-Perdón, perdón, perdón.
-Auch.
-Perdón, de verdad, estaba distraída.
-No te preocupes, he tenido golpes peores. -el pobre se tocaba la frente y aún tenía los ojos cerrados. Y cuando los abrió me quedé sin aliento, eran de un suave color miel que me transmitieron tanta calidad como la cena que me esperaba en casa.
Le extendí mi mano para ayudarlo a parar, y vaya que era alto, me sacaba una cabeza y media sino es que más.
-gracias- su voz era de lo más agradable.
-De nuevo te pido disculpas.
-Y de nuevo te digo que todo está bien. -me sonrió y simplemente caí, vaya sonrisa.
Necesitaba saber su nombre.
-Me llamo Martina, y de nuevo lo siento.
-Deberías dejar de disculparte tanto, Martina, no es necesario. Soy Andres.
-Lindo nombre -me sonrojé al darme cuenta de que lo había dicho en voz alta.
-jaja, gracias, si, es un buen nombre, bendita mi madre al nombrarme como un apóstol.
Y en ese momento terminé de caer. Y comencé a entender porque el joven me parecía conocido.
-¿Puede ser que te haya visto en la parroquia Inmaculada…?
-...Concepcion de Maria, si, hace poco comencé a ir ahí, ¿también sos de esa parroquia?
-Si.-sorprendente, así era esta situación.
Él me sonrió. Bonita, su sonrisa era bonita.
-Por eso tu cara me resulta familiar, ¿así que compra de último momento? -preguntó señalando hacia la heladería.
-Si, mi mamá olvidó comprar el helado, vos…?
-Acabo de comprarlo. -dijo elevando la bolsa que traía en sus manos.
-Bueno, yo debería ir a hacer lo mismo antes de que cierren el local.
-Si, creo que deberías. -me volvió a sonreír y fue imposible no devolvérsela con otra. Permanecimos allí observándonos durante un segundo que pareció eterno.
-Supongo que te veré mañana en Misa, ¿verdad?
-Supones bien.
-Okey, nos vemos entonces. -terminé de decir antes de dar media vuelta y dirigirme hacia el local que aún mantenía sus puertas abiertas.
-¿Martina?
-¿Si? -giré rápidamente en mi lugar para observarlo, él se pasaba una mano por el cabello.
-¿El próximo domingo te gustaría ir a merendar y que luego vayamos juntos a misa?- mi pobre corazón estaba emocionado.
-Claro, me encantaría. Mañana acordamos bien el horario y lugar.
Sonreímos al mismo tiempo tímidamente y nos despedimos.
Solté un suspiro y negué con la cabeza para posteriormente levantar la mirada al cielo.
-Que sea tu voluntad, Señor. -fue lo último que dije y entré a comprar de una vez por todas el helado.
Que se haga su Voluntad, si, porque solo en Él encontramos la luz que guía nuestro camino, el amor que transforma vidas,y esa maravillosa esperanza que nunca se desvanece, y por eso los cristianos no solo celebramos un encuentro familiar, celebramos un acontecimiento en la historia que cambió el rumbo de toda la humanidad y ese acontecimiento no es ni más ni menos que el nacimiento del Salvador.
Estén atentos, porque el Rey está a punto de llegar… Y eso es Navidad.