Fallsville: cuando sale la luna.

Capítulo VI: La iglesia

Si bien los encuentros con aquel monstruo que la acosaba empezaron a disminuir, la impaciencia y el desasosiego le impulsaban a seguir investigando acerca de la casa. Encontró algunas transacciones que su padre les había estado haciendo los últimos días, lo que reflejaba que su madre estaba en ciertas dificultades económicas después de su hospitalización. No lo había pensado, ¿cuánto costó su noche en el hospital?, su seguro médico no tenía jurisdicción por aquí, y eso sin contar los arreglos que le habían hecho al tendido eléctrico, a las tuberías, a las cerraduras, incluso volver a poner láminas de pintura sobre la puerta sin pomo. No quiso andar por ahí dando más problemas de los necesarios, pero de tanto en tanto iba a la biblioteca del colegio, que por cierto era la única biblioteca en todo el pueblo, para investigar los archivos del periódico. La primera nota que encontró fue de mediados del siglo pasado. Se le heló la sangre.

Una familia entera había sido encontrada muerta en distintas partes de la casa. Los oficiales contaron que sus pieles colgaban de ganchos como si fuesen trapos. Y luego, en los años ochenta, dos inquilinos desaparecieron sin dejar rastro, incluso allí habían quedado sus muebles y muchísimas pertenencias personales. Nadie duraba allí más de medio año sin desaparecer o huir despavorido.

—Pueden ser coincidencias —le dijo Lauren mientras caminaban por el parque—, las casas viejas tienen muchas historias. Además, en esa época solían exagerar mucho para desviar la atención de las guerras.

—No lo creo.

—Creo que era algo de superstición, en cuanto arreglaron las tuberías y la electricidad no volviste a escuchar ruidos, ¿no?

—No, pero...

—¿Ves?, ¿y qué ha dicho Katty al respecto?

—A ella no le he dicho nada, no sabe nada —se miró los dedos, las uñas ya empezaban a regenerarse—. No quiero causarle más problemas de los que ya tiene, hace turnos dobles para poder costear todo lo que hemos gastado. Sigo pensando que era mejor arrendar la casa y buscarnos un apartamento en Sacramento. Creo que ahora ella piensa lo mismo.

—Mira quién está allí.

Ronald se veía alegre y atractivo mientras se recostaba contra aquella farola. Estaba cumpliendo su servicio comunitario como guardia del parque. Alyssa le había contado que él había estado en una relación tóxica con otra chica hasta hace muy poco, pero que ella seguía a sus espaldas, espantando a cualquiera que intentara acercársele. Ese día Annie y Lauren habían salido a recorrer el pueblo como un trabajo para la asignatura de historia, debían anotar todos los detalles y cambios en la arquitectura.

—¿Te gusta?

—Claro que no.

—No te hagas, Annie, he visto cómo lo miras.

Sonrió tímidamente.

—No creo que sea tan evidente.

—¿Por qué no intentas hablarle?, ya son amigos.

—No quiero que me pase otra vez lo que ya me pasó con Bernie. Lleva casi una semana sin responder mis mensajes.

—Deja de insistirle, no vas a lograr nada. Para bien o para mal tuviste que terminar en FallsVille, haz tu propia vida aquí. ¿Y qué has sabido de Molly?

—Con Molly sigo hablando, claro que ya no tanto como antes. Se la pasa de fiesta en fiesta.

Lauren miró su reloj.

—Carajo, a este paso no vamos a alcanzar. Mira, dividámonos el trabajo. Yo voy por la calle principal y tú ve por la calle seis. Juntamos todo luego, ¿vale?

El cambio en la arquitectura era muy brusco. A un lado tenía edificios sencillos y resistentes, luego ya eran de madera, rústicos, con sus balcones y adornos de una era pasada. Lo que más resaltaba en este sitio era la cúpula de una iglesia que sobresalía entre los tejados aledaños. La calle estaba cubierta de hojas amarillentas que alfombraban el pavimento. Tomó algunas fotografías con su teléfono, las suficientes para obtener un cinco en la nota. Y luego llegó hasta los escalones de la iglesia. Con tomarle fotos a la fachada era suficiente, pero aquellas grandes puertas ya estaban abiertas de par en par y la invitaban a entrar. Una vez dentro no encontró a nadie, sólo las velas, los altares, símbolos extraños y los ventanales. Había estado en iglesias católicas antes, pero las figuras de las ventanas no eran imágenes de Jesucristo siendo crucificado, eran de brujas siendo quemadas. Una a una, siendo alzadas en los maderos como si fuesen banderas. Se le erizó todo el cuerpo y salió corriendo del lugar.

No había visto al hombre antes de estar a medio metro de él. Por poco chocan.

—Cuidado, señorita —la regañó mientras él se hacía a un lado. Era el hombre que había estado discutiendo en los pasillos del colegio—. ¿Está bien?

—Sí —se acomodó un mechón detrás de la oreja y apartó la mirada para retirarse—. No lo vi.

—¿A dónde va con tanta prisa?

Ella volvió a detenerse por cortesía.

—A casa.

—¿Es nueva?, es la primera vez que la veo en el pueblo.




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