Mientras desayuno, los murmullos matutinos en la cafetería son silenciados abruptamente cuando alguien pide que alcen el volumen del televisor.
"Fuera de servicio, el agente T. Anders perdió la vida al recibir múltiples disparos mientras rescataba valientemente a una víctima de acoso."
Todos presentamos atención a la noticia, a cada detalle que se da, llego entender la razón de la petición cuando se recalca que el agente residía en esta sede.
Veo a varios sacar sus teléfonos para confirmar la situación pero no es necesario porque por la bocinas nos confirman que debemos regresar a nuestras habitación y prepararnos para la ceremonia de duelo.
La bandera de la patria que está en la entrada de la central esta bajada hasta media asta, vistiendo el traje de gala caminamos a uno de los campos más grandes que tenemos para
Escuchar la ceremonia que se reproduce simultáneamente en las bocinas de todas las sedes de FISM.
Para finalizar experimento por primera vez en vivo la tradición que característica del fúnebre militar.
El toque de silencio.
En protocolo de luto lo que queda de la jornada es cancelada a excepción de misiones y operaciones.
Mantenemos total respeto, este día es como si en la academia estuviera deshabitada, no hay ruido, ni gente en los pasillos, los campos vacíos y tan solo la cafetería es visitada en el horario de comida.
Se puede decir que me acostumbrado a la actividad de estar de un lado a otro, entre entramientos y clases que el pasarme todo el día estudiando en mi habitación me parece agobiante y asfixiante.
Por eso salgo al balcón, el helado aire que me golpea al abrir las puertas es liberador, justo lo que necesitaba.
Me voy relajando hasta llegar a contemplar la noche sin pensar en los estudios o alguna otra cosa que me agobie.
El silencio hace que todo parezca más bello.
Simplemente más sencillo.
Contemplar el cielo, sin mirar ni escuchar el exterior, es tan plácido, tan cálido. Que pase la distancia que las separa, hacen que te sientas acompañado.
Nunca he creído en después del a muerte hay un cielo, pero si algo me gustaría creer es que luego de la muerte pasamos a ser estrellas, a descansar en el azulado mar, que en noches aparecemos y haremos compañía a todo él se sienta perdido.
Que podemos ofrecerles ese confort que en vivos no lo hicimos, porque quizás son estas las bellezas que hacen que vivir valga la pena.
-Con que aquí estabas.
-Me relajo.-le respondo a Jace sin despegar la vista del cielo.
Siento sus pasos avanzar hasta quedar a mi lado, no dice nada simplemente permanece ahí.
-¿Te da miedo morir?-suelto la pregunta tras pensar en la noticia y el evento que pasamos hoy.
-Todos lo tenemos, en diferentes grados pero existe.
-¿Y cuál es tuyo?
-Creo que en este punto intermedio, y el tuyo Aurora.
-Muy alto, ahora mismo si me muero, me arrepentiría de no dejar nada que me marcara.
-Explícate.
-Cuando morimos dejamos algo, casa, herencia, logros, algo que al observarlo nos revive en los presentes.
-Y qué me dices de los recuerdos, esos deben valer más que todo eso.
-Tiene su valor, pero a medida que el tiempo pasa se desvanecen y un día de pronto ya no está o te cuesta recordarlos.
-Si desde ese lado lo observas, entonces lo otro tambien acabara desapareciendo.
-De acuerdo, tienes razón, los recuerdos valen más que eso, no te niego, solo que mirando mi hoja de vida aún no hay algo que haga peso, mi lapida diría hija y hermana. Y ya.
Lo observo, y su rostro parece contraído, está aguantándose la risa.
-Jace.-exclamo avergonzada.
-Es que no puedo imaginar que una chiquilla este pensando en su lapida, eres muy joven-pongo los ojos blanco.-tienes muchos años por delante, tu lapida será en lo que menos se fijen cuando te estén recordando.
-Pero los que no me conozcan si lo harán, así que más vale que tenga una buena descripción.
-Te apuesto toda mi cuenta bancaría a que si tendrás una.
-Que sea un trato.
Estira su mano, y yo se la estrecho, sonríe y a mí se me escapa una risa suave y fugaz que no puedo ocultar.
-Por cierto mira.
Con una mano se aparta el cabello de la frente, y me toma unos segundos entender lo que intenta decirme.
—Ya no tienes los puntos.
—Me los sacaron hoy —mira su reloj— hace una hora y cinco minutos.
Doy un par de pasos hacia él, y no se aparta. Estiro mi mano y toco el área.
—¿Te duele...? —pregunto.
—¡Ugh! —frunce el ceño y sus ojos se entrecierran por el dolor.
—Lo siento... —me alejo inmediatamente, deteniendo el brazo antes de tocarlo de nuevo.
—Era una broma —dice con una sonrisa que no le devuelvo. Sólo puedo seguir mirándolo—. No me duele, para nada.
Se toca la herida para demostrarlo, pero al hacerlo, su expresión cambia; un leve gesto de dolor se dibuja en su rostro.
—Esa sí me dolió... pero estoy bien, lo ves.
—Menudo bromista —respondo dándole un toque suave en la frente deshaciéndome de mi fingida fachada seria.
Él frunce el ceño por tercera vez, pero en lugar de disculparme, me río.
Deliberadamente sin censura alguna.
-Me tengo que vengar!-dice cuando termino de reír.
-Ah enserio, no si el más ofendido de la cuadra.-me muerdo el labio inferior para evitar reírme más.
Pero no puedo, exploto de risa al sentir sus dedos en mis costillas moverse.
Me retuerzo entre carcajadas, tratando de esquivar sus manos, pero él persiste en seguir, sin dejar de sonreír divertido.
Río que hasta el punto de que el estómago ya me empieza a doler.
-¡Consíganse una habitación!-escucho que gritan de algún lado del exterior.
Ambos paramos, nos separamos de inmediato como si nuestros cercanía fuera nocivo para ambos.
-Perdón no debí pasarme.- murmura Jace, avergonzado.
No lo pienso, ni lo analizo, suelto sin controlar ninguna palabra que declaro.
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friendstolover, milicia y mafias, amor y traicion y misterio
Editado: 16.05.2025