Una vez en casa lo primero que hice fue mandarle un mensaje a Luca con la ubicación. Después, antes de que él llegara, decidí ir a darme una ducha rápida, pues por lo menos quería estar un poco decente.
La parte más dura era quitarme la ropa, no porque me doliera físicamente, que también, sino que odiaba mirarme y ver todo lo que había soportado, ver lo débil que era, lo sola que había estado y lo mucho que callé.
Perfectamente sé que los moratones se van pero no sabía si me iban a quedar marcas como las que ya tenía de golpes anteriores, que seguían en mi cuerpo recordándome cada vez que las veía, el infierno al que no quería volver.
Hay quien dice que las marcas físicas son lo de menos pero en mi opinión, mientras que estén y recuerden, siguen doliendo.
Después de diez minutos acabé de ducharme y fui a decidir lo que me iba a poner. No tenía mucho que elegir ya que todo era del mismo estilo y negro. Al final opte por un pantalón cómodo, más una camiseta ancha, pero de mangas cortas, y unas zapatillas básicas. Todo del mismo color, negro.
Le envié un mensaje a Luca para saber cuánto le faltaba, a lo que él me respondió que estaba al llegar. Decidí ir sacando una pequeña maleta y coger lo más necesario.
Mientras sacaba la ropa y la colocaba en la cama para elegir lo que estaba en mejor estado, escuché el timbre de la puerta, el cual me alarmó por un segundo, hasta que recordé que era Luca.
Lo deje todo y nerviosa me dirigía a abrirle. Las piernas no paraban de temblar, sentía que me caería en cualquier momento. Por un momento pensé en fingir que no estaba, para que se fuera y que no me viera así… pero descarté esa opción enseguida, no podía seguir siendo una cobarde.
Cuando estaba frente a la puerta miré por la mirilla, para asegurarme por completo que sí era él. Cuando afirmé tal cosa, con la mano temblorosa abrí la puerta, sintiendo como mi corazón latía más rápido aún.
— Gnomit... — sus palabras se perdieron una vez terminé de abrir la puerta, dejando que nuestras miradas se cruzaras. No expresión me asustaba, sabía que estaba enojado.
— Lu...Luca. — Intenté hablar, pero no me salía mucho más. Su mirada se volvió fuego y aparté la mía, sin poder soportar la rabia de sus ojos.
— ¿Qué mierda te ha pasado? — su voz no era la misma que tanto había entrañado. Su voz siempre fue suave conmigo, tierna, me tranquilizaba siempre que lo oía pero esta vez... sonaba dura, ronca y llena de enojo. —O mejor dicho ¡¿Quién cojones te tocó?!
— Luca...
— ¡PREGUNTÉ QUE QUIEN TE HIZO ESA MIERDA! — al oír su fuerte grito, pegué un rebote del susto y por instinto cerré los ojos intentando alejar el miedo que estaba empezando a sentir. Él no era Paul… él no me hará nada.
De repente sentí sus manos sujetando mis brazos, y eso fue suficiente para que los recuerdos bombardearan mi cabeza. El pánico se hizo más fuerte y todo empezó a darme vueltas.
— ¡NO! —un grito desgarrador salió de mí, enseguida dejé de sentir sus manos y caí al suelo haciéndome bola. Quería ganarle al miedo pero lo único que podía ver era a Paul golpeándome. — ¡DÉJAME! ¡AHH!
— Fabi…
— Déjame… — las lágrimas ahogaban cada palaba que salía de mi boca, impidiéndome decir una frase completa. — No más…
— Vale, vale. No más. — su voz volvió a suavizarse y entonces las imágenes de Paul fueron desapareciendo. — Abre los ojos, por favor — al sentir unas mano acariciar mi cabeza una incomodes me hizo apartarme. — No me rechaces pequeña — pidió en apenas un susurro. — Soy yo… Luca.
— Luca. — lágrimas que caían de mis ojos desde que Luca llegó, fueron disminuyendo. La respiración se me fue calmando y lentamente fui abriendo los ojos, encontrándome a mi amigo arrodillado frente a mí. Su mirada estaba llena de tristeza, mezclada con rabia. Al instante me arrepentí de haberlo llamado, él no debió verme así. —Yo solo quería...
— No digas nada — dijo, haciéndome callar. Su voz sonaba cansada, y me entristeció no ver al divertido y bromista Luca de hacía años. Esperaba que con el tiempo todo volviera a ser como antes. — Te prometo que nadie volverá a tocarte nunca más, antes me hago matar —dijo lleno de rabia. — Ahora ven conmigo, nos vamos de aquí.
Luca, por sus pintas, podía parecer una persona que solo causaba problemas, pero en realidad era todo un cachito de pan. Una buena persona que se preocupaba mucho por su gente.
Me ayudó a ponerme en pie y rodeándome con sus brazos me llevó hasta su coche. Al sentir su tacto quise alejarme, pues era incómodo y raro el volver a sentir el contacto físico de otra persona que no fuera el de Paul. Desde hace mucho que nadie, que no fuera él, podía tocarme, y si alguien lo hacía, era yo la que pagaba las consecuencias. Según decía Paul, nadie tocaba lo suyo.
Pero la persona que me estaba tocando no era cualquiera, era Luca, el mismo que me protegió la primera vez que nos conocimos, el que me hacía reír siempre con sus tontas ocurrencias, el que atendía mis llamadas siempre que lo necesitaba, el que siempre estaba sin estar. Él era mi Luky y no podía alejarlo de mí, no a él.
Una vez dentro del coche, se puso en marcha a donde supongo que era donde él vivía. Según tengo entendido, él vivía en una casa un poco alejada con sus compañeros veteranos del club, y pegado a esa casa estaba la “Casa Grupal”, que era más grande y ahí vivían el resto de sus compañeros del club de moteros.