Aren Russell.
—¡Russell! —cierro mis ojos y tomo una respiración lenta con la que me ordeno que no debo perder la paciencia.
Escucho la puerta de mi oficina ser abierta y después unos pasos acercarse hasta que lanzan un folder frente a mí.
—Necesito una nueva secretaria —escucho la voz de mi mejor amigo: Zaak Deep—, así que firma eso para poder colocar el anuncio de vacante.
Levanto la mirada de la pantalla de mi portátil y veo a Zaak.
—¿Qué pasó con tu secretaria? —pregunto—. Hace menos de seis meses que contrataste a una nueva.
—Demasiado aburrida —se deja caer en la silla frente a mí y solo me recargo en el respaldo de mi asiento.
—No puedes despedir a las secretarias solo porque te parecen aburridas, Zaak —suelto ligeramente cansado.
—Ya lo hice —responde.
Suelto un suspiro lento y abro el folder para estampar mi firma y entregárselo de nuevo.
—Pude haberte dado a firmar un documento donde estipule que me das todo lo que tienes —suelta aceptando el folder—, y pude engañarte porque no lees ni una mierda.
—Confío en ti —señalo la puerta—. ¿Algo más?
—Nada —agrega—, por cierto, dile a las gemelas que les deseo un feliz cumpleaños.
—Como sea —suelto regresando la vista a mi portátil.
—Maldito amargado —lo escucho soltar para finalmente salir de aquí.
Mi nombre es Aren Russell Hoffman, actualmente tengo veinticinco años y soy el magnate más joven e importante de New York, bueno, del mundo en general.
Soy ingeniero aeronáutico, me gradué a los veintidós años pero inicié mi imperio desde los dieciocho años. Comencé con mis propios aviones de escala para armar, mismos que comencé a vender a mis compañeros de universidad y profesores hasta que poco a poco comencé a escalar diseñando y creando así miniaturas para importantes empresarios, los pedidos comenzaron a ser cada vez más grandes hasta el punto en que tuve que pedir ayuda económica a mi madre y mi padrastro ayudándome así a continuar con mi trabajo; al mismo tiempo que diseñaba las escalas trabajaba también en un aeropuerto en donde daba mantenimiento a los aviones y algunas veces era piloto personal de importantes magnates que solicitan vuelos completamente privados.
A la edad de veinte años participe en un concurso en la universidad, este trataba de diseñar tu propio avión, entré al concurso y gané fue así como gracias al premio pude obtener patrocinio y apoyo para que el primer avión que diseñe fuese una realidad, ese avión terminó siendo del agrado de un empresario ruso que compró mi avión por tres veces más de lo que pedí, gracias a ese ingreso comencé a crear y levantar todo lo que tengo hoy.
Hoy en día poseo la aerolínea más importante, solicitada y cotizada del mundo la “aerolínea Russell”. Soy diseñador y vendedor de todo tipo de aparatos aéreos; poseo algunos cuantos hoteles alrededor del mundo; soy el dueño de la universidad de aeronáutica y aviación más importante del mundo y sigo con mi ahora marca de aviones escala para armar. Entre algunos negocios e inversiones más, todo esto me ha colocado en el primer puesto de la lista de Forbes.
A tan solo veinticinco años he logrado lo que jamás imaginé que tendría, provengo de una familia que jamás antes se vio en la cima, mi madre es una fotógrafa que actualmente posee una de las galerías de exposición más importante en New York, mi padre falleció cuando yo tenía cuatro años, él era un panadero.
Nací en Londres, lugar de donde provienen mis padres también, después de la muerte de mi padre mi madre decidió iniciar de cero, ella necesitaba trabajo y New York fue la mejor opción para ella, era uno de sus sueños frustrados que al final se hizo realidad.
Es desde ese entonces que vivo en New York. Mi madre se casó años después de nuestra llegada a New York, conoció a Brian Fox, un hombre dedicado a las bienes raíces. Brian es mi padrastro y también el padre de mis dos hermanas menores: Lottie y Roxanne, las gemelas Fox.
Dejo de teclear en mi portátil en el momento que mi celular comienza a sonar, acepto la llamada y pego el aparato a mi oreja para segundos después escuchar la voz de mi madre del otro lado.
—Estamos esperándote para comer —suelto un pequeño suspiro—, las gemelas se niegan a convivir si su hermano mayor no está aquí.
El cumpleaños número quince de mis hermanas es hoy.
—Les dije a ambas que no podría ir a comer —respondo—, les dije que las vería en la fiesta.
Masajeo mi sien mientras aflojo el nudo de mi corbata y me recargo en el respaldo de mi silla.
—¡Él lo prometió! —escucho a ambas gritar desde el fondo.
—Eso no es cierto —suelto.
—Aren —mi madre habla, su voz suave inunda mis oídos—, ven a comer, no está bien que te la pases todo el día en la oficina.
—Tengo trabajo —respondo mirando el reloj en mi muñeca.
—¿Más trabajo? —pregunta mi madre del otro lado—, ya lo tienes todo, no está mal darte un pequeño gusto.
Siempre he sido ambicioso, no sé si es porque cuido y valoro lo que jamás tuve o porque solo quiero más y más a cada segundo; he llegado a pensar que tal vez es una combinación de ambas.
Me pongo de pie con lentitud y solo tomo mi saco que cuelga de un perchero en la oficina.
—Voy para allá —suelto y escucho a las tres festejar, ruedo los ojos y termino la llamada.
Guardo el celular en mi bolsillo y mis ojos solo miran la vista que el ventanal de mi oficina me ofrece, estoy en el último piso del edificio por lo cual tengo una perfecta y hermosa vista de todo New York.
No puedo evitar reparar cada espacio de la ciudad, se siente tan majestuoso saber que ahora mismo soy yo quien está en la cima de todo cuando antes me tocaba mirar hacia arriba y desde abajo.
Me coloco mi saco, acomodo mi corbata y arreglo los puños de mi camisa para salir finalmente de la oficina.
Editado: 02.05.2024