Falsas Verdades

Capítulo 1

Cada día me despierto con la misma pregunta, ¿Cuánto puede aguantar el ser humano?

Jamás me imaginé que viviría la situación por la que actualmente estoy pasando. Juro que para mis ojos era algo imposible…

Me encontraba en una camilla de hospital, adolorida, sin poder apenas moverme y arrepintiéndome por haber callado tanto. Las enfermeras me dijeron que llevo casi tres semanas en este lugar, pero que debido a la anestesia no me percataba de lo que pasaba a mí alrededor, mucho menos sentía el dolor.

Hace ya cinco días que no me ponen la anestesia y podía sentir todo perfectamente; el dolor en la cara, en todo el cuerpo, en las costillas… básicamente me dolía desde abajo hasta arriba, como si me estuvieran dando golpes desde que despierto hasta que me acuesto. Y bueno, mejor no cuento los hematomas que adornaban todo mi cuerpo.

Recuerdo que cuando abrí los ojos y me encontré a una enfermera, me sentí… impactada, pues todo había llegado demasiado lejos. Ese día, por la puerta aparecieron dos policías llenándome de preguntas. Cuando vi a los agentes sentí miedo, pero también alegría, pues a pesar del miedo que sentía, por fin veía la luz al final del túnel.

 Uno de los policías me bombardeaba de preguntas, una tras otra, mientras que el otro solo me miraba y apuntaba en su libreta cada respuesta que daba.

El policía silencioso, así como lo apodé, no habló en ningún momento y mucho menos se movió de su lugar. Su mirada no sabría decir si era por lástima o curiosidad, pero me llegó a incomodar bastante.

De eso ya pasaron días, y desde entonces permanecí aquí, en mi sitio. No me movía, no salía y no me levantaba para nada, por falta de energía y por las enfermeras que me negaban incluso estirar los pies. Lo bueno es que por suerte, y por los benditos medicamentos, el dolor pasó de ser insoportable a ser medianamente aguantable.

Ya hoy por fin podré salir, y aunque no esté totalmente bien, no quisiera pasar ni un segundo más aquí, por ello fui yo la que pidió la alta voluntaria.

Tenía que esperar a que el suero se acabara y mientras tanto decidí llamar a Luca, un buen amigo, para ver si podría quedarme unos días con él, en lo que encontraba otro lugar.

— ¿Mi querida gnomo? ¿Enserio eres tú? — preguntó él sorprendido. Odiaba el mote que me puso hacía años, pero no era momento de enfados.

— Si soy yo Luky Pushi — respondí con una sonrisa. No me iba a enfadar, pero sabiendo que odiaba el mote que yo le puse a él, pues lo iba a usar.

— Idiota —gruñó, haciéndome sonreír por haber logrado lo que quería, molestarlo. — ¿Y a qué se debe esta sorpresa? Hace tiempo que no oía tu voz — si es cierto, y aunque muchas veces pensé en llamarlo, no tenía como.

— Si lo sé, pero… bueno… yo… quería saber si tu…. —estaba tan nerviosa que no podía ni hablar. Tanto tiempo sin hablar, y hoy lo buscaba para pedir su ayuda. No quería que pensara que era una convenida.

— Suéltalo ya —dijo igual de impaciente que siempre. —Dime dónde estás y te caigo de una — dijo sin sorprenderme, pues sé perfectamente como es y con tan solo notar mi molestar, sabía que me ayudaría.

A Luca lo conozco de hace ya unos 5 años, lo conocí exactamente en un bar en el que trabajaba. Yo tenía 19 años y él 22. Una vez un hombre bebió mucho y se puso pesado, tan pesado que empezó a molestarme más de lo habitual, gracias a dios que Luca estaba ahí y me lo sacó de encima.

Ese fue el principio de una gran amistad. Esa noche hablamos por un buen rato y fue ahí que me contó que pertenecía a un club de moteros, cosa que me sorprendió. Después de ese día él volvió noche tras noche, y nos quedábamos hablando por horas. Después empezamos a salir, como amigos, y aunque no nos veíamos todos los días, hablábamos siempre por teléfono.

 Un día me dijo que tenía que viajar con su club y que no sabía cuándo volvería. Me puso muy triste el que se tuviera que ir, ya que me había acostumbrado a él pero lejos de perder el contacto, quedamos en hablar cada noche, y así fue. Así fue hasta… hasta que preferí ser una idiota…

Hace apenas tres meses se volvió a poner en contacto conmigo para decirme que había vuelto y estaba muy emocionada de volver a verlo, pero en los dos años de su ausencia muchas cosas habían cambiado, como la llegada de Paul a mi vida.

Al principio a Luca solo le conté que estaba conociendo a alguien y él me pidió que me cuidara, a lo que yo le respondí “nada puede salir mal si estoy con él”. Ay si yo pudiera volver a esos tiempos y darme de tortas hasta que recapacitara.

Al principio todo era bonito y de colores, pero con el paso de los meses Paul se fue poniendo más celoso y controlador. Cuando me veía hablar por el teléfono, con Luca, se ponía insoportable e incluso llegó a romperme un teléfono, y ni hablar del trabajo, del cual se encargó de que me echaran.

Muchas veces quise dejarlo pero la primera vez que saqué el tema fue la primera vez que recibí un golpe de su parte. Después de aquel día cada vez que se enfadaba, o cuando le daba la gana, se desquiciaba conmigo, golpeándome.

Quise muchas veces pedir ayuda pero como lo hacía si me encerraba y cuando salía tenía que ser en compañía suya. Aparte que cuando quería pedirle ayuda a Luca y lo llamaba para contarle, nunca me atrevía. Él estaba muy feliz con su vida que me ponía triste el molestarlo con mis problemas. ¿Para qué iba a meter a alguien a un infierno del cual yo misma quería huir?



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En el texto hay: romance, amistad, miedos y temores

Editado: 24.09.2023

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