«El final no siempre tiene que ser ruidoso, es decir…. Uno imagina que el final de todo lo que conoces tendría que llegar con un aviso, como un accidente de tráfico. Eso tiene ruido, al final de todo tendría que haber un aviso, algo como una señal que indica que todo se está yendo al carajo. Pero el final realmente fue lento, silencioso. Recuerdo el horror y tristeza, la zozobra continua y el dolor, pero sobre todo el miedo. El miedo que yo sentía y el miedo que expresaban los demás, ya fuera verbalmente o no.
También recuerdo a los héroes, aquellos que dieron sus vidas de forma desinteresada para que otros pudieran sobrevivir.
Aun así, escucho la radio todos los días, porque todo lo que empieza termina, así como este infierno un día terminará y lo que el río se llevó, un día debe aparecer, sigo esperando por el día que aparezca uno de ellos en específico, espero volver a verle y ser yo quien termine con su sufrimiento.»
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—¿Hola? —la voz resuena en el departamento. El sol ha desaparecido detrás de los grandes edificios de departamentos que rodean el suyo, pero no hay ni una sola luz en todo el edificio. ¿Dónde está todo el mundo? Kyle sale a la terraza.
Un viento helado golpea sus mejillas, se hunde todavía más en la mullida chaqueta. Saca su celular para comprobar la hora, y leer nuevamente el mensaje que ha dejado su padre.
[Hay algo importante que tengo que decirte]
Pasan de las siete de la noche, y no tiene nada que hacer, el departamento está vacío. No es que le moleste, generalmente está solo. Tampoco es que se preocupe por su padre, hace mucho tiempo que dejó de sentir cualquier tipo de aprecio por las personas a su alrededor. La vida de Kyle se resume en solo existir, y ni siquiera está seguro de porqué lo hace. Todo es mecánico, levantarse, ir a la escuela ¿En qué momento todo se volvió tan aburrido?
Aun así, es extraño que su padre no esté en casa a esa hora.
Kyle observó un par de niños corriendo en la parte de abajo del edificio, lentamente las luces comenzaron a encenderse dándole vida al lugar.
Un sentimiento extraño
se apoderó de él, mientras observaba como la ciudad cobraba vida bajo las luces de las farolas. Pensó que algo era diferente.
Kyle cerró la puerta de la terraza detrás de él, fue hasta su habitación, odiaba vivir en un departamento, cuando era niño solía vivir en una casa extraña con muchas ventanas, ahora todo se sentía tan impersonal, le hacía recordar a él una persona sin personalidad y sin sentido de pertenencia. Había pocas cosas que le gustará hacer, tenía una computadora para hacer su tarea y jugar, tenía un poco de tiempo antes de la hora de la cena, así que podría jugar una partida.
Un trueno había retumbado en alguna parte, anunciando con estrépito la lluvia tan abundante como repentina.
A Kyle le gustaba la lluvia.
Mucho.
La lluvia limpiaba, y hacía que las cosas parecieran nuevas otra vez, generalmente los días con tormenta lo relajaban, pero esa noche había planeado salir a dar un paseo en el pequeño bosque detrás de los edificios de apartamentos.
—Es tarde —dijo viendo nuevamente la hora, se levantó para preparar la cena, no era la primera vez y seguramente no sería la última.
El sonido ululante de una sirena lo hizo ir nuevamente hasta la terraza, justo a tiempo para ver una ambulancia abriéndose paso entre el tráfico. Los coches se apartaban reticentes, como si protestaran. Negó con la cabeza; últimamente estaba viendo demasiadas sirenas de ambulancias pasar. Volvió a entrar a la casa. Busco en el refrigerador algo para hacer la comida, entonces recordó que era lunes, su padre tenía que ir a comprar al día siguiente.
Kyle soltó una maldición, tenía que ir a comprar algunas cosas si quería comer algo rápido, no tenía ganas de preparar algo muy elaborado. Tomó sus llaves y salió del departamento, afuera el aire se sentía más frío de lo normal. Tomó el ascensor, en el camino se topó con su vecina, una anciana que vivía al final del pasillo y siempre tenía algo que decirle sobre su apariencia. Pero ese día Kyle no tenía ganas ni paciencia para soportar los comentarios de aquella anciana, así que se colocó los audífonos de su viejo walkman. Kyle era un chico de gustos simples, lo más moderno que tenía era su celular, no es que el odiara la tecnología, simplemente no encontraba placer en las cosas que la mayoría de los jóvenes de su edad disfrutaban.
Salió a la calle, rápidamente percibió el olor a humedad que provenía de las calles. Carraspeó incómodo preguntándose si las meadas de los perros no tendrían algo que ver con la peste que había por las calles. Tal vez no las meadas, pero sí el estado de las calles, de la ciudad en general.
Esas cosas, la ponzoña vergonzosa de una sociedad enferma, producían enfermedades.
Todo su barrio era un meadero, un barrio sucio.
Entró en la tienda de conveniencia que estaba abierta las veinticuatro horas.
Compro unos paquetes de comida instantánea, unas bebidas, y unos paquetes de barritas de pescado. Regresaba a su casa cuando se percató que la ambulancia seguía detenida. y se mecía con suavidad, como si se hubiera dado un golpe con un vehículo. Pero no había ocurrido nada de eso porque los otros coches permanecían en su sitio. Había presenciado esas situaciones en muchas ocasiones, y en todas ellas los conductores habían salido con furiosa brusquedad de sus coches