Aquel bosque, que hace unas horas me pareció el lugar más escalofriante, ahora lucía celestial bajo la luz del sol.
Era como si el terror de la noche hubiera dado paso a una paz absoluta, revelando dos caras completamente opuestas del mismo lugar.
-¿Qué es lo que tanto miras?-pregunto Mara notando mi concentración en el lugar.
-Nada en particular.-respondí volviendo a poner atención en mi comida.
Ella y Jim continuaron hablando.
-¿Creen en los fantasmas?-solté la pregunta de la nada.
Al principio pensé que se reirían, pues esta duda ya no era tan común entre los adultos.
Y si lo eran solo servía para burlase del “miedoso”.
Aun así pareció que a Mara y Jim les intereso el tema, pues no dudaron ni un segundo en exponer su opinión y experiencias paranormales.
-¿Será que aquí tambien los hay?-pregunte direccionando más el tema a mi experiencia de anoche.
-Desde luego que lo hay. Muchos agentes respiran por última vez aquí, sus almas deben seguir atrapadas en este paralelo por alguna razón o por su propia negación.-dice Mara.
-Si como hay dimensiones paralelas, se da una filtración de una con a nuestra dimensión entonces los seres de esa dimensión ingresan a la nosotros, pero debe ser una especie de vibración o algún otro factor que produce que los percibimos a esos seres como fantasmas, aunque no si ellos estén conscientes de esto o quien sabe en su universo nosotros somos sus fantasmas.-agrega Jim.
-Creo que eso la espanto más que los fantasmas.-dice Mara burlándose.
-Quien saco lo de los paralelos y la negación de los fantasmas.-se defiende.
Resoplan detrás de nosotros.
Y es Luann.
-Los fantasmas no existen-interviene Luann.-lo que llamamos fantasma son efectos creados por factores naturales, ilusiones ópticas, o simplemente por efectos psicológicos.
Con el argumento de Luann, me termino convenciendo que todo fue un efecto creado por la misma naturaleza del lugar, y que toda sensación que sentí fue por la paranoia de ser atrapada fuera de mi habitación.
Por otra parte los chicos no aceptan este argumento, aun así son callados por la petición que tenemos por parte de Luann.
-¿Por qué hacemos esto?-interroga su hermano.
-Ya lo verás, en unos segundos más.-le responde revisando con su otra mano libre su celular.
Los cuentos y son exactamente veinte segundos para que una figura varonil aparezca en nuestra mesa.
-Chicos es el Alec.-anuncia Luaan moviéndose para darle un espacio entre la mesa.
Con Jim intercambia un saludo de puño, Mara lo mira fijamente mientras tanto yo lo saludo con el gesto común.
-Oh, eres quien Jim pensó que invadiste su piscina, ¿no?.- pregunta Mara esperando a que unos los dos confirme o niegue su duda.
-El mismo en persona, pero en mi defensa Jim es muy distraído que no me noto en el desayuno por estar en su celular.
Mi compañero lo mira seriamente poniendo los ojos en blanco.
-¿Tú quién eres?- dirige la atención a mí.
-Aurora Baker.
-Supongo que también de primer año
Asiento.
-Debes tener muy mala suerte como caer en este grupo.
Luaan, le da un codazo que hace que su cara se achine con el dolor.
-Que dicho buena suerte, que debió tener buena suerte para caer con nosotros.
-La misma que tu tuviste para hacer parte de este maravilloso, increíble, exquisito, extraordinario y magnifico grupo.-le responde Luann.
En todo el almuerzo me entero de que Alec al igual que Luann es de último ciclo del segundo periodo, y hoy regreso a FISM porque pidió una licencia que se le permitió ausentarse los dos primeros meses.
Cuando suena el timbre para regresar a las clases Luann y Alec se ofrecen acompañarnos hasta el salón de la clases que nos corresponde, mientras caminamos me percato que Alec, es más alto que Luann.
Esta comparación me trae la imagen de la pareja de anoche.
Podría ser que aquel par realmente si era Luaan y Alec. Aunque durante la charla en ningún momento los dos mencionaron el tipo de relación que tiene, seria es muy pronto para suponer que son pareja.
……..
Cuando por fin termina la jornada de clases, regreso al edificio solo con Jim. Mara no nos acompaña; tenía algo que hacer antes de que cayera la noche, y sé perfectamente de qué se trata.
Conozco las iniciales de ese "algo".
Al entrar al departamento me encuentro con una escena digna de admirar. Jace haciendo ejercicio.
-¿Admirando la vista?-pregunta.
Tres palabras, un sentimiento dan como resultado un tomate con patas.
