Falsamente tuya

Capítulo 48: LOS REYES DE NEW YORK

Aurora.

Tomo una respiración profunda mientras aprieto el ramo de novia que sostengo en manos, el interior de la limusina en donde estoy montada resuena con música de Taylor Swift, misma que me ayuda a alejar tenuemente los nervios.

Trago saliva con dureza y mis ojos van hasta la puerta de la limusina, esta se abre y puedo ver los ojos marrones de mi padre, sonríe en mi dirección ocasionando que una sonrisa tímida llegue a mis labios también.

—¿Estás lista, Aurora? —extiende su mano en mi dirección y acepto esta, me ayuda a bajar con delicadeza y una vez que mis pies se plantan a la acera algunas de las asistentes de Cher se acercan a acomodar mi vestido y mi velo.

Sostengo mi ramo y con mi mano libre aprieto la mano de mi padre.

—Luces hermosa, cariño —lo miro, ladeo la cabeza y sonrío—. Como una autentica reina.

Se acerca, mis ojos se cierran cuando deja un beso en mi frente.

El nudo de nervios que tengo en mi interior no se controlan. Nada de esto es nuevo para mí pero por alguna razón se siente como si fuese la primera vez.

Miro a mi padre una vez más, sus ojos albergan lágrimas que amenazan con desbordarse en cualquier momento.

Mi padre acaricia una de mis mejillas con delicadeza, logrando que las lágrimas también lleguen a mis ojos cuando comienza a hablar.

—No sabes cuánto me alegro de que hayas encontrado un buen hombre con el cual compartir tu vida —comienza, con la voz temblorosa y los ojos brillantes—. No sabes cuánta paz me da saber que unirás tu vida a un hombre que te ama, que te respeta y que cuidará siempre de ti —siento como algunas pequeñas lágrimas logran desbordarse de mis ojos, limpia estas con rapidez—, pero pese a que encontraste un buen hombre tengo que recordarte que jamás olvides que papá siempre estará para ti, mi pequeña Aurora, pase lo que pase, siempre podrás recurrir a papá.

Mi cabeza se llena de aquellos recuerdos que tengo con mi padre desde que tengo memoria porque pese a que ahora sé que no compartimos sangre es León Bellerose quien siempre ha estado ahí para mí. Ha sido el mejor padre del mundo y jamás voy a dejar de verlo como mi padre. El primer hombre que amé.

—Siempre serás mi princesa —agrega mi padre, logrando que las lágrimas que ya se habían acumulado en mis ojos de nuevo, comiencen a rodar por mis mejillas—, y aunque ahora seas una princesa independiente, papá siempre velará por ti.

—Te amo, papá —le hago saber, con la voz en un hilo—. Siempre voy a amarte y siempre voy a querer refugiarme en tus brazos cuando la tormenta me aceche.

Sonríe con lágrimas en los ojos, se acerca y me abraza, no dudo ni un segundo en envolverlo de la misma manera, transmitiendo en este abrazo todo el amor que siento por él.

—¡Aurora! —ambos nos separamos después de unos minutos y cuando una voz eufórica resuena—. ¡Aurora, es tiempo!

Mis ojos enfocan a Cher a la distancia, quien pese a los altos tacones que trae en los pies, corre desesperada.

Sí, en esta segunda boda recurrimos de nuevo a Cher para que se encargara de la planeación, ella no dudo ni un solo segundo en aceptar pues nos hizo saber que no había nada que la llenara más que trabajar por segunda ocasión con una de las parejas que más adoraba.

Una última campanada resuena en todo el lugar.

Miro la catedral frente a nosotros. La Catedral de San Patricio, la misma catedral en donde nos casamos por primera vez será testigo de esta segunda ocasión, solo que ahora unimos nuestra vida por voluntad propia y con un enorme amor de por medio.

Cher se acerca mientras mi padre retrocede un par de pasos después de dejar un beso más en mi frente. Las asistentes de Cher se acercan y me ayudan a acomodar mi vestido, mi velo, mi ramo y retocan ligeramente mi maquillaje.

Miro a las damas de honor que comienzan a acercarse junto a los caballeros de honor que las acompañarán.

Todos me miran con felicidad y regalándome sonrisas que ayudan a que los nervios que siento se esfumen.

Cher y otras de sus chicas comienzan a ordenar a las damas junto a los caballeros mientras que a mí me ayudan a acomodarme también en mi lugar, junto a mi padre.

Winter, la primogénita de Cassian y Faith, es quien encabeza a todos, la pequeña niña tiene un hermoso vestido en color rosa pastel, una corona de flores adorna su cabeza y una canasta blanca alberga los pétalos de rosa que debe lanzar en el interior de la catedral.

—¿Listos? —pregunta Cher, mirando a todos, mi padre me mira. Todos dan su asentimiento pero siento la mirada de todos clavarse en mí.

Sonrío.

—Voy a casarme con el amor de mi vida —suelto—. Claro que estoy lista.

Cher le da un asentimiento a Winter y la pequeña Derricks sonríe también, comienza a caminar, adentrándose a la catedral y comenzando a lanzar pétalos a cada paso que da. El interior de la catedral comienza a resonar con la orquesta que comienza a tocar “Yellow” de Coldplay como canción de entrada.

Cada pareja después de Winter comienza a adentrarse también.

Lottie va acompañada de Harry.

Roxanne va junto a Zaak.

Leigh y Maddox son los siguientes.

Faith y Cassian sonríen cuando se adentran a la catedral también.

Selene y Caín prosiguen.

Sharon y Caleb entran también y los nervios aumentan cuando ya solo queda una pareja frente a mi padre y a mí.

Finalmente, Maeve y Edwin comienzan a seguir al resto.

Todas las damas llevan un vestido en color rosa pastel mientras que los caballeros a su lado llevan un traje en color beige.

Me aferro al brazo de mi padre con fuerza.

—¿Lista, mi amor? —pregunta mi padre en un susurro.

—Lista, papá —susurro y entonces, cuando Maeve y Edwin se han alejado lo suficiente, comienzo a caminar junto a mi padre. El velo me cubre el rostro pero aún así puedo ver como toda la catedral está llena de gente que ha venido a acompañarnos en este día.




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