Falsas Verdades

Capítulo 8

Es inexplicable la sensación tan mala que se instala por todo el cuerpo cuando no puedes controlar la situación.

Cuando le terminé de contar todo a Luca pensé que se pondría a gritar y a romperlo todo, pero lejos de hacer eso, simplemente optó por irse. Llevo casi dos horas sin saber de él y era algo que me tenía loca.

Cierto es que me sentía aliviada de quitarme un peso tan grande de encima, como era el contarle a Luca toda la verdad. A pesar de que podría habérmelo guardado todo, no lo veía justo, pues era la única persona que me quedaba, y encima de estar ayudándome, que menos que contarle la verdad.

Como lo único que podía hacer era esperar, me senté en el sofá con los brazos rodeando mis piernas. La espera se hacía pesada, y si a eso le añadimos el que estaba completamente sola con mis pensamientos, los cuales solo hacían torturarme, todo se hacía más difícil.

Estaba tan concentrada en las horribles ideas que se cruzaban por mi cabeza, que ni me percaté cuando un cuerpo se colocó delante de mí. Lentamente levanté mi mirada hasta el sujeto frente a mí y ahí lo pude ver, se trataba de la última persona que querría cerca en estos momentos.

— ¿Estás bien? — preguntó este, confirmándome lo cínico que podía llegar a ser.

— No te interesa— dije, poniéndome en pie para dirigirme a la habitación, pero mis intenciones fueron interrumpidas por el agarre de Nadir. Extrañamente, su tacto me hizo sentir un singular escalofrío… y por su expresión, creo que él también sintió lo mismo. Rápidamente alejé mis mano de la suya, haciendo caso omiso a aquella sensación.

— Te ves triste — preguntó con un tono diferente al que solía usar, una más suave. A decir verdad, estaba que no podía más con Nadir, pues si pensaba que hablándome así iba a caer es sus manipulaciones, se equivoca, sobre todo después de haberme librado de un manipulador como… él.

— ¡Ya basta! — exigí. —No tengo fuerzas para aguantarte, déjame en paz y no vuelvas a hablarme jamás —dicho esto, corrí escaleras arriba encerrándome en la habitación de Luca.

Al cerrar la puerta, apoyé mi espalda contra ella y me deslicé hasta quedar en el suelo sentada, preguntándome ¿por qué era tan difícil vivir en paz? Había que tener siempre muy en cuenta el qué se iba a decir, cuando decirlo, qué hacer, como hacerlo, a quien acercarse, de quien alejarse… infinidad de detalles que había que tener en consideración para poder vivir en paz.

Para colmo, y para agrandar más mi estrés, lo único en lo que podía pensar era en Luca y en si hice bien en llamarlo, que sinceramente, lo dudo mucho en estos momentos. Mi cabeza parecía que iba a explotar en cualquier momento, la paz no quería volver a mi vida y la amargura se negaba a irse.

Tras pasar toda la tarde torturándome a mí misma, finalmente acabé quedándome dormida. Para cuando volví a abrir mis ojos, la noche ya había caído.

Me levanté del suelo como pude, sintiendo el dolor por todo mi cuerpo, y dándome cuenta de que Luca aún no había vuelto, pues al haberme dormido apoyada en la puerta, lo habría notado.

Cabizbaja fui a darme una ducha rápida, encontrándome al salir de la habitación el cuerpo de Nadir sentado en el suelo y apoyado contra la pared que quedaba justo enfrente de la puerta donde yo estaba.

Al acercarme un poco, lo vi con los ojos cerrados, quizás estaba dormido, pero la pregunta era, ¿por qué estaba dormido ahí? una vez delante suya, me agaché para mirarlo más de cerca, pudiendo notar sus hermosos rasgos. Mentiría si dijera que no es atractivo, pero por desgracia, su pésima forma de ser dejaba en la nada a su atractivo.

A pesar de quererlo lejos, me permití contemplarlo por unos minutos. Su cabello largo era lo que más llamaba mi atención, lo hacía ver más sexy, sobre todo cuando lo recogía en su habitual moño. O esa barba, que lo hacía ver más duro... era una tortura ver a este hombre, ¿por qué los más guapos eran los más imbéciles?

— Puedes mirar todo lo que quieras, no me quejaré — su inesperada voz me hizo sobresaltarme del susto. Nadir abrió sus ojos mirándome fijamente, logrando que todo mi rostro ardiera de la vergüenza.

— No te estaba mirando — dije, sintiéndome más tonta de lo que ya me sentía, ¿estaba justo parada frente a él y solo se me ocurría decir eso? Realmente soy muy tonta.

Rápidamente, para salir de esa situación, me levanté y entre corriendo a la habitación. Respiré profundamente y no volví a salir hasta sentirme nuevamente una persona con sentido común, capaz de decir algo razonable, o de callarme y ahorrarme los momentos vergonzosos.

Cuando volví a salir al pasillo, me encontré a Nadir aún en el mismo lugar, pero esta vez con los brazos cruzados y mirándome fijamente. ¿Se iba a quedar todo el día ahí o qué?

— Si quieres puedo dejarte mi ropa — propuso, a lo que lo miré con el ceño fruncido, pero rápidamente la sustituí por una sonrisa y,  simple y sencillamente le respondí lo siguiente.

— Gracias, pero prefiero la ropa de mi novio —dije para seguido encerrarme en el baño.

Una vez dentro de esta, no pensé en nada más y simplemente me dispuse a darme una  ducha que me quitara todo el estrés. Cuando terminé, me vestí con los bóxer de Luca, su pantalón de chándal y una camiseta ancha. Me incomodaba no llevar sujetado, pero no tenía y tampoco me iba a poner uno que ya estaba sucio.



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En el texto hay: romance, amistad, miedos y temores

Editado: 24.09.2023

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