Aurora.
Me adentro a la oficina de Aren.
—A la impresora le ha dado un paro cardíaco —suelto mientras cierro la puerta detrás de mí. El castaño detrás del escritorio aleja la mirada del monitor de su computadora y me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué? —pregunta—. ¿Un paro cardíaco? —la confusión inunda en su voz.
—Sí —respondo mientras camino acercándome—, porque tuvo una impresión muy fuerte.
Su confusión se aleja de inmediato y en su lugar se hace presente una mueca divertida mientras aprieta sus labios, sé que intenta no reír.
Se deja caer en el respaldo de su asiento y niega divertido.
—¿Puedo usar tu impresora? —pregunto—. Llamé para que vengan a revisar la mía pero el señor de mantenimiento está revisando la computadora de Zaak.
Asiente mientras señala con su barbilla la impresora en su oficina. Sonrío como agradecimiento mientras me acerco a esta y hago el proceso desde mi tableta.
Los papeles que necesito comienzan a imprimirse y solo espero pacientemente.
—Toma —la voz de Aren me hace mirarlo. Sigue en su sitio, veo como extiende una pequeña caja.
Me acerco curiosa y lentamente hasta que estoy lo suficientemente cerca para tomar la caja en mis manos. Mi ceño se frunce mientras examino esta.
—¿Qué es? —pregunto.
—Es para la última dama que selecciones —responde haciendo que lo mire de inmediato—. Dijiste que querías cuatro damas, te falta una.
Lo recuerda.
Esa simple y pequeña acción hace que mi estómago revolotee.
—¿Ya sabes quién será? —pregunta sacándome de mis pensamientos.
—Tengo una idea —respondo mientras tomo asiento en una de las sillas aquí, frente a él.
Me mira y lo miro también, una sonrisa se pinta en mis labios.
—¿Puedes ayudarme? —pregunto.
Eleva una ceja.
—¿Qué necesitas? —pregunta.
—Necesito el número de Ariana Foster —respondo—. La guardaespaldas de Volker Diekmann.
De inmediato mi jefe y prometido se coloca serio mientras parece perderse en sus pensamientos.
—Lorenzo conoce a Oliver Brown —habla después de unos minutos—. Es un cercano a Diekmann.
Sonrío.
—Iré con Lorenzo —me pongo de pie.
—Puedo llamarlo —Aren sugiere pero niego.
—Los papeles tardarán un poco —señalo la impresora. Aren tendrá una reunión importante esta tarde y debo imprimir varias copias para todos los que estarán ahí, la impresora aún no termina así que puedo bajar y regresar sin ningún problema—. No tardaré.
Solo asiente con lentitud. Salgo de la oficina y voy directamente hasta el elevador, entro a este y presiono el piso de recepción.
La caja de metal se mueve y después de unos minutos llego hasta la recepción, salgo del edificio mientras busco a Lorenzo quien está recargado en el auto en donde suele transportar a Aren, frente a él se encuentra Edwin, quien ahora es mi chofer personal.
Me acerco hasta ambos.
—Señorita Bellerose —Edwin habla mientras me acerco, se postra firme en su lugar—. ¿A dónde la llevo?
Niego con una sonrisa una vez que llego con ambos.
—No iré a ningún lado, Edwin —asiente. Miro a Lorenzo quien me mira también sonriendo—. Es a ti a quien busco.
Lorenzo eleva una ceja.
—¿En qué puedo ayudarla, señorita Bellerose? —pregunta.
—Aren ha dicho que conoces a Oliver Brown —respondo—. La mano derecha de Volker Diekmann —asiente—. ¿Podrías pasarme su contacto? —pregunto.
De inmediato saca su celular y comienza a teclear en la pantalla hasta que finalmente me muestra un número, mismo que tecleo en mi celular.
—Muchas gracias, Lorenzo —asiente—. Te debo una hamburguesa —sonríe—. Debo volver al trabajo.
—Que tenga lindo día, señorita Bellerose —ambos hablan en mi dirección.
—Ustedes también.
Me adentro a la empresa de nuevo mientras comienzo a teclear y hacer algunas llamadas.
El elevador se abre una vez que estoy de regreso en el piso residencial, salgo de este mientras miro la pantalla de mi celular y le mando algunos mensajes al tal Oliver Brown.
—Regresé —aviso entrando de nuevo a la oficina de Aren quien sigue en su silla giratoria. Me mira sin dejar de teclear.
—¿Lo conseguiste? —pregunta y asiento mientras camino hasta tomar asiento frente a él de nuevo.
—Lo tengo —respondo.
Llevo la mirada hasta la impresora que sigue sacando papeles.
—¿Necesitas ayuda en algo? —pregunto pero niega mientras se recarga en el respaldo de su silla.
Miro la caja para la última dama de honor y solo sonrío mientras miro mi celular pero aún no recibo ninguna respuesta.
Aren sigue tecleando en su computadora.
—¿Has pensado en la luna de miel? —su pregunta hace que salga de mis pensamientos y levante el rostro para mirarlo. Teclea en su computadora sin mirarme.
Trago saliva lentamente.
—No —respondo. Miento, sí he pensado en eso.
Aren sigue haciendo lo suyo.
—¿Quieres ir de luna de miel? —pregunta.
Vuelvo a tragar saliva.
—¿Esto es como una propuesta para tener sexo? —no puedo evitar la pregunta y termino soltándola.
El magnate de inmediato deja de teclear y me mira. Sus cejas se fruncen y me mira perplejo.
—No —responde de inmediato y ciertamente nervioso—. Yo… —la manera en que luce, los nervios que desborda, me hacen sonreír—, no quería que sonara como una propuesta.
Muerdo mi labio evitando soltar una carcajada.
—Lamento si ha parecido una falta de respeto —se disculpa de inmediato haciendo que sonría en su dirección.
—Solo bromeaba, Aren —respondo.
Se relaja tenuemente en su sitio.
—Bueno —comienzo—. Se supone que somos una pareja que se ama —prosigo—, y las parejas que se aman suelen ir de luna de miel después de casarse, ¿no?
Me mira escuchándome con atención.
Editado: 02.05.2024