la iba a quitar?

—¿Por qué deberia?

Su grave y ronca voz me dejó saber que era un hombre y al parecer joven.

—Por qué yo lo vi primero- respondí rápidamente.

—Esa no es una razón.

¿Es enserio? Yo llegué primero aquí. Acomodé mis lentes y dando un suave respiro, fije mi vista en la persona en cuestión, era un joven de unos 20 años quizá, piel clara, de ojos verdes, cabello marrón oscuro y un poco ondulado en las puntas, llevaba un gorro negro para el frío.

Dio una sonrisa, de esas que das cuando obtienes lo que quieres. Al verlo así, para mí era lógico que tan solo quería molestar.

—Bien, entonces ¿Por qué lo quieres tu? O mejor dicho, ¿Por qué debería dártela a ti?

Al parecer no se esperaba mi respuesta, ya que su sonrisa se torno en un gesto de confusión.

—Pues... Por que es la única y yo la tomé primero, ademas tu ya tienes uno de los cupcakes que quería.

¿Que respuesta es esa? Nuestras manos ya no estaban en el pastelito sino cruzadas esperando las respuestas del otro para ver quien se llevaba el pastelito.

—Mira, si es por los cupcakes, no hay problema, por que hay mas de esos sabores, así que puedes ir y pedir uno.

No podía demorarme, mi pedido ya debería estar listo y la muchacha se estaría preguntando por que no los he recogido

—Del sabor que quiero necesito tres, y curiosamente solo había tres de los cuales tu tomaste uno, entonces, ¿Ves a lo que me refiero? 
Este chico es tan infantil.

—Bien, entonces devolveré el cupcake y asunto resultó.

Iba a decir algo, cuando su vista se desvío al pastelito. ¿Ahora con que idea absurda saldrá?

—¿Este es el que quieres hija?

La voz de una señora se oyó muy cerca de nosotros, y no fue hasta que el empezó a reírse que me di la vuelta para ver al pequeño mostrador giratorio. Lo que vi no pudo ser más cómico y frustrante, una pequeña niña de unos 7 años, tenía en sus manos el pastelito por el que estaba discutiendo hasta hace unos segundos.

–Si mami, es este  —le respondió la niña a su mamá.

Vi como juntas se acercaban a caja para pagar el pastelito que había cumplido el papel de manzana de la Discordia.

Junto a mi el chico empezó a reírse, no, a burlarse fuertemente de lo sucedido mientras me miraba, esto llamó la atención de los clientes que estaban sentados en las mesas ubicadas cerca a donde nos encontrabamos, varios empezaron a reírse y susurrar entre ellos, cosa que me hizo sentir incomoda, y para colmo el seguía riéndose como si yo fuera la única que dio una funcion

—Tu tienes la culpa. –susurre.

—¿Que? —dijo el chico.




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