Como era posible que nuestro cuerpo se volviera nuestro propio delator.
-Era broma.-suelta en esos segundos que a mí me parecieron una eternidad.
-Ja, Ja-finjo una risa.-¿Porque entrenas aquí?
Cambio el tema para bajar mi rubor.
-En el gimnasio no me permitieron.-responde serenamente.
-Hicieron bien, yo tampoco dejaría que alguien entre con una herida asi.
Señalo su rodilla.
-Solo es un rasguño.
-Uno que cubre un cuarto de tu pierna- parece que quiere hablar entonces me adelanto.- además que haces haciendo flexiones, se supone que tienes reposo, no lo estas respetando.
De cuando a acá a mí se daba por sacar la personalidad de madre preocupada.
-Nunca lo he respetado-suelta un quejido, que casi no se escucha pero su cara lo ha delatado.
Me acerco inmediata.
-Solo ha sido un calambre, y los adultos los tenemos con frecuencia.
-De acuerdo anciano, será mejor que recojas tus juguetitos de gimnasia y me ayudes hacer la cena.
Parece que ha divertido con lo que he dicho, menos mal, porque me ha salido sin esperarlo.
-Es una extraña manera de invitarme a cenar, pero acepto.-dice tras unos segundos de meditarlos.
Diez minutos más tarde un Jace limpio y cambiado aparece en la cocina.
-¿Entonces que haremos de cenar?-pregunta.
-Tacos de albóndigas.-respondo.
-Tacos de albóndigas-repite mis palabras.- no que es pero me gusta como suena.
-Y te gustara más cuando lo pruebes.-aseguro.
Comienzo por sacar los ingredientes que ocuparemos para luego dividirnos las tareas.
A medida que avanzamos nos entretenemos jugando dos verdades una mentira.
—Es mi turno —exclama Jace—. Me dan miedo las alturas.
—Dos. Al cumplir 22, una fan imaginaria —se señala a sí mismo— me envió el regalo perfecto.- Pienso que yo también lo haría.
—Tres. No me gusta la pizza.
—A ver, mmm... —me tomo mi tiempo antes de decidir—. Te dan miedo las alturas.
Me mira fijamente por unos segundos, que bajo mis nervios parecen una eternidad. Tanto paranoia de mi parte no me sirve para determinar si he acertado o no.
—Incorrecto —dice al fin.
—¿Cómo entonces sí es verdad que te dan miedo las alturas?—exclamo.
—Sí, un poco, en ocasiones.
—Me estás engañando, ¿no?
Niega con la cabeza.
—Eres un cadete, ¿cómo podrías tenerle miedo a algo que implica tu trabajo tantas veces?
—Lo sé, es una mala elección tener ese miedo, pero lo enfrento. En una emergencia, debo ignorarlo para seguir con mi trabajo.
Lo miro detalladamente, intentando encontrar alguna pista de su engaño
—Ey, digo la verdad, los soldados también tenemos miedo, no somos de acero.
Río, pues aún no me lo creo.
—De acuerdo, no hay que desviarnos del tema. ¿Cuál es la mentira?
—Bien, la mentira sería la pizza. A todos nos gusta la pizza.
—Yo no me incluyo en ese grupo —responde.
—Entonces no te enviaste ningún regalo a los 22.
—Ni tampoco tengo 22.
—¿Cuántos años tienes?
—¿Cuántos años crees que tengo? —contesta.
—Dices que estás en el tercer rango y mencionaste que llevas cinco años...
—Ese cálculo no te va a funcionar —me interrumpe—. Mi edad no tiene que ver con mi rango.
—Vamos, ayúdame un poco —hago un puchero.
—Evaluemos tu capacidad visual. Mírame —ordena.
¿Por qué me pide eso cuando últimamente es lo que más me pone nerviosa? Pero tampoco puedo negar que existe una parte de mí que deseara detallarlo por hora.
—¿23? —suelto.
—Menos —responde.
Si no tiene 22 ni 23, y dice que es menos, entonces está entre los 21 y los 20... ¿O podría ser menos? ¿18?
—Tampoco soy tan menor —responde, como si leyera mi mente.
Es que su cabello castaño claro, su gran estatura y su atractivo rostro no son de mucha ayuda para descubrir eso tan facilemente.
—¿20? —digo en un hilo de voz.
Asiente.
—Sí, tengo 20 dulces primaveras que acabo de estrenar hace poco. — dice para luego beber un poco de refresco
No es tan mayor como lo pensé, eso mejora la situación, dos años no son nada.
—Martina me comento que te invito a su piso.-saca el tema mientras cenamos.
