Aurora.
Estoy hecha un ovillo en mi cama, las cobijas me cubren hasta el cuello y mis ojos solo se mantienen en la ventana que ya ha comenzado a mostrar los rayos del sol haciéndome saber que un nuevo día ha comenzado.
Soy incapaz de salir de la cama y solo limpio mi nariz con uno de los pañuelos que tomo de la caja que había dejado en mi cama.
—¡Aurora! —la voz de mi madre me hace mirar hacia la puerta—. ¡Se te hace tarde!
Sorbo por mi nariz mientras la escucho alejarse.
Con las pocas ganas que me quedan termino poniéndome de pie de la cama, me coloco mis pantuflas y camino de manera lenta hasta la puerta, no me detengo a ver mi reflejo en el espejo y solo paso de largo hasta salir de mi habitación, sé que no debería hacer nada de esto pero sé también que debo decirles a mis padres que ya no trabajo más en la emisora.
Los recuerdos del día anterior llegan a mi cabeza de nuevo, las lágrimas vuelven a amontonarse en mis ojos mientras bajo los peldaños de la escalera.
Escucho las risas de mi familia haciendo que mi pecho se oprima y solo soy capaz de tomar aire antes de quedar frente a ellos.
En el primer segundo en que los tengo de frente todos guardan silencio, me miran y solo los miro de la misma manera.
—Dios —escucho a mi madre—, mírate, ¿por qué no te has vestido?
Trago saliva.
—Pareces salida de una película de terror, Aurora —Maeve se burla y eso hace que Sharon ría con ella.
—¿Todo está bien, cariño? —mi padre es quien pregunta ahora, noto la preocupación en su voz y el solo hecho de recordar que le he fallado de nuevo me hace querer tirarme a llorar de inmediato.
—Ya no trabajo más en la emisora —confieso finalmente.
Veo como los cuatro me miran ahora con asombro.
—Tienes que estar bromeando, Aurora —mi madre habla.
—Es un milagro que la nena durara más de un mes —Sharon suelta comiendo su desayuno—. Aurora no está hecha para trabajar.
—No sabe tomarse nada en serio —complementa Maeve.
Mi vista va hasta la única persona en la mesa que me interesa. Veo a mi padre, sus ojos muestran una ligera pizca de decepción que me hace cristalizar los ojos.
—Vamos, cariño, come tu desayuno, se va a enfriar —mi padre habla dándome una ligera sonrisa que hace que mi corazón se vuelva añicos.
—No tengo hambre —respondo en un susurro—. Iré a mi habitación.
Doy vuelta y subo las escaleras regresando de nuevo a mi habitación en donde vuelvo a tirarme en la cama metiéndome entre las cobijas, las lágrimas no tardan ni un minuto en salir de nuevo, los sollozos se atascan en mi garganta recordando el infierno de la noche anterior y lo que hubiese pasado si la esposa del señor Chapman no hubiese llegado.
Intento detener el llanto pero me siento tan temerosa que no puedo evitar el que las lágrimas rueden por mis mejillas.
—Aurora —la voz de mi padre se escucha, han pasado ya un par de horas desde que regrese a mi habitación—. ¿Puedo pasar, cariño?
Me recompongo lentamente en la cama, limpio mis mejillas y acomodo mi cabello.
—Sí, papá —respondo, la puerta se abre y por esta miro a mi padre quien se adentra lentamente a la habitación, trae consigo una bandeja y el aroma a comida inunda mis fosas nasales de inmediato.
—No comiste nada, mi amor —sus ojos cafés hacen contacto con los míos y sonrío en el momento que toma asiento en la cama y deja la bandeja frente a mí.
—Huele delicioso —respondo y sonríe.
—Come un poco, pequeña, no me iré tranquilo si sé que mi bebé no comió nada —mis ojos se cristalizan y solo bajo la mirada a la bandeja, misma en donde comienzo a cortar los panqueques para meter algunos bocados en mi boca.
Mi padre se asegura de que coma un poco y después de algunos minutos vuelve a hablar.
—Tengo que ir a la zapatería —habla y lo miro mientras bebo el café en la charola—. Regresaré más tarde y si quieres podemos ir a caminar al parque.
Asiento con lentitud.
—Todo está bien, Aurora —habla—, no hay nada que no tenga solución, solo ha sido un empleo pero hay miles más en el mundo.
Asiento una vez más.
Se acerca y deja un beso en mi frente.
—Te amo, mi Aurora —cierro mis ojos y dejo que dé un beso más en mi frente.
—Te amo más, papá —respondo, sonríe y camina a la puerta—. ¿Ya tomaste tu medicina?
Pregunto antes de que pueda salir de mi habitación.
—Ya lo hice —responde y sonrío mientras asiento, sale de la habitación y solo me concentro en terminar mi desayuno.
El rato pasa, salgo de mi cama y tomo la bandeja que había traído mi padre y que ahora mismo ya se encuentra vacía, salgo de mi habitación y camino hasta la cocina en donde dejo todo, sé que mi madre se encuentra en casa ya que escucho como limpia algunas cosas en la habitación de Sharon.
Lavo los platos que había utilizado y una vez que termino vuelvo a caminar con la intención de subir de nuevo a mi habitación, pero, antes de poder llegar al primer escalón de las escaleras el timbre llama mi atención.
Camino hasta la puerta y abro esta, mis ojos van de inmediato hasta la mujer que se encuentra del otro lado, una ola de pánico y nervios de inmediato se cuela en mi sistema mientras la mirada de la mujer está llena de rabia, enojo y odio.
—Señorita Bellerose —habla mientras me recorre de arriba a abajo con la mirada, trago saliva con dificultad.
—Señora Chapman —susurro.
Antes de que pueda decir algo estampa sus manos en mis mejillas dándome dos bofetadas que me hacen retroceder un par de pasos, mis ojos de inmediato se cristalizan mientras el ardor recorre mi rostro.
—¡Esto es para que lo pienses dos veces antes de volverte a ofrecer como una mujerzuela! —grita con desenfreno haciendo que la mire al momento en que mi madre aparece también para presenciar la escena.
Editado: 02.05.2024