Falsamente tuya

Capítulo 32: NO ESTÁS SOLA

Aren.

Mis nudillos duelen, siento como mi puño comienza a arder mientras puedo sentir también como el rostro de Chapman es golpeado una tras otra vez.

Puedo escuchar a lo lejos gritos, gritos que parecen subir de intensidad a cada segundo que corre.

La rabia que siento no me da cabida para detenerme, siento que mi mundo se ha puesto en llamas y que la rabia se ha convertido en mi mejor aliado.

No me concentro en nada más que no sea golpear al maldito bastardo que tengo debajo de mí. Hago a un lado a su mujer que intenta acercarse, no me importa ya nada.

Se metieron con ella y eso jamás voy a dejarlo pasar.

—Basta —una voz llega a mi oídos mientras siento como me toman para tirarme sobre el césped. Estoy a punto de irme de nuevo sobre la persona que acaba de meterse pero detengo mis movimientos cuando capto que se trata de Leigh, quien me inmoviliza, me mira con seriedad mientras se asegura de que no me mueva—. Detente, Aren.

Ordena entre dientes, la única maldita razón por la que me detengo es porque está embarazada. Solo por eso.

La rubia mira hacia un punto.

—Tómenlo —ordena y entonces cuatro hombres se acercan. Me toman por los brazos para ponerme de pie.

Caín, Cassian, Zaak y Maddox se aseguran de retenerme. Mis ojos arden de rabia mientras miro a Chapman en el piso, se acercan a él para socorrerlo y no es para menos. Su rostro está irreconocible, lleno de sangre y comienza a hincharse. Su perfecto traje negro ahora tiene manchas de sangre que comienzan a correrle de su rostro. Eso no es suficiente, no es suficiente para lo que merece.

Intento soltarme del agarre de los hombres que me retienen pero estos me toman con aún más fuerza.

Miro a la multitud que se ha aglomerado en el jardín, hay un pequeño círculo de personas a nuestro alrededor que miran la escena con horror.

No me importan las miradas llenas de miedo en mi dirección, por el contrario, me llena de rabia ver como hay personas que miran con lastima y compasión a Chapman.

Siguen ayudando al hombre que en este mismo instante lo único que merece es morir.

Miro todo mi alrededor. Mis ojos solo la buscan a ella y mi mundo se detiene de manera lenta cuando miro a Aurora presa en un ataque de pánico que ni Selene, Marena o Leigh pueden detener.

Me remuevo del agarre de todos.

—Aren —advierte Zaak.

Me vale una mierda todo, me remuevo con más fuerza.

—Déjenme, maldita sea —suelto entre dientes. Sé que temen que pueda irme en contra de Chapman de nuevo, y aunque eso es lo que deseo, una parte de mí también se prohíbe hacerlo. Ella me necesita.

Reúno todas mis fuerzas y me suelto del agarre del resto de los magnates quienes de inmediato intentan tomarme de nuevo pero soy más rápido al caminar hacia Fresita.

La gente me abre paso mientras los murmullos se escuchan en todo el sitio. La gente está completamente asombrada de esto, pero, me importa una mierda. Me importa una mierda todo.

No me arrepiento de nada y podría repetirlo mil veces más.

Llego hasta ella quien no puede controlar su respiración. Hago a Selene y Marena a un lado y me acerco a tomar el rostro de Aurora, no sin antes asegurarme de que la sangre de ese bastardo no manche mis manos, ella no merece que la sangre de ese infeliz la manche.

—Hey, Fresita —busco sus ojos, el verde olivo de su mirada está completamente apagado, no puede respirar y sus ojos están inyectados de terror, de pánico y de miedo.

Verla así está destruyéndome porque no quiero imaginar lo sola que tuvo que haberse sentido todo este tiempo. No puedo siquiera perdonarme el saber que tuvo que lidiar con esto completamente sola.

—Aurora —susurro, un enorme nudo se instala en mi garganta, las palabras queman y la impotencia amenaza con fragmentarme.

Su cuerpo entero tiembla mientras me aseguro de tomar sus manos y hacerle saber que estoy aquí. Noto lo fría que está e intento que note mi calor, que sepa que me tiene con ella.

—Fresita —susurro de nuevo, vuelvo a acunar su rostro. No sé qué hacer, su rostro está mojado en lágrimas que no dejan de salir de sus ojos, no habla, no dice algo, solo solloza mientras hipea, su cuerpo tiembla y eso comienza a asustarme.

Sé que está intentando hablar, sé que está intentando detenerse pero sé también que un ataque de pánico no te suelta con facilidad.

Comienzo a llenar su rostro de besos, acaricio su cabello y la abrazo conmigo, con fuerza y asegurándome de que pueda sentirme mientras sigo sobando su espalda y llenando su cabeza de tenues besos que quiero le griten todo lo que me pesa en el pecho.

No me importa Chapman.

No me importa la gente que me mira como una auténtica bestia.

No me importan los susurros de las personas o las miradas aterradas.

No me importa que nos miren.

Solo me importa que ella esté bien.

—Por favor —susurro, tomando de nuevo su rostro—. Por favor, mi amor.

La suplica que emana mi boca le llena los ojos de aún más lágrimas. La tomo entre mis brazos y me apresuro a salir de aquí, me adentro a la mansión y camino hasta el jardín delantero, mismo que está completamente solo. La dejo con lentitud sobre una de las sillas de jardín y quedo de rodillas frente a ella.

Sus dedos se mueven con ansiedad entre ellos mismos, tomo sus dos manos y aprieta estas ligeramente.

—Respira conmigo —le ordeno—. Vamos, Fresita, respira conmigo.

Comienzo a indicarle cómo lo haga, comienzo a mostrarle la manera en que debe respirar. Ella intenta imitarme y poco a poco comienza a hacerlo también. Sus manos aprietan con fuerza las mías, esa acción me hace tragar saliva con dureza porque con ese apretón me hace saber que esto le está costando la puta vida.

Las ganas de tomarla y protegerla de todos me inundan.

Cierra sus ojos y sigue haciendo respiraciones, sus mejillas no dejan de empaparse y los hipeos comienzan a convertirse en sollozos, sollozos que le regresan la voz.




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