Fallens

Capitulo 53- Ausencias Resonantes

FALLENS
Capítulo #53 – Ausencias Resonantes**
En el plano del mundo normal, la quietud comenzó como una anomalía técnica.

Primero fue el transbordador Aurora VI, desaparecido en la costa sur de Noruega. No se recibió señal de socorro. Las últimas grabaciones mostraban una niebla espesa que descendía del cielo como un velo sólido. Luego, solo mar calmo. Y un silencio que hería los oídos.

Veintitrés horas después, en la autopista interestatal 94, un autobús de pasajeros dejó de existir entre dos cámaras de tráfico. La imagen en una mostraba el vehículo en movimiento, su silueta vibrando ligeramente como si la realidad no pudiera contenerla. En la siguiente… nada. Ni rastro de marcas de neumáticos, ni señales de accidente. Solo un tramo vacío de asfalto, como si el tiempo allí hubiera sido reescrito.

Las desapariciones se esparcieron como grietas en un cristal. Un vuelo de carga desapareció en plena trayectoria sobre el Pacífico. Una familia entera, durmiendo en su casa suburbana en Melbourne, jamás despertó. Las sábanas aún estaban tibias. Los relojes, detenidos a las 3:03 a. m.

Los expertos no podían explicarlo. No eran secuestros, ni errores técnicos. Los satélites, al revisarse cuadro a cuadro, mostraban algo más aterrador: zonas donde el espacio parecía arrugarse, como si una fuerza invisible tirara de los bordes del mundo. Los análisis cuánticos arrojaban lecturas imposibles. Ritmos. Frecuencias.
Latidos.
Y en el centro de ese patrón de desapariciones, alguien notó un detalle que pasó desapercibido durante semanas: todas las víctimas soñaron con una ciudad.
Una ciudad sin corazón, pero que latía. Una ciudad que murmuraba en la oscuridad. Una ciudad cuyo nombre no se decía en voz alta, pero aparecía en todos los diarios de sueños de las víctimas: Numbra.
En el plano distorsionado, donde Alan y los demás corrían entre las ruinas vivientes, Sonerís tropezó y alzó la lámpara justo a tiempo para iluminar una grieta que se abría bajo sus pies. No era solo tierra fracturada. Era una visión.

A través de ella, vio un tren japonés detenerse en una estación que ya no existía. Vio a los pasajeros mirar por las ventanas, horrorizados, mientras el paisaje se disolvía en raíces negras. Luego, solo sombras.

—Se están fundiendo los planos —gruñó—. Están cayendo aquí. Las partes... del mundo normal.

Kensel jadeó al ver algo moverse por el cielo quebrado sobre ellos. No era un ave. Era un jet de pasajeros... suspendido, congelado, atrapado entre los planos como un insecto en ámbar.

—¿Cuántos han sido arrastrados? —preguntó Zila.

—Todos los que soñaron con Numbra —dijo Lirian en voz baja—. nosotros hemos venido hasta aquí por voluntad propia.

Alan no respondió. Sus ojos estaban fijos en algo que ahora se formaba más allá de la torre. Una nueva estructura… hecha de metal, concreto, fragmentos de buses, trenes, casas enteras fusionadas entre sí. Como si la ciudad estuviera alimentándose de las ausencias.

De las resonancias perdidas.

De las vidas que ya no eran recordadas.

Y la torre tembló. Porque Numbra ya no era solo un tumor. Era un umbral. Y se estaba abriendo.




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