Falsamente tuya

Capítulo 22: SEÑORES RUSSELL

Aurora.

—¿En verdad no dirás a dónde vamos? —pregunto hacia el castaño que está sentado frente a mí.

—¿Cuál es la finalidad de una sorpresa, Fresita? —pregunta Aren mientras levanta la mirada de los papeles que tiene en manos.

Suelto un suspiro lento.

Llevamos horas de viaje, salimos de New York hace ya bastantes horas, de algo puedo estar segura y es de que definitivamente es un viaje largo.

—Bueno, la finalidad de este viaje en específico era también que tú descansaras de tu trabajo —le recuerdo mientras mis ojos bajan a los papeles que tiene con él—, y yo te veo trabajando aún en ello.

—No estoy trabajando —responde. Lo miro con una ceja elevada—. Cuando amas lo que haces no debe considerarse un trabajo.

Siento como mi ceño se frunce y bajo la mirada de nuevo viendo los papeles que desliza sobre la pequeña mesa que nos separa.

Mis ojos miran lo que hacía y siento como la mueca confusa se transforma ahora en una sonrisa.

No hay números, no hay letras, en esas hojas no hay más que dibujos hechos por él.

—Es el diseño de un nuevo avión —habla mientras tomo con lentitud las hojas y veo a detalle cada uno de los dibujos que ha hecho—. Estaba inspirado y no podía dejar pasar la oportunidad.

Es magnífico absolutamente todo. Siempre he admirado su trabajo y siempre lo voy a admirar a él.

No dejo de mirar los dibujos.

—Esto es hermoso, Aren —lo miro rápidamente para después regresar la mirada a las hojas—. Creo que será todo un éxito.

Sonríe. La sonrisa le ilumina hasta los ojos, conozco a Aren el tiempo suficiente para ya lograr reconocer que los aviones y su empresa le dan felicidad. Misma felicidad que se ve reflejada ahora mismo en él.

Antes de que él pueda decir algo la azafata del avión se acerca y nos indica que debemos asegurarnos ya que el avión va a aterrizar.

Aren y yo asentimos. Nos acomodamos en nuestros asientos y aseguramos nuestros cinturones.

—¿En dónde estamos? —le pregunto a Aren mirándolo.

Sonríe mirándome de la misma manera.

—Es una sorpresa, Aurora —responde—. Ya te he dicho que no diré nada.

Ladeo la cabeza sin dejar de mirarlo.

—Es mala idea que me digas que es una sorpresa —respondo intentando no sonreír—. Porque las sorpresas me gustan mucho que no puedo evitar enloquecer por ellas.

—Tendrás que enloquecer entonces —se burla.

Ruedo los ojos y esta vez no puedo evitar la sonrisa que se pinta en mi rostro mientras el avión desciende cada vez más hasta que finalmente parece que hemos tocado tierra.

—¿Estás lista? —pregunta Aren.

—Lo estoy —respondo. Se pone de pie de su asiento y mis ojos van hasta lo que muestra en una de sus manos.

—Debo cubrir tus ojos, Fresita —avisa. Mi boca se abre con sorpresa mientras miro el antifaz que hay en su mano.

—Pero —intento hablar—. ¿Por qué?

—Es una sorpresa y quiero que mires nuestro destino hasta que estemos en un punto donde puedas admirar todo como se debe —elevo una ceja—. Confía en mí.

—Confío en ti, Aren —respondo.

Dejo que coloque el antifaz en mis ojos, mismo que de inmediato hace que todo se tiña de negro. Siento como el magnate toma mis manos para comenzar a guiarme con él y con cuidado de que no caiga.

No digo nada ya que me concentro en intentar escuchar a mi alrededor. Bajamos del avión, Aren sigue guiándome mientras bajamos escalón por escalón de la escalinata del jet hasta que puedo escuchar como abren la puerta de un auto. La voz de Lorenzo se escucha.

—Bienvenidos, señores Russell —el chofer de Aren saluda.

—Hola, Lorenzo —respondo. Escucho la risa del chofer.

—Estoy a su espalda, señora Russell.

Aren ríe y una sonrisa tímida pinta mis labios mientras giro el rostro sobre mi hombro.

—Hola, Lorenzo —saludo de nuevo. El chofer ríe y Aren me ayuda a subir al auto.

Me relajo en mi sitio mientras puedo escuchar y sentir como Aren sube a mi lado.

Mi vestido de novia ha quedado atrás, en cuanto subimos al avión cambié mi asombroso vestido por ropa, misma ropa que estaba sobre la cama de la habitación del jet. Aren había elegido mi outfit y no puedo negar que mi esposo tiene buen gusto.

Por la ropa que traigo encima y por la brisa caliente que golpeó mi rostro en cuanto bajamos del jet sé que estamos en un lugar donde hace calor, demasiado calor para ser precisos.

Un vestido de tirantes y seda blanca con puntos negros se adapta a mi cuerpo, este llega hasta mis tobillos y unas pequeñas zapatillas plateadas adornan mis pies.

Mi cabello está suelto y cae sobre mi espalda.

—Sé que hace calor —hablo mientras siento como el auto va en movimiento—. Sentí el sol cuando bajamos del jet.

—Fresita inteligente —responde haciéndome sonreír.

—Pero no sé aún dónde estamos —prosigo—. Podría decir Tulum pero fue un viaje largo así que lo descarto.

—Bueno, cada vez estás más cerca de saberlo —habla ahora él.

—¿Me gustará? —pregunto.

—Creo firmemente que será así —responde—. Espero que sea así.

Sonrío de nuevo.

El auto sigue moviéndose. La música resuena desde el estéreo y solo me relajo en mi lugar, no veo nada por lo cual lo único que parece mantenerme en la realidad es el hecho de que la música me haga tararear.

Pasado un buen rato el auto se detiene, mis instintos despiertan de inmediato mientras me recompongo en mi lugar aún con la vista apagada.

—Llegamos —Aren avisa a mi lado.

Giro la cabeza hacia donde proviene su voz. Una sonrisa se pinta en mis labios mientras lo escucho bajar hasta que la puerta de mi lado es abierta. Aren toma mi mano y me ayuda a bajar del auto.

Mis pies tocan piso firme, la brisa caliente vuelve a golpearme de nuevo y una sonrisa se pinta en mis labios cuando puedo escuchar olas de mar.




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