Falsamente tuya

Capítulo 47: NUNCA PASAMOS DE MODA

Aren.

Miro a Aurora, una sonrisa se pinta de inmediato en mis labios al verla.

—Luces hermosa, Fresita —no puedo dejar de mirarla de arriba a abajo.

Cassian y Faith han organizado una fiesta de disfraces, con la temática de los años 50’s. La fiesta es para celebrar el lanzamiento de uno de los libros nuevos de Faith.

La rubia se acerca sonriente, no puedo evitarlo y tomo su mano para terminar con la distancia entre los dos. Sus labios de inmediato buscan los míos y la beso con desespero.

Mi boca proclama la suya con necesidad. Aurora Bellerose es una adicción para mí.

Nuestras bocas se mueven sincronizadas, mis manos la sostienen por la cintura con fuerza así como sus brazos se enredan en mi cuello, sonrío sobre su boca cuando siento como sus dedos comienzan a acariciar lentamente mi nuca.

—Si no estuviese ya enamorada de ti, seguramente este look me haría caer a tus pies sin duda alguna, insípido magnate —sonrío, sin alejar la mirada de sus ojos verdes que brillan con intensidad.

No hay mucho que decir sobre mí. Elegí lo más común en esta temática: unos jeans negros, unos converse negros, una playera de manga corta en color blanco y una chaqueta de cuero negra. Mi cabello fue el más difícil de arreglar pues lograr el ícono look que caracteriza esos años ha sido todo un reto.

Miro a Aurora de nuevo. El look le queda a la perfección, todo a ella le queda a la perfección.

Es tan perfecta que es ella lo que hace que cada prenda se convierta en un accesorio porque la verdadera joya es ella, siempre ella.

Aurora ha elegido un vestido rosa pastel, con pequeños y apenas notorios puntos blancos, un cinturón blanco le rodea la cintura. El vestido le llega más abajo de las rodillas, casi a mitad de la pantorrilla y la falda de este mismo es tan espesa, y circular que logra ese efecto que se necesita. Un suéter de lana en color blanco le cubre los hombros.

Unas zapatillas blancas le adornan los pies y finalmente, su cabello ha sido trabajado de tal manera que se le forman pequeñas ondas en el cabello rubio mientras una diadema blanca resalta entre la melena rubia.

—No puedo creer que vas a convertirte en mi esposa —susurro, tomándola por la cintura y acercándola más a mí.

—Debes creerlo —susurra de regreso, con una mano acariciando mi mejilla—. Porque no planeo dejarte ir esta vez —sonrío—, y no planeo perderme el privilegio de vivir la vida a tu lado.

Mi corazón parece alterarse, tal como siempre sucede cuando la tengo cerca de mí, me inclino y tomo su boca con la mía, besándola con delicadeza y ternura, deleitándome con su sabor y gozando de cada segundo que tengo a su lado.

Cuando nuestras bocas se separan, uno mi frente a la suya, aún abrazándola.

—Tenemos que irnos —avisa, con una pequeña y divertida sonrisa—, o llegaremos tarde.

Asiento, antes de abrir la puerta de mi auto para ella, vuelvo a besarla, responde de inmediato, con una sonrisa que no se borra para nada.

Cuando el aire nos falta y el beso se termina es ella quien se lanza a mí, abrazándome y ocultando el rostro en mi cuello.

—Quiero estar siempre así —susurra, mis manos la toman por la cintura—. A tu lado, cerca de ti. Amándote con todo este amor que he guardado para ti y siendo amada de la manera tan pura y real en que tú me amas.

Dejo un beso en su cabeza.

—No hay otro lugar que prefiera que no sea a ti —hablo, tomando sus mejillas y levantando su rostro para buscar sus ojos verdes—. Eres mi hogar, Aurora Bellerose —sus ojos se cristalizan—. Eres el amor de mi vida, mi alma está entrelazada a la tuya, mi corazón late solo por ti y mi vida solo es vida cuando te tengo conmigo.

Amo la manera en que me mira, la manera en que sus ojos gritan lo mucho que me ama y la manera en que me hace sentir.

Muchos creerían que desperdiciamos tres años de nuestra vida, estando lejos uno del otro, pero la realidad es que fue una inversión porque ahora que ambos estamos aquí, uno frente al otro, siendo nuestras mejores versiones, es cuando comprendemos que el sacrificio valió la pena.

Tener a Aurora lejos por tres años fue un martirio, no hubo día que no pensara en ella, no hubo un solo segundo en que no me obligara a ser fuerte y permanecer en Londres, aún cuando las ganas de huir a New York y regresar con ella se hacían presente.

Verla crecer, amarse y convertirse en la empresaria y mujer que es hoy en día es uno de mis más grandes orgullos.

La amé en cada faceta, la amé siendo la Aurora de antes y la amo siendo la Aurora de ahora. La amo por el simple hecho de ser Aurora, mi Aurora. Mía.

Mía.

Aurora.

Mi Aurora.

Si ella pudiese verse a través de mis ojos se daría cuenta de que nadie jamás la igualará. Mis pensamientos, mi amor, mi deseo, mi corazón. Todo de mí es para ella.

Y ahora tengo toda una vida para amarla y para demostrarle día a día que es la mujer de mi vida, porque mientras yo viva mi corazón le pertenecerá siempre a ella y cuando muera, mi existencia será recordada como el magnate que amó a Aurora Bellerose con cada latido, con cada suspiro y con cada respiro.

—Comenzaste siendo falsamente mía —susurro, con su nariz rozando la mía—, pero ahora eres verdaderamente mía, Aurora Bellerose —sus ojos se iluminan por mí así como puedo asegurar que mis ojos solo la veneran a ella—. Cada parte de mí te pertenece a ti, mi cuerpo, mi alma, mi mente, mi corazón, no hay nada que no sea tuyo. Todo lo que soy y todo lo que seré es por y para ti. Siempre ha sido así y seguirá siendo siempre así, Fresita.

Me abraza una vez más y finalmente, después de unos cuantos minutos subimos al auto para irnos a la fiesta de Cassian y Faith.

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—¿Seguro que es aquí? —pregunta Aurora, mirando por la ventanilla de su asiento.




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