Aurora.
Camino detrás de Aren mientras veo como el magnate mira a detalle cada mínimo espacio del avión en el que nos encontramos. Tengo mi libreta de anotaciones conmigo, en caso de que pida algo pero lo único que hace es mirar con detenimiento todo a nuestro alrededor.
Los asientos, el material en cada espacio, toma asiento en uno de los lugares y se remueve tenuemente, asegurándose de que es cómodo. Avanzamos a pasos lentos hasta que llegamos a la cabina de mando del avión, misma en donde Aren comienza a detallar de la misma manera.
Conozco este procedimiento. Aren, siempre que agregará un nuevo avión a la lujosa línea de aviones que posee en sus diferentes aeropuertos, se asegura de que el avión sea completamente seguro, cómodo y deslumbrante. Le gusta asegurarse de cada mínimo detalle con atención y le gusta hacerlo personalmente, aún cuando posee un largo equipo de trabajo detrás de él.
Solo soy capaz de mirar a Aren mientras sigue sumergido en su propio mundo, asegurándose de que este avión sea digno de ser uno más en la colección.
—¿Qué te parece? —pregunta, logrando que salga de mis pensamientos y deje de mirarlo como una estúpida.
Gira a mirarme de manera lenta, nuestros ojos coinciden mientras me presta atención completa, esperando una respuesta.
Miro a mi alrededor. La cabina de mando luce lujosa y preciosa, creo que los pilotos aquí serán felices porque sin duda alguna se siente agradable la sensación.
Quiero decir, hay lugares, que pese a ser diseñados para ciertas funciones, son horribles, con un armonía y aura pesada, lo cual ocasiona que las personas que conviven en él no tengan una experiencia agradable, cómoda y satisfactoria.
—¿Qué opino? —pregunto y asiente.
—Creo que es un avión precioso —respondo sin mentir. Cada cosa que Aren hace es sinigual y única—. Como todo lo que haces, Aren.
El magnate sonríe airoso, la respuesta le ilumina los ojos y verlo contento hace que mi corazón brinque de alegría.
—Prueba aquí —ordena mientras señala uno de los asientos de piloto. No dudo en acercarme y tomar asiento, miro el enorme tablero frente a mí y acaricio el asiento con mis manos.
—Es cómodo —respondo—. Si fuese piloto me sentiría bien aquí —agrego.
Lo miro sonriente. Sonríe también. Su celular emite el sonido de un mensaje y toma este, mira la pantalla mientras parece leer a través de esta. Sigo mirando a mi alrededor hasta que el sonido de una cámara y un flash disparándome hacen que lleve la mirada hasta el magnate de nuevo.
Aren sonríe, con su cámara apuntando a mi dirección, no me deja procesar las cosas cuando vuelve a fotografiarme.
Una sonrisa se forma en mis labios, una sonrisa sincera, una sonrisa genuina.
—¿No son suficientes las fotografías que hay en mis redes sociales? —le pregunto en tono divertido.
Veo como mira la pantalla de su celular, tal como si estuviera admirando las fotografías que acaba de tomar.
—No —responde—. Las fotografías que hay en tus redes sociales todos pueden mirarlas —sus ojos coinciden con los míos—, estas fotografías las conservo solo para mí. Únicas y exclusivas.
La respuesta pone mi corazón a latir como loco.
—Una fotografía de lo que de le da sentido a mi vida —habla, casi perdido en sus pensamientos.
—¿Qué? —pregunto nerviosa mientras veo como sus ojos siguen sobre la pantalla de su celular.
—Una de mis más costosas creaciones y mi bella esposa —el tono de orgullo que le tiñe la voz pone a mi mundo entero a temblar. No puedo evitar sonreír cuando lo veo sonreír mientras presume las fotografías que tomó minutos atrás.
Vuelvo a mirarlo, sin poder evitarlo. Aren es precioso y no me refiero únicamente al hermoso físico que lo atribuye sino al hermoso ser humano que es por dentro. Faceta que conocí ahora que soy su esposa, faceta que me ha enamorado de él.
Aren conmigo siempre fue amable, simpático, divertido y ciertamente alegre, aún cuando solo éramos jefe y secretaria y no había un contrato de por medio, nunca recibí un mal trato de su parte, sin embargo, para el resto de trabajadores en la empresa, Aren es un jefe serio, cero divertido, cerrado, enojón y mandón. Conmigo nunca lo fue, conmigo fue siempre un buen jefe, un buen hombre y un bello ser humano.
Se ríe de mis chistes, aún cuando son pésimos, habla conmigo sobre la vida y los límites que a veces nosotros mismos nos planteamos. Compartimos largas horas de trabajo en donde ambos nos la pasábamos dentro de su oficina, con él insistiendo en que me fuera a mi casa y yo negándome y pidiendo que me dejara ayudarlo para después ser él quien se ofreciera a llevarme a casa mientras me dejaba escuchar Taylor Swift en el camino.
Compartimos bellos atardeceres desde el enorme ventanal de su oficina, compartimos tazas de cafés y donas de azúcar mientras trabajábamos, traía fresas para él, y me aseguraba de que comiera correctamente y a sus horas, viajes de trabajo que siempre terminaban convirtiéndose en una anécdota para mí porque el magnate terminaba contando cientos de historias de aquellos lugares que para mí eran completamente desconocidos.
Aren siempre ha sido un ángel conmigo, un verdadero ángel, desde el primer segundo en que me atrapó entre sus brazos aquel día hace tres años, lo fue.
Solo era mi jefe y ahora es el hombre que tiene mi corazón en sus manos.
Es sorprendente ver las vueltas que la vida puede dar, porque nunca me imaginé que mi jefe, el hombre que me ofreció un matrimonio por conveniencia, mi marido falso, se convertiría también en mi más grande amor.
—Gracias por todo, Aren —las palabras salen de mi boca, el magnate levanta la mirada, sus ojos coinciden con los míos—. Gracias por ser un buen esposo.
Una pequeña sonrisa enmarca su rostro.
Gracias a Aren ahora mis expectativas están por los cielos y temo que nadie pueda cumplir con estas porque sé que nadie iguala a mi falso esposo.
Editado: 02.05.2024