Aurora.
New York.
Entro a la cafetería en donde vería a la persona que me había citado aquí. El olor a café inunda de inmediato mis fosas nasales, el aroma me hace soltar un suspiro lento, es delicioso.
Mis ojos van al interior del local, repaso todo el sitio y recorro mesa por mesa, hasta que mis ojos enfocan una mesa en uno de los rincones, parece que han elegido esa para estar alejada de todos.
Puedo sentir como mi cuerpo se tensa un poco, como mi corazón parece acelerarse, incrementando su latir segundo a segundo. Me obligo a caminar hasta aquel punto, con sus miradas sobre mí y obligándome a mí misma a no tomarles importancia. Me recuerdo que solo estoy aquí para que mi alma esté en paz y ya no seguir arrastrando el pasado, no cuando me prometí a mí misma que comenzaría a avanzar.
—Hola, Aurora —habla la mujer poniéndose de pie, miro a Amanda quien me da una tímida y nerviosa sonrisa, puedo notar como juega con sus manos entre ellas, hacía eso siempre que estaba nerviosa.
—Hola —susurro, mirando también a Matteo quien también se ha puesto de pie.
Mi mirada no se mantiene en el hombre sino que va hasta el pequeño bebé que está en una carriola junto al ahora matrimonio.
Un pequeño pinchazo me atraviesa el pecho cuando el pequeño me mira, comienza a reír, viéndose completamente hermoso. Es un pequeño ángel, uno muy hermoso y enigmático.
Me es imposible no sonreír mientras miro al pequeño. Sus ojos son cafés, unos bonitos ojos cafés mientras que su cabello es rubio, no un rubio intenso pero sí un rubio que hace el juego perfecto con sus mejillas regordetas y sonrojadas. Trae un mameluco blanco que lo hace lucir aún más precioso.
Ha sacado el cabello de Matteo y a pesar de que ambos poseen los ojos castaños puedo notar de inmediato que el color que tiene el bebé lo asemejan más a los ojos de su madre.
—Es precioso —susurro, sin dejar de mirar al bebé que sigue mirándome de la misma manera. No ha dejado de sonreír y ahora aplaude feliz, logrando que la sonrisa en mi rostro crezca.
Pese a los inconvenientes que he tenido con sus padres no hay nada en mí que pueda mostrar una pizca de remordimiento o rechazo hacia él. Sé que es un bebé que está ajeno a todo esto y que no puedo señalarlo solo por las acciones de sus padres, no cuando él apenas ha llegado a este mundo.
—Se llama Adam —informa Amanda.
—Hola, Adam —hablo hacia el pequeño quien suelta una pequeña carcajada que me hace tragar saliva con fuerza pero no elimino la sonrisa en mi rostro.
—¿Cómo te va, Aurora? —la voz de Matteo ocasiona que la sonrisa en mis labios se elimine y carraspeo, alejando la mirada del bebé para mirar ahora a sus padres.
—Solo estoy aquí porque no dejaron de insistir —hablo, corriendo una silla para tomar asiento, no quiero desperdiciar tiempo así que si debo ir directo al grano, lo haré—. Estoy aquí como lo pidieron, hablen.
Ambos vuelven a sus lugares con lentitud, un mesero se acerca pero le indico que no consumiré nada y se retira de inmediato.
Miro a Amanda y a Matteo, esperando que alguno de los dos hable.
—Matteo y yo queremos iniciar desde cero —comienza Amanda, mira al hombre frente a ella y después vuelve a mirarme—. No estamos aquí para pedirte una nueva oportunidad, solo hay cosas de las que queremos disculparnos.
Me mantengo en silencio.
—Y sabemos también que no necesitas perdonarnos para continuar con tu vida, porque hasta ahora lo has hecho todo de maravilla, Aurora —mirar a Amanda hace que los recuerdos con ella regresen a mi cabeza.
Mi cabeza se llena de recuerdos que tenemos juntas, cuando era mi mejor amiga, mi hermana. Cuando era mi otra mitad, mi alma gemela. Mirarla y tenerla cerca es como un golpe a mi corazón que aún recuerda lo mucho que la quería.
—Intentamos de alguna manera, remediar las cosas que hemos hecho —añade ella.
Juego con mis dedos en mi regazo.
—Sabemos que te lastimamos, Aurora —comienza él—, aunque jamás fue nuestra intención hacerlo, lo hicimos.
Recordar la relación que tuve con Matteo trae ahora una ola entera de dolor, sufrimiento, miedo e inseguridades.
Cuando salía con Matteo solo era una adolescente que experimentaba su primer amor, su primer novio, su primera relación. Como todo adolescente creí que él sería el hombre para toda mi vida pero estaba equivocada.
Mi relación con Matteo lo único que me trajo fueron problemas, noches de insomnio, ataques de ansiedad, inseguridades. Él era mayor que yo, aunque nuestra diferencia de edad es de tres años, cuando salíamos él ya había hecho, experimentado y repetido cosas y vivencias que yo no. Quería encajar con él, quería sentirme amada que acepté destruirme en el proceso.
Nuestra relación se baso en discusiones, peleas, gritos. Era yo quien ocupaba el papel de la culpable en todo y para todo. Cualquier mínimo problema, cualquier inconveniente, yo era la culpable y asumía ese rol porque él era bueno manipulando mi cabeza para lograr que aceptara responsabilidades que no eran mías.
Cuando estás en una relación dañina y tóxica es difícil salir de ahí. Yo me aferraba a él porque lo quería, lo amaba. Era mi primer amor y creía que yo podía cambiarlo, que él sería mejor para mí, para nosotros, pero, jamás fue así.
Cuando dependes de una persona es difícil continuar sin ella, el solo hecho de imaginar tu vida sin esa persona puede a veces traerte una ola de ansiedad y terror que no puede controlarse con nada, pero, es aún peor cuando esa persona se encarga de volverte dependiente de él mismo, cuando se encarga y te asegura que sin él serás nadie, que lo necesitas a él para brillar, para sentirte querida, para ser amada.
Matteo se encargó de que no pudiera seguir sin él, supongo que temía que en algún momento no resistiera más y lo abandonara así que se aseguro de que fuera todo para mí.
Editado: 02.05.2024