FALLENS
Capítulo #49 – El Susurro de Grial
El cielo de aquella noche se matizó nocturnandose con rapidez, más oscuro de lo habitual. Las estrellas parecían haberse ocultado tras un velo de incertidumbre. El grupo había encendido una fogata en un claro del bosque, intentando encontrar algo de paz tras la advertencia de Kaelgor. Pero nadie hablaba. Solo el crepitar de las llamas rompía el silencio.
Kensel sostenía la espada Grial sobre sus rodillas, contemplando el filo que ahora parecía emitir una sutil luz azulada. Sentía que la hoja respiraba. No en el sentido literal, sino como si una conciencia palpitara dentro de ella.
—¿Y si todo esto es verdad? —preguntó en voz baja, más para sí mismo que para los demás—. ¿Y si soy parte de algo que no entiendo… algo que no elegí?
Lirian, sentada a su lado, apoyó suavemente una mano sobre su brazo.
—Tal vez no lo elegiste, Kensel… pero ahora depende de ti decidir qué hacer con ese poder.
Zila se levantó con expresión pensativa.
—Kaelgor no es cualquier sombra. Demoniaca, parece que los lugares de este reino son usados como madrigueras por seres escapados de realidades demasiado oscuras, seres que deben de permanecer en el exilio de este lugar. La verdad no me imagino como se puede vivir en un lugar como este, tan faltó de humanidad.ese nombre. Si hay tantas fuerzas oscuras convergiendo en este lugar es porque esto, es más grande de lo que imaginamos. Kensel que aremos con ella. Exclama Alan cruzando los brazos, inquieto. No podemos dejarla abandonada en este lugar.
Zila miró a la espada. Luego a Kensel.
Aún lado de él, cerca al fuego envuelta entre cobijas se mantenía dormida Soneris.
En ese momento se despertó desorientada con una mirada de cansancio y arrepentimiento.
Kensel quiero darte las gracias a ti y a tus amigos por lo que hicieron por mi se que quizás no merezco que alguien se preocupe pero si tú no hubieras intervenido yo habría sido consumida por la oscuridad hice tanto mal que no se cómo voy hacer para redimir mi camino.
Elegí el poder sobre el bienestar de mi gente y a causa de mi egoísmo todos ellos perecieron.
—olvidalo, todos tenemos un pasado y nadie puede ser perfecto. Lo que importa ahora es lo que hagas realmente para enmendar tus errores.
Todos miraron a Soberis no para juzgar la si no para compadecerla.
Mis antepasados solían decir en sus
antiguos relatos que existen dimensiones más allá de nuestro entendimiento. Dónde habitan otras fuerzas caóticas, Antiguas. Hambrientas.
Kensel apretó los dientes.
—Entonces debemos encontrar la forma de hacer que esas fuerzas se mantengan en el lugar que están.
Un murmullo apenas audible lo sacó de su concentración. Nadie más pareció notarlo. Venía de la espada. Cerró los ojos y dejó que su mente se sumergiera en ese eco… y entonces lo vio.
Un destello. Una ciudad envuelta en tinieblas. Torres afiladas como colmillos. Calles vacías bajo una luna carmesí. Y en el centro… una enorme jaula cuadrada de hierro, suspendida en medio de una cámara de piedra. Dentro, una niña, encogida en una esquina, con el cabello enmarañado y el rostro marcado por el miedo. Sus ojos suplicaban ayuda. El nombre cruzó su mente como un susurro urgente: Anni.
Kensel jadeó, saliendo de la visión.
—Que sucede Kensel— exclama Lirian
—Vi… una ciudad oscura. Sombras por todas partes. Y una niña… atrapada en una gran jaula de hierro. Era Anni. Está pidiendo ayuda.
Zila alzó la cabeza de golpe.
—Eso suena a la Ciudad Numbra. Un lugar maldito, al norte. Está gobernado por un antiguo vampiro llamado Black lukard. Casi nadie se atreve a acercarse.
Replica Soberis mirando asombrada a Kensel.
—¿Pobre niña está ahí? —preguntó Lirian con los ojos encendidos de rabia—. Entonces no hay nada más que hablar. Vamos a sacarla de ese lugar.
—No será fácil —advirtió Soneris—. Luckard no es un enemigo común. Dicen que se alimenta de magia, no solo de sangre. Y su ciudad está protegida por nieblas encantadas… trampas vivientes.
Kensel asintió, con la espada firme en su mano.
—Entonces iremos preparados. No podemos dejarla ahí. Y si Luckard está involucrado… quizás rescatar a Anni sea más que una misión. Tal vez sea parte del destino que Grial me quiere mostrar.
Muy lejos de allí, en lo alto de una torre de obsidiana, el vampiro Luckard acariciaba un relicario que colgaba del cuello de la niña Anni. Ella lo miraba desde dentro de la jaula, temblando. Sus ojos rojos brillaban con anticipación.
—Ven, guerrero del Grial —susurró con una sonrisa torcida—. Te estoy esperando
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Editado: 18.08.2025