Aurora.
¿Cuándo fue la última vez que alguien hizo algo por mí como lo que Aren hizo hoy? Ni siquiera lo recuerdo.
No puedo medir la felicidad en mi pecho ni la manera en que mi ser se siente ahora mismo.
Miro los cuadros que Aren y yo hemos pintado, todo se pinta de rosa a mi alrededor.
Me siento tan bien y feliz ahora mismo que siento que nada puede hacer que la sonrisa se borre de mi rostro o que la felicidad se acabe.
El auto de Aren se detiene afuera de mi casa. Es más de media noche.
Ambos nos mantenemos en silencio mientras el auto se apaga.
Finalmente, abro la boca liberando un par de palabras que no son más que necesarias para decir justo lo que quiero expresar ahora mismo.
—Muchas gracias, Aren —sé que estas palabras pueden ser muy planas y comunes pero salen de mi boca con sinceridad, tal como siempre.
El magnate gira a mirarme, sus ojos marrones coinciden con los míos y una sonrisa se pinta en sus labios.
—No ha sido nada —responde.
Ambos seguimos dentro el auto, los dos con nuestras mismas ropas elegantes de nuestra fiesta de compromiso, misma de la que escapamos.
—Nuestra fiesta… —comienzo.
Aren niega antes de hablar e interrumpiendo mis palabras también.
—La fiesta de compromiso no importa ahora mismo, Aurora —responde.
Siento como mi ceño se frunce.
—¿No importa lo que diga la gente? —pregunto—. No creo que haya sido muy buena idea irnos de nuestra propia fiesta.
—La gente siempre hablará —agrega—. Hagamos lo que hagamos y digamos lo que digamos, siempre lo hará. Así hagamos cosas buenas o malas, la habladuría siempre estará.
Levanta sus hombros con desinterés.
—Cher debe estar como loca —hablo de nuevo. Ambos reímos mientras el castaño niega.
—Cher ama nuestra faceta de pareja enamorada —comienza—. Seguramente estará contenta de saber que decidimos ser felices e irnos.
—Tus socios… —intento hablar de nuevo.
—Aurora —interrumpe—. No me importa lo que suceda con el resto, no me importa lo que suceda con aquella gente que no me importa —agrega—. No te lamentes, no te preocupes y no pongas al resto antes que a ti misma.
Muerdo mi labio inferior.
—¿No te aburriste? —pregunto en un susurro con temor de la que sea su respuesta.
—¿Aburrirme? —pregunta con una ceja elevada—. ¿Bromeas? —lo miro con atención.
—Bueno, nada de lo que hicimos hoy es algo que un magnate tan importante como tú haría —excuso.
—Vaya manera tan sutil de llamarme insípido magnate —habla haciendo que sin poder controlarlo una carcajada salga de mi boca.
Sonríe mirándome mientras siento como río intentando controlar las carcajadas que emanan de mi boca.
—Disfruté esta noche tanto como tú —habla de nuevo una vez que mis carcajadas se detienen de manera lenta—. Tienes razón, no son las cosas que suelo hacer pero tampoco he tenido problema al compartir contigo esta noche —agrega—. Me he divertido, he disfrutado mucho y me gustaría incluso que hiciéramos cosas de estas más adelante.
Siento que mi pecho se contrae ante tantas emociones que de un segundo a otro me invaden de un solo golpe.
Sé que esto es una farsa, que mi compromiso con Aren lo es, que nuestro matrimonio lo será y que todo entre nosotros lo será, pero, aún con todo eso que sé sucederá entre nosotros parece que mi interior se emociona como si fuera real.
Aren está haciendo tanto por mí que por un segundo una parte de mí parece emocionarse como si fuese real. Una parte de mí olvida que esto se terminará, una parte de mí olvida que si hoy en día tenemos este tipo de contacto es únicamente porque hay un contrato de por medio.
Y no quiero que un golpe de realidad me golpee sin poder verlo venir.
—Será divertido —susurro.
Sé que él ha dicho todo esto solo porque hicimos un acuerdo en donde ambos prometimos que esto sería grato para los dos, al menos hasta que nuestro contrato termine.
—Lo será —responde también. No puedo evitar mirarlo, una sonrisa pinta en sus labios haciendo que una sonrisa se pinte en mi boca de la misma manera.
Ambos nos miramos, sus ojos coinciden con los míos y nuestras miradas no se alejan la una de la otra.
Siento que mi pecho se oprime, siento que el aire se me va y siento que mi estómago revolotea.
Y todo lo que siento me asusta, todo aquello que comienza a invadirme me asusta.
Alejo mi mirada de él con lentitud y regresando la mirada al frente mientras carraspeo intentando regresar a la realidad de la cual sé no debo salir.
—Tengo que irme —susurro—. Mis padres deben de estar preocupados.
—Claro —responde.
Baja del auto y camina hasta mi puerta, misma que abre para ayudarme a bajar. No me puedo negar a aceptar su mano para bajar del auto y es una vez que mis pies tocan la acera cuando ambos volvemos a mirarnos fijamente.
Su cuerpo a centímetros del mío, nuestras miradas entrelazadas y la luna brillante hace que la situación parezca mágica. Como uno de esos tantos cuentos que en su momento fueron excepcionales para mí.
Su mano sigue sosteniendo la mía. Su elegante traje hace que luzca como un verdadero príncipe, el cabello castaño y rebelde le cae sobre la frente, sus ojos marrones brillan con el brillo natural de la luna y por un segundo me hace perder en la belleza que emana.
—Luces como un príncipe —las palabras salen de mi boca sin procesarlas, pero, también lo hacen sin arrepentimiento.
Una sonrisa se pinta en sus labios. Sus ojos se achican gracias a la enorme sonrisa que ahora enmarca su rostro y por una fracción de segundo la necesidad de guardar esta imagen en mi cabeza no pasa desapercibida.
—¿Cómo un príncipe? —pregunta con una ceja elevada.
Su mano aún sosteniendo la mía me hace mirar a ese punto cuando su pulgar comienza a trazar caricias en mi dorso.
Editado: 02.05.2024