—Si, fue el mismo día de la noche que regresaste.
—¿Qué opinas de su piso?
—Me sorprendió, pero no a mal, a bien, estaba muy bien decorado.
—Entonces recolectaste ideas para mudar tu habitación a la sala.
—Si, pondré una alfombra de peluche fucsia, ahí-señalo el centro de la sala.
—Si es de eso color, la lanzare por la ventana. —responde burlándose.
Su sonrisa juguetona persiste, incluso mientras niega con la cabeza.
—¿De qué hablaron con Martina mientras no estaba?
—En los entrenamientos, de nada en particular. En su departamento, tocamos varios temas.
—¿Alguno de esos temas me incluye?
—Un par, no te preocupes.
—Si me incluye, ya es preocupante. ¿De qué trataban?
—Ya no lo recuerdo; las chicas solemos tener mala memoria.
—Sé que no es así. ¿Qué quieres a cambio?
—¿Ah?
—Cuéntame de qué hablaron, y te daré algo a cambio.
—¿Es tan importante saberlo?
—Sí.
Le relato todo lo que hablamos con Martina. No siento que la estoy traicionando, ya que no hubo ninguna confidencia de por medio.
—¿Satisfecho? —pregunto al finalizar mi narración.
—No dijo nada que no fuera cierto, entonces, digamos que sí.
¿Eso tambien incluía que no está saliendo con nadie en este momento?
—¿Por qué querías saber de qué hablamos?
No responde de inmediato. Se toma su tiempo, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
—Quería asegurarme de que Martina no me quite la oportunidad de presentarme como soy y no como ella me ve.
Entonces deberías apresurarte, porque la consejera está dispuesta a entregarnos tu expediente.
—¿Desconfías de tu amiga?
—No exactamente, pero a veces describimos a las personas de manera distinta a lo que realmente son.
—Entonces, espero que Martina no te haya pintado con falsos colores —murmuró.
—Solo te dio unas cuantas pinceladas. El verdadero cuadro tendrás que descubrirlo tú misma.
Pienso en lo que acaba de decir y trato de descifrar si mi interpretación es correcta.
La idea de mirándonos, como si el mundo se detuviera solo para crear un momento para un que surgiera algún tipo de afecto es algo que pertenece más a las películas que a la realidad.
Porque en la realidad un pitido agudo invadió bruscamente nuestros oídos.
—Debemos salir, la alarma de emergencia se ha activado —dice Jace.
Lo observo mientras toma su chaqueta del perchero y, acto seguido, me pasa la mía. Camino detrás de Jace en todo momento, mientras los demás salen de sus habitaciones. El día de orientación nos indicaron las zonas de encuentro, y hacia allá nos dirigimos.
Nos formamos como lo indicaron los superiores, aunque ninguno parece dispuesto a explicar el motivo de la emergencia. Los murmullos se apagan de inmediato cuando entra el coronel Mark, acompañado de cinco superiores más, entre ellos el capitán Russo.
—Buenas noches. Seré breve, dada la hora.- habla el coronel desde el podio-Esto ha sido un malentendido: alguien activó la alarma de emergencia de forma imprudente y asumirá las consecuencias. El resto puede volver a sus habitaciones tras registrar su asistencia.
Y así, tal como vino, se va junto al comité que lo acompañaba.
—¿Qué le hará a quien hizo eso? —le pregunto a Jace mientras regresamos al piso.
—Los castigan, los suspenden, y si el caso es más grave, los expulsan.
Puedo imaginar los castigos que le impondrán al culpable de esta importuna alarma.
—Voy a ver un reality de cocina, ¿quieres unirte?
Siento que la invitación que le acabo de hacer a Jace es similar a la que hice días antes del baile de graduación.
—¿Son entretenidos?
—Lo son para mí.
Así es como terminamos sentados en el único sofá de este piso, viendo más de un reality. Tener a Jace compartiendo un programa de televisión me evocaba más de un recuerdo, uno que no esperaba que su compañía trajera de vuelta.
Para Luc (Lucas) era su oscuro secreto, para mis padres, un escape del trabajo, y para mí, uno de los pocos momentos en que podía tener a mi familia junta. A dos meses de distancia, la necesidad de saber si tome la decisión correcta de salir de casa llegaba en ocasiones como estas donde me apetecía volverlos a ver pero pronto se esfumaba cuando pensaba en el futuro y lo orgullosos que se sentiría al verme feliz ocupando un cargo que no pensé que tendría nunca pero que cada día me estaba esforzando por obtenerlo.
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Editado: 16.05.2025