Fallens

Capitulo 52- Ecos de Hierro

FALLENS
Capítulo #52 – Ecos de Hierro

La ciudad no tenía corazón, pero latía.
Lo sentían bajo sus pies, en las paredes agrietadas, en el aire cargado de un pulso ancestral. Un murmullo profundo, sordo, que nacía desde lo más hondo de Numbra. Como si algo inmenso durmiera bajo sus calles... o fingiera dormir.

Caminaron por una avenida que alguna vez debió ser majestuosa, ahora vencida por la podredumbre. Las estatuas a los lados no eran figuras heroicas ni dioses olvidados, sino representaciones retorcidas de rostros gritando, cuerpos fusionados con raíces negras que brotaban de los muros.

—¿Quién construyó esto? —preguntó Alan en voz baja.

—Nadie lo construyó —respondió Sonerís—. Numbra se alzó. Como un tumor en la carne del mundo.

Avanzaban en formación cerrada, con Sonerís abriendo camino. Su lámpara brillaba con una luz débil verde esmeralda, como si la propia magia dudara en mostrarse demasiado. Lirian iba detrás, atenta a cada sombra que se movía, a cada sonido fuera de lugar. Kensel cerraba la marcha, pero sus ojos solo buscaban una cosa en el horizonte: la torre del castillo.

Y allí estaba.

Entre la niebla espesa y el retorcido perfil de la ciudad, se alzaba como un diente negro mordiendo el cielo. Una construcción imposible, más alta por dentro de lo que la vista sugería desde fuera. En lo alto, el resplandor rojizo de la jaula parpadeaba como una estrella moribunda.

—Esa torre no sigue las leyes del plano material —dijo Zila con un escalofrío—. Es más antigua que la ciudad misma.

Pero algo los detenía.

No eran solo los callejones mutantes, los edificios que parecían moverse ligeramente cuando no los miraban, ni el silencio denso. Era una fuerza que los envolvía. Algo que no los atacaba aún, pero los empujaba a rendirse.

—Es como si la ciudad... hablara dentro de mí —dijo Lirian, frotándose las sienes—. Como si tratara de convencerme de que me quede. Que me rinda.

—Numbra te promete descanso —dijo Sonerís con amargura—. El olvido eterno. El consuelo de perderte a ti mismo.

Kensel se detuvo. Había una fuente rota en medio de la calle. El agua negra burbujeaba hacia atrás, como si el tiempo en ese punto hubiera decidido revertirse. Encima, un cuervo de ojos blancos los observaba, inmóvil, demasiado quieto.

Entonces lo sintieron.

La presión cambió. Como si algo los hubiera visto. Como si, de repente, ya no estuvieran simplemente caminando hacia la torre.

Estaban siendo llamados.

Zila alzó la vista, y entre la bruma, más ojos se abrieron en la oscuridad. Sombras con forma. Respiraciones contenidas. Presencias que se aferraban a los rincones con dedos invisibles.

—Ahora empieza —susurró ella—. El verdadero Numbra.

Fue entonces que las figuras comenzaron a emerger.

Delgados, huesudos, con la mirada vacía y los cuerpos deformes por siglos de condena: los Eco-huecos.
Y la carrera hacia la torre comenzó.




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