Familia de Alquiler

CAPÍTULO 7

Semana 3 - Días 15 a 19

Shaun

Tras una larga plática sobre nuestras respectivas vidas en preparatoria y universidad, regresé a mi apartamento a la medianoche.

Después de muchos años me sentía de buen humor. Había sucedido algo extraño esa noche, por primera vez en mucho tiempo sentí que podía confiar en alguien, y aún más extraño fue que sintiera que podía volver a tener un amigo, y que ese amigo fuera mujer.

A decir verdad también sentía un poco de miedo, como si me adentrara en una densa selva oscura, pero ¿qué podía pasar que fuera tan grave? Otra decepción… podría sobrevivirla.

Cuando me acosté caí en la cuenta de que me había faltado hacer algo importante: contarle a mi familia sobre lo que me proponía. Si bien no me gustaba ventilar mis vergüenzas, era importante que ellos se unieran a la mentira, por si acaso.

A la mañana siguiente llamé a mi madre y me invité a almorzar con ellos el domingo, y a continuación le escribí a Scarlett para que estuviera allí, ya que tenía que comunicarles algo importante.

Ese día trabajé de mejor humor. No sólo me sentí cómodo con los niños, sino también con Elizabeth. Mi trato con ella fue más amable y más relajado.

Estaba experimentando una nueva forma de relacionarme, y me resultaba gratificante, como antes, como cuando no tenía decepciones y era feliz.

* * *

El sábado me levanté temprano, fui al gimnasio del edificio y más tarde almorcé en el restaurante de la planta baja. Mientras almorzaba le escribí un mensaje a Elizabeth.

—¿Me puedo sumar a la noche de pelis de chicas?

Tardó en responderme. Estaba bien. Seguramente tenía que consultarlo con su amiga. Me propuse no ofenderme si se negaba, ya que yo no era una chica y también era un amigo nuevo; sin embargo esperé ansioso su respuesta.

—Por supuesto -me dijo al cabo de media hora.

—¿Segura que no arruino planes?

—En absoluto, puedes traer la cerveza, si te apetece. Yo prefiero el vino.

—De acuerdo. Llevaré las dos cosas y también las pizzas. Tú dime la hora.

—A las siete estaría bien, y después compartimos gastos.

—Allí estaré.

A las siete en punto tocaba a su puerta, ya con las pizzas en una mano y el vino y la cerveza en la otra.

Ella me recibió con una sonrisa y me dejó pasar.

—Leah llegará enseguida, está demorada por el tránsito -me dijo al cerrar la puerta tras de mí.

Dejé lo que traía en la encimera de la cocina y me detuve a mirarla. Estaba hermosa esa noche. Ella era, además de bella, luminosa. Me sentí feliz de tenerla como amiga.

Me miró preocupada.

—¿Sucede algo?

Sacudí mis pensamientos.

—Está todo bien. Gracias por permitirme estar con ustedes esta noche -le dije con una sonrisa.

—Sólo tienes que comportarte como una chica y serás aceptado -dijo divertida.

—Entendido -le respondí con seriedad afectada.

Enseguida llegó Leah. Ella entró por su cuenta, ese era el nivel de confianza que tenía. Pensé que me gustaría llegar a eso algún día.

—Hola amiga -me saludó Leah tendiendo su puño para que lo chocara.

A Elizabeth le dio un beso.

Nos instalamos en la sala a comer pizza y las chicas pusieron la película que, aparentemente, ya tenían elegida: "Magic Mike's Last Dance". Según ellas me “instruyeron”, valía la pena volver a ver a Channing Tatum “bailando en cueros”, a pesar de la trama.

Así que, cada vez que yo veía al actor a torso desnudo, exclamaba un “¡wow!” como ellas, provocando sus carcajadas.

Estábamos tan cargados de energía que, cuando sin querer rocé la mano de Elizabeth al tomar una porción de pizza, me dio una fuerte descarga eléctrica que hasta se hizo audible.

—¡Por dios, Elizabeth! ¡Me diste corriente! Creo que no te conviene ver esta clase de películas si después no tendrás lo que ya sabes.

Los ojos de Leah se abrieron en demasía pero no pude interpretar su expresión, las mejillas de Elizabeth se enrojecieron y yo me reí de buena gana.

—¡No te arrojo un almohadón porque se puede ensuciar con la pizza!

No recuerdo si alguna vez me reí como esa noche. Ese par me estaba despertando a una clase de vida que hacía mucho no esperaba vivir.

Más tarde volví a sentir la descarga en otro roce accidental.

—¡Ey! ¡Elizabeth!

—¡Esta vez fuiste tú!

—Chicos, si quieren que me vaya sólo díganlo, no me ofendo.

—Leah, no empieces -la reprendió Elizabeth poniéndose seria de repente.

Leah hizo el gesto de cerrar su boca como una cremallera y tirar la llave, y no agregó nada más.

Cuando terminó la película me marché, dejando a mis amigas que continúen con su pijamada.